CON LOS PROTAGONISTAS DE LA HISTORIA

Mario Soares, padre de la democracia portuguesa

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photo_camera Alfonso S. Palomares y el líder portugués, durante una de sus entevistas.

El rostro redondo de manzana felizde Mario Soares con una permanente sonrisa pegada a los labios se convirtió en la imagen más reconocida de Portugal

Le encontré varias veces en los tiempos turbulentos y entusiastas que siguieron al golpe de estado del 25 de abril de 1964. La revolución de los claveles. Conocía su activismo en la lucha contra el Estado Novo, el régimen católico fascista que había instaurado Salazar con la eficaz colaboración de la PIDE, la siniestra policía política. Después, en los largos años de la democracia tuve ocasión de disfrutar de su sabia y sensata conversación sobre los temas más diversos.

Hablo de Mario Soares. Su rostro redondo de manzana feliz con una permanente sonrisa pegada a los labios se convirtió en la imagen más reconocida de Portugal, era algo así como la bandera portuguesa. Su rostro desprendía una aureola pacífica, como si nunca hubiera roto un plato, en cambio había destrozado dialécticamente parte de la vajilla a la dictadura salazarista. Desde los tiempos de la Universidad cuando estudiaba Historia y Derecho estuvo en todas las conspiraciones y en las más variadas intrigas a favor de la democracia y en contra de la tiranía. Le encarcelaron doce veces pasando otras tantas por los interrogatorios de la PIDE, el lado oscuro del terror.

- ¿Le torturaron? -pregunto-.

- Sí. La PIDE era implacable. Me aplicaron varios métodos de tortura, entre ellos la conocida como tortura del sueño.

- ¿Tortura del sueño?

- Se llamaba así y como su nombre indica consistía en no dejarte dormir, no consentir que durmieras y para ellos utilizaban golpes, ruidos estridentes y otros métodos. Te dejaban cuando estabas destrozado, hecho una piltrafa.


La gente salía entusiasmada buscando los fusiles de los soldados para sembrar los cañones de claveles ...


20180331214744806_resultPara que no siguiera dando la lata en Lisboa le desterraron a la colonia portuguesa de Santo Tomé y Príncipe. Allí tuvo tiempo para escribir y reflexionar. La vocación de escribir era otra de sus mayores pasiones, me dice que si no fuera por la política hubiera sido escritor profesional, que también lo fue pues me dice que publicó más de cien libros. Ejerció de abogado, pero como cada vez le ponían más trabas, un día decidió marcharse al exilio en Francia donde entabló una estrecha amistad con Mitterrand, relaciones con Brandt y complicidad con Santiago Carrillo que ya estaba en la deriva eurocomunista. Con Alvaro Cunhal, secretario general del partido comunista portugués, evitó las relaciones por su fanatismo estalinista.

- ¿Dónde le cogió el 25 de abril, la revolución de los claveles?

- Ese día estaba en Alemania asistiendo a unas jornadas socialistas. Me acompañaba María Barroso, mi mujer. Fue ella la que me dijo a primera hora de la mañana: “Parece que está pasando algo muy gordo en Portugal”. Desde aquel momento seguimos la rebelión de los militares por todas las emisoras que podíamos y por charlas telefónicas con amigos en Portugal. Nos trasladamos a París para ver la manera de llegar a Lisboa lo más pronto posible. En avión no podía ser porque los aeropuertos portugueses estaban cerrados. Elegimos el coche y el tren. Entramos por la frontera de Salamanca.

- ¿Usted no sabía nada de la posibilidad de un golpe?, ¿no tenía contactos con los militares rebeldes?

- Pues con ese grupo no. La verdad es que lo llevaron con el máximo secreto. Tenían que hacerlo así para evitar a la omnipresente PIBE y a los servicios secretos del ejército.

En un primer momento entre los portugueses hubo un cierto desconcierto, incluso algunos, en la duermevela de la madrugada pensaron que podía tratarse de un golpe del sector militar salazarista. Al oír las primeras declaraciones y los nombres implicados estaba claro que se trataba de un golpe contra la dictadura y el día empezó a poblarse de claveles rojos. 

La gente salía entusiasmada buscando los fusiles de los soldados para sembrar los cañones de claveles. A todo esto, la comitiva de Mario Soares iba recibiendo informaciones más precisas de lo ocurrido, el interlocutor de Mario para ponerle en hora era el periodista Raul Rego, director del diario La Republica.
Cuando al amanecer del tercer día el convoy que lo devolvía del exilio entró en la estación de Santa Apolonia lo recibió una multitud desbordando delirios y claveles. Le esperaba también el comunista Cunhal, ambos cogidos del brazo subieron por la Baixa Pombalina y subieron la Avenida da Liberdade entre gritos de júbilo y aplausos.
Fue la única y la última vez que se les vio unidos, después Soares le marcó el propio camino al Partido Socialista, no fue fácil pero mantuvo sus tesis, no quería devolver Portugal a otra dictadura, aunque fuera de signo contrario. 

- Es difícil describir los días que siguieron –me dijo un día que me lo encontré sin esperarlo en la casa de Felipe González- . Era todo muy pasional, se abrió la olla a presión y aparecieron por las calles movimientos de todos los colores, grupos izquierdistas de los que nunca había oído hablar sacaron al aire nuevo sus desconocidas banderas. 


Mario Soares, padre de la democracia y la libertad de Portugal, ha quedado para la historia como un gran europeísta 


El Movimiento de las Fuerzas Armadas para encauzar el futuro de la revolución constituyó la Junta de Salvación Nacional que nombró presidente al general Antonio Spinola presidente de la República. Soares aceptó entrar en ese gobierno ocupando el ministerio de Asuntos Exteriores, un ministerio complicado porque tenía que afrontar el tema colonial y la única salida era darles la independencia.

Las guerras coloniales ya no tenían sentido y además era una exigencia de la revolución. Portugal se llenó de retornados de los que se derivaban muchos problemas humanos y sociales a los que había que dar respuesta sin apenas medios. La revolución fue basculando hacia posiciones radicales especialmente por parte de los líderes radicales militares y Antonio Spinola, el elegante general del monóculo, no podía resistir la pulsión izquierdista y terminó dimitiendo al cabo de cuatro meses. Intentó un confuso golpe de estado y al fracasar salió hacia el exilio en helicóptero rumbo a España, terminó encontrando un cómodo refugio en Brasil.

En medio de espectaculares vaivenes terminaron nacionalizando la banca y la cerveza, los socialistas convocaron un Congreso, el primero en libertad, para definir la línea a seguir. Un congreso que definían como clave para el futuro de Portugal, Felipe González asistió como representante del PSOE y Santiago Carrillo por el Partido Comunista. Soares ideó una estrategia maquiavélica para afianzar sus posiciones. Llamó a Felipe González y le dijo que no iba a dirigir la palabra a los congresistas, que lo haría Carrillo. Con esa decisión, le explicó, quería provocar las iras del Comunista Cunhal y marcar distancias visibles con los comunistas portugueses. Felipe montó en cólera y se marchó dando un portazo aunque no abandonó el congreso, lo que le permitió seguir los tensos debates que se produjeron con los partidarios de la unión con los comunistas. 


Fuerte y autónomo


Soares se empleó a fondo para imponer la tesis de un partido socialista fuerte y autonomo, sin contaminaciones con el estalinismo de Cunhal y el extremismo de otros grupúsculos maoístas. Triunfó de una manera rotunda y con ese programa acudió a las elecciones para las Cortes Constituyentes del 25 de abril de 1975. El Partido Socialista ganó con el 38% de los votos, mientras los comunistas de Cunhal quedaban derrotados en el 12%. Mario Soares me recuerda en el hall del hotel madrileño donde se hospeda la frase que dijo aquella noche a sus seguidores y que tuvo una gran repercusión mediática: “Los comunistas llenan las calles, nosotros llenamos las urnas”.

20180331214743946_resultEl verano de 1975 fue profundamente turbulento, el coronel Otelo Saraiva de Carvalho se convirtió en líder de los militares con el control de las fuerzas operativas del COPCON. Hacía gala de un profundo radicalismo revolucionario y lo manifestaba en todas sus intervenciones públicas. Durante una visita a la Habana en donde fue recibido con todos los honores por Fidel Castro declaró: “La revolución cubana es un modelo válido para la revolución portuguesa”. El primer ministro Vasco Lourenzo era de la misma opinión.

- ¿Qué sintió al escuchar esta frase en boca de un militar tan poderoso como Otelo Saraiva de Carvalho?

- Que había que luchar a fondo para conducir la revolución por una vía sensata, ya que si se hubieran impuesto las tesis de Otelo, Portugal terminaría en el abismo.

En febrero de 1976 con el paisaje político más calmado y apagadas las llamas revolucionarias de los primeros tiempos se celebraron elecciones parlamentarias que ganaron los socialistas ante el conservador Freitas do Amaral. Mario Soares se convirtió en el primer ministro de la democracia con el compromiso de trabajar por un estado social serio y sólido, con una sanidad pública universal eficiente, una educación de buena calidad e integrarse en la Comunidad Europea.

Repitió una vez más como primer ministro cumpliendo razonablemente sus objetivos. También fue presidente de la Republica durante dos legislaturas. Ha quedado para la historia como un gran europeísta y un demócrata intachable. El padre de la democracia y la libertad de los portugueses.

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