Maduro pisa el acelerador totalitario

El mandatario venezolano Nicolás Maduro.
photo_camera El mandatario venezolano Nicolás Maduro.
Tras la farsa electoral de Venezuela, Guaidó se ha quedado fuera 

Oyéndole hablar y viéndole gesticular, Nicolás Maduro parece un muñeco de guiñol que genera cólera y nausea por el tono histriónico cargado de amenazas y matonismo. Habla a puñetazos fuera de toda lógica y al margen de la razón. Después de la farsa electoral del pasado domingo que sumó el 70% de abstención, una debacle en toda regla, el presidente Maduro deslumbrado por falsas alucinaciones amaneció el lunes gritando y escribiendo como un poseso: “Felices madrugadas de victoria”. Y para secundar la frase y darle más fuerza añadió: “Hemos tenido una tremenda y gigantesca victoria.” 

El entusiasmo lírico y delirante de Maduro no tuvo eco entre el círculo de sus seguidores porque las cifras que dejó la contienda eran más bien una ducha fría de realidad. Podíamos considerarlas como las cifras del rechazo, dejaban claro un amplio repudio a Maduro. Veamos los números y sus circunstancias. La oposición mayoritaria liderada por el presidente interino Juan Guaidó, reconocido por 60 países, se negó a participar en lo que calificaron de farsa fraudulenta por la falta de condiciones para que fueron unas elecciones libres y válidas democráticamente. Esta tesis la apoyaron los Estados Unidos, la Unión Europea y varios países del entorno sudamericano agrupados en el conocido como Grupo de Lima que engloba a 14 países de la zona. 

Hace cinco años se celebraron las anteriores elecciones a la Asamblea Nacional con el 71% de participación que dieron una confortable victoria a la oposición y Juan Guaidó salió elegido presidente en esta institución legislativa. De ahí su proclamación como presidente interino, aunque Maduro no le dejó ejercer con normalidad creando una fraudulenta asamblea paralela. Sigamos con los números, el socialismo chavista obtuvo el 67% de los votos emitidos y los opositores minoritarios que decidieron participar sumaron el 18%. Como podemos ver, los resultados fueron muy escuálidos para el poder, los gritos triunfalistas de Maduro no los pueden ocultar. A primera hora de la tarde los colegios electorales estaban vacíos y los chavistas aparecían desolados según los periodistas que cubrían el evento. Al ver tan desalentador panorama, los portavoces del chavismo llamaban insistentemente a votar con argumentos como este: “Si ustedes están en casa reflexionen, la democracia es de todos.” Los más pasionales recorrieron los barrios proclives al chavismo para empujarles a los colegios electorales. Ni por esas. El Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores Josep Borrel pidió a Maduro un aplazamiento de estos comicios por considerar que no ofrecían una competición libre y leal. No se atrevió a decir lo que muchos otros pensaban y no dudaban en manifestar, que las elecciones estaban amañadas y eran un fraude. 

Frente al coro de condenas internacionales, solo el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero mantuvo su papel de verso suelto, más bien de poema lunático. En los primeros tiempos, hace tres o cuatro años, Zapatero asumió el papel de mediador, pero terminó convirtiéndose en turista del chavismo. La oposición dejó de escucharle y le margina de una manera absoluta, ya que le considera blanqueador del régimen de Maduro. Defiende que las elecciones fueron democráticas e invita a la Unión Europea a reconocer los resultados. ¿Para dónde mira Zapatero? En los últimos años más de cinco millones y medio de venezolanos se han visto obligados a abandonar el país, según cálculos de las Naciones Unidas. Es cierto que muchos lo hicieron por razones económicas y sociales, desesperados en una nación empobrecida, fruto de la pésima gestión del chavismo. No olvidemos que Venezuela es uno de los países más ricos del mundo, que flota en un mar de petróleo. En esta ocasión Zapatero figuró de observador como invitado especial de Maduro, eso explica que haya presentado la farsa electoral como un ejemplo de pluralismo cuyo resultado ha sido la marginación de Guaidó. ¿En qué nube de cerezas raras, tiene su morada Zapatero?. 

Es cierto que la oposición a Maduro está formada por un bloque diverso y fragmentado que se ha perdido en divisiones y subdivisiones, en implacables guerras internas, en congresos fratricidas, en mutuas y violentas descalificaciones. Un desastre sin paliativos. Algunos pequeños partidos como los liderados por Timoteo Zambrano o Henri Falcón decidieron participar después de negociar con Diosdado Cabello que encabezó al Partido Socialista Unido de Venezuela, el partido que sustenta al gobierno. Los de Timoteo Zambrano y Henri Falcón son formaciones minoritarias cuya presencia fue únicamente testimonial, sin músculo, ni implantación para competir. No aportaron votantes a juzgar por la elevadísima abstención. El único líder con cierto carisma y peso que estuvo a punto de participar fue Henrique Capriles, muy alejado ahora de Guaidó, pero al final desistió dada la falta de trasparencia que presentaban los comicios. Zapatero no ve lo que hay debajo de las gruesas alfombras del chavismo porque a pesar de todas las acusaciones y evidencias de fraude sostiene que lo que sucedió el domingo en Caracas “es un paso hacia adelante y el principio del fin de sus peores momentos”. ¿Habrá unos lentes con las dioptrías suficientes para que este hombre vea la realidad?. 

En el lado opuesto al expresidente se sitúa la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Layas, al manifestar: “En la reunión con mis colegas europeos consideramos por unanimidad que estas elecciones podrían haber sido una oportunidad para resolver la crisis, pero eso no ha sucedido porque no se respetaron los estándares mínimos de las reglas democráticas por lo que la Unión Europea no puede reconocer estas elecciones y España, en consecuencia, tampoco.” Los sesenta países continúan apoyando al presidente provisional Juan Guaidó, pero eso en la práctica es un brindis al sol porque el próximo día cinco de enero cuando se constituya la nueva Asamblea Nacional estará totalmente integrada en la órbita de Maduro. Era la única institución que permanecía fuera de su alcance, ahora ya la tiene para consolidar el poder absoluto y totalitario. 

En el interior Guaidó se ha quedado fuera, en una intemperie fría y solitaria. Puede pasarle lo peor, incluso Maduro podría encarcelarle, cosa que le resultaba más difícil al ser el presidente de la institución. Los opositores tendrán que cambiar de estrategia si quieren restaurar la democracia en Venezuela. Hay curiosidad por ver como el nuevo presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, abordará el tema.

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