CONFLICTO UCRANIA-RUSIA

Los prorrusos del este de Ucrania quieren hacer oír su voz

Los habitantes rusohablantes del sureste de Ucrania se sienten víctimas de la guerra informativa desatada entre los medios rusos y ucranianos.

En el campamento que se ha levantado en el centro de Lugansk a semejanza del Maidán de Kiev, la gente no permite la entrada a los medios ucranianos y desconfía de los occidentales.

"Los medios occidentales no saben nada de nuestra vida aquí, en el este de Ucrania, ni tienen interés en saberlo. Muchos no saben ni dónde está Ucrania", se lamenta Alexéi, un jubilado decidido a pasar la noche frente a la sede del Servicio de Seguridad de Ucrania de Lugansk, tomado hace cinco días por un grupo de manifestantes.

La guerra informativa que se libra en Ucrania ahonda de forma dramática la brecha que ya dividía este país entre el este rusohablante y el oeste nacionalista.

"Nos han dejado sin información. Las televisiones ucranianas sólo enseñan lo que le interesa a las autoridades en Kiev, nada más. Los medios 'libres' de Ucrania no han emitido ni una sola opinión de los habitantes del Donbass (la región minera en el este de Ucrania), Lugansk o Járkov", se queja Alexandr, un minero de Donetsk.

Los canales estatales rusos se ganaron la fama de propagandistas y parciales aún en el Maidán, cuando este movimiento de protesta popular contra el entonces presidente Víktor Yanukóvich apenas empezaba en el centro de Kiev.

La ofensiva informativa de Moscú, dirigida a los rusos, continuó aún con más virulencia tras el derrocamiento de Yanukóvich y la intervención militar rusa en Crimea, con el fin de deslegitimar a las nuevas autoridades ucranianas y justificar de puertas adentro la anexión de la península ucraniana.

Poco después de que Crimea se declarara en rebeldía y anunciara su decisión de unirse a Rusia, Kiev prohibió emitir a todos los canales rusos, los más vistos en algunas regiones rusoparlantes del este ucraniano, e inició su propia contraofensiva informativa.

Ahora que las regiones de Donetsk y Lugansk se han convertido en bastiones del descontento con el nuevo poder instalado en Kiev, muchos políticos y tertulianos desfilan por televisiones ucranianas para calificar de "separatistas" e incluso "terroristas" a los activistas prorrusos del sureste.

"En esos canales promocionados por Kiev no dejan de decir que Rusia atacará de un momento a otro Ucrania. Nos atemorizan con que Rusia acumula tanques y aviones en la frontera. Pero en realidad, ni Rusia va a atacar Ucrania, ni los ucranianos van a luchar contra los rusos", subraya Alexandr.

Los más radicales en el sureste hablan de una brecha insalvable entre su Ucrania y las regiones más occidentales del país, a cuyos habitantes llaman despectivamente "banderovtsi", seguidores del ideólogo del nacionalismo ucraniano, Stepán Bandera, que colaboró supuestamente con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

"Mi padre volvía de la guerra, cuando ya habíamos ganado a los alemanes, y cuando el tren en el que iba con sus compañeros atravesaba Ucrania occidental, los 'banderovstsi' les disparaban desde el bosque", dice Nikolái, un taxista de Lugansk.

Historias como ésta, algunas ciertas y otras instigadas por la propaganda, primero soviética y luego rusa, no ayudan a cauterizar las heridas de una Ucrania dividida más que nunca estos días.

Tampoco ayudan las ideas de nacionalistas radicales como el partido Svoboda, que ha llegado a proponer, desde del Gobierno central en el que se integra, prohibir el ruso en los colegios y dejar de celebrar el Día de la Victoria de la Unión Soviética sobre la Alemania nazi.

Las declaraciones de "algunos políticos especialmente populares en Ucrania Occidental, como (Oleg) Tiagnibok o Irina Farión (ambos de Svoboda), que llamó 'criaturas' a los que estamos aquí, instigan y provocan el odio, para que los ucranianos del este y oeste nos odiemos", dice Vasili, conductor de ferrocarril.

Te puede interesar