El kirchnerismo afronta sus horas más complicadas en las elecciones argentinas

Tres años después de la muerte del expresidente argentino Néstor Kirchner (2003-2007), su partido afronta el reto de mantener su hegemonía en las elecciones de este domingo con su esposa y sucesora, Cristina Fernández, retirada temporalmente de la escena política por problemas de salud.
La cita de hoy recuerda a las legislativas de 2009, en las que Kirchner encabezó la lista de diputados del gobernante Frente para la Victoria en la provincia de Buenos Aires, el mayor distrito electoral del país y, contra todo pronóstico, quedó segundo, todo un varapalo para el oficialismo. En aquella ocasión, las urnas le pasaron factura por el grave conflicto que enfrentó al Ejecutivo con las poderosas patronales agrarias y por un estilo de gobernar que le creó más enemigos que aliados. Sin embargo, tras su muerte su esposa y sucesora en la Presidencia supo sobreponerse y en pocos meses la imagen de su Gobierno recuperó varios puntos.

Para los comicios legislativos de este domingo, Fernández se había dedicado a la campaña consciente de que esta convocatoria era decisiva para dibujar el mapa político argentino y decidir su propio futuro. Pero su proyecto se truncó cuando el pasado día 8 tuvo que someterse a una cirugía por un hematoma craneal, cuya recuperación la mantendrá alejada de la política al menos hasta primeros de noviembre.

Si se confirman las encuestas y los pronósticos de los analistas, los resultados del domingo no serán muy distintos a los de las primarias de agosto y dejarán al oficialismo con una posición en el Parlamento que le impedirá intentar una reforma constitucional que habilite a Fernández a competir en 2015 por un tercer mandato. El oficialismo se asoma al 'inicio del fin de ciclo', con una demanda social de cambio expresada en las urnas, según el analista Jorge Arias.

Sin una sucesión definida -que puede desatar una guerra interna entre sectores enfrentados del oficialismo- y con importantes desafíos económicos en el horizonte, entre ellos el oneroso déficit energético, Fernández afronta dos difíciles años de gestión.

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