Al menos 36 miembros de la Hermandad Musulmana mueren en un motín en su traslado a prisión

El Ejército egipcio endurece su postura frente a los islamistas

Un grupo de mujeres egipcias partidarias de Mursi, en El Cairo. (Foto: KHALED ELFIQI)
El jefe del Ejército y 'hombre fuerte' del nuevo régimen egipcio, Abdel Fatah al Sisi, lanzó ayer un duro mensaje a los islamistas que reclaman la restitución de Mohamed Mursi, al advertirles de que 'no harán arrodillarse al Estado'.
En su primera aparición tras el sangriento desmantelamiento el miércoles de las acampadas islamistas en las plazas cairotas de Rabea al Adauiya y Al Nahda, Al Sisi intervino ante la cúpula de las fuerzas de seguridad para presentar al Ejército como guardián de la voluntad del pueblo. 'No permaneceremos impasibles ante la destrucción del país y las amenazas contra la población', dijo, antes de asegurar que las Fuerzas Armadas no ansían el poder: 'El honor de proteger la voluntad del pueblo es un orgullo más grande que gobernar Egipto'. Pese a todo, insistió, en alusión a los Hermanos Musulmanes, que en Egipto hay cabida para todas las facciones y que a las Fuerzas Armadas les preocupa 'cada gota de sangre egipcia' derramada.

Pese a esa preocupación, la violencia no se detuvo tampoco hoy, después de los más de 80 muertos que se registraron el sábado, que elevan a más de 900 la cifra de fallecidos desde el miércoles. Además, en un confuso incidente, al menos 36 detenidos de la Hermandad que estaban siendo trasladados a una prisión al norte de El Cairo murieron cuando su convoy fue asaltado por hombres armados que pretendían liberarlos. Los detenidos, que formaban parte de un convoy de 612 presos, perdieron la vida durante los choques cerca del presidio de Abu Zabal, en el norte de la capital


'OTRA TERRIBLE MASACRE'

En su primera reacción a lo sucedido, el Partido Libertad y Justicia, brazo político de los Hermanos Musulmanes, calificó en un comunicado la muerte de los detenidos de 'terrible masacre sangrienta'.

Los cuerpos de seguridad intensificaron la seguridad en la zona de Abu Zabal y en la cercana localidad de Qanater para afrontar cualquier posible ataque.

Pese a estos sucesos y a la fuerte presión de los autodenominados 'comités populares' -formados por civiles anti-Mursi-, los partidarios del depuesto mandatario volvieron a retar a las fuerzas de seguridad en manifestaciones en diferentes puntos del país. En las últimas horas de ayer eran detenidos más de 700 islamistas por su participación en los disturbios en el país, principalmente en torno a la mezquita de Al Fateh, que fue violentamente desalojada por la policía el sábado.

Mientras, el Gobierno continúa sus esfuerzos para trasladar a la comunidad internacional que el conflicto en Egipto no está originado por diferencias políticas, sino que se trata de una amenaza existencial al Estado por parte de un grupo extremista y fanático. El ministro interino de Asuntos Exteriores, Nabil Fahmi, criticó a los países occidentales por las que desde Egipto se valoran como sus 'contradicciones', al entender que piden contención a las fuerzas de seguridad al tiempo que guardan silencio ante la violencia de la Hermandad Musulmana.

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