Iniciativa Legislativa Popular por la abolición de la tauromaquia

En el Parlamento Catalán ha sido admitida a trámite una Iniciativa Legislativa Popular para la prohibición definitiva de los festejos taurinos con resultado de muerte dentro y fuera de las plazas.

Cuando no existen razones cabales y creíbles en las que apoyarse a algunos no les queda más que el recurso desesperado de tratar de convertir los despropósitos en argumentos y dentro de ese procedimiento, una táctica utilizada habitualmente de un modo torticero es mezclar conceptos independientes entre si para en esa confusión, desviar la atención de aquello que por si sólo es indefendible tanto desde el raciocinio como desde la ética. Y viene esta reflexión a cuento de las reacciones cargadas de visceralidad incoherente que ya están empezando a manifestar, en una evidente muestra de temor más que fundado, ciertos adalides de la tauromaquia ante la Iniciativa Legislativa Popular que pretende poner fin por la vía legal a los festejos taurinos celebrados tanto dentro como fuera de las plazas en Cataluña.

Este proyecto ha superado el primer paso al ser admitido a trámite por la Mesa del Parlamento Catalán y a partir de este momento se abre un plazo de cuatro meses, ampliable otros dos más, para lograr reunir al menos 50.000 firmas de apoyo. En caso de conseguirlas, que así será casi con total seguridad, tendrá que someterse al debate de enmiendas a la totalidad presentadas por los diferentes grupos políticos tras lo cual, convertido ya en Proposición no de Ley, volverá al Pleno para su discusión y la votación final. Es un camino largo pero que probablemente llegará a buen término; detrás quedan hitos tan importantes como prohibir la asistencia a las corridas a menores de catorce años y la declaración de Barcelona como “Ciudad Antitaurina”. En esta Comunidad se lleva tiempo intentando ampliar la Ley de Protección Animal con la inclusión del toro dentro de los supuestos en ella contemplados, una excepción que afecta a todo el Estado y que podrá responder a conveniencias económicas principalmente, teniendo en cuenta el poder de los nombres con intereses en este sector, un grupo reducido pero con gran influencia y ya sabemos que es la historia que se repite, unos pocos someten a la gran mayoría con sus decisiones, injustas y perjudiciales para el resto pero categóricas por las prerrogativas no escritas que les confiere su posición privilegiada; sin embargo dicha exclusión de los toros considerando espectáculo lícito, subvencionado y hasta cultural o educativo lo que en el caso de celebrarse con otros animales sería un delito de maltrato penado por la Ley no es sólo una incongruencia, sino que constituye la legitimación de un acto cruel, vergonzoso e incitador de la violencia sobre otros seres.

Y el dislate esgrimido y divulgado de forma consciente que más emplean aquellos que pretenden que la tortura de un animal se siga permitiendo, es querer hacer creer al resto de la Sociedad que si en Cataluña la voluntad popular decide poner fin a esta abominación sangrienta, responde al hecho de que lo consideran una ceremonia española y por lo tanto indeseable. El cronista taurino Zabala de la Serna, en un artículo escrito en ABC que rezuma intransigencia y fanatismo, utiliza el lastimoso recurso de denominar como “nazionalistas” a los impulsores de esta iniciativa, se olvida este ensalzador del tormento, que no hay mayor muestra de nazismo que el creerse superior sobre otras criaturas - con un sistema nervioso similar al nuestro como en este caso - y considerarse con el derecho de someterlas a todo tipo de padecimientos físicos para acabar matándolas. ¿Quién es el nazi, el “nazionalista” que quiere poner fin al sufrimiento absurdo de un animal o el que lo defiende, incita al mismo y lo enaltece, como hace el Sr. De la Serna?. Y eso sin tener en cuenta que entre los detractores de la tauromaquia los hay separatistas, centralistas, rojos, azules, ateos y creyentes, porque ocho de cada diez personas están en contra de las corridas y eso son unos cuantos más que los simpatizantes de ICV o ERC. Lo que ocurre es que en Cataluña existe la opción de presentar una ILP (Iniciativa Legislativa Popular) para instar a la Cámara Autonómica a debatir una Proposición no de Ley y eso debe de ser lo que en el fondo le duele a este Caballero, la posibilidad real de que el Pueblo halle un cauce para convertir sus deseos en realidad, lo que por otra parte no me extraña leyendo sus elogios hacia la COPE o José María Aznar y sus críticas a todo lo que huela a posturas progresistas.

A partir de este momento y a medida que avance el proceso, tendremos seguramente la oportunidad de ser testigos tanto de los ridículos montajes mediáticos que le gusta organizar a la Mesa del Toro, como de escuchar las voces que parecen surgidas de las cavernas, a juzgar por su defensa de la brutalidad, de aquellos que vaticinarán una catástrofe si se acaban las corridas; no olvidemos que estos valedores del sadismo no tienen el menor reparo en calificar la tortura prolongada y despiadada de un animal como cultura, educación, valor pedagógico y hasta seña de identidad. Tampoco faltará José Tomás por supuesto, esa especie de icono casi deificado, que lo mismo les vale para tratar de relanzar la Monumental de Barcelona que para colgarle la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, todo ello aderezado con una cicatería estudiada en su aparición en los medios para levantar mayor expectación y cómo no, sangre, mucha sangre y mucho peligro en sus actuaciones que ya sabemos que el morbo vende. Pero todo ese teatro, tanto fingimiento, esos golpes de efecto y una puesta en escena que no es más que una comedia pretendiendo maquillar una tragedia, no van a lograr que todos aquellos a los que les repugna ver como el hierro atraviesa el cuerpo del toro, contemplar lo espantoso de sus heridas y observar su agonía terrible mientras se ahoga en su sangre, cambien de parecer y se crean que una ceremonia tan cruenta, una muestra de encarnizamiento tan feroz, sea digna de seguir permitiéndose teniendo en nuestras manos la posibilidad de abolirla para siempre. Podrán ser muy grandes las bocas del Sr. De la Serna, de Pío García Escudero, de Luis de Grandes, de Victorino Martín o de Juan José Torres contándonos las excelencias del toreo y la necesidad de su pervivencia, pero mucho más grandes son los boquetes abiertos en la carne del animal durante esta tradición salvaje y mientras de aquellas brotan embustes y despropósitos, de estos mana sangre y con ella, la vida de un toro sacrificada de un modo horrendo para que unos cuantos se entretengan y otros pocos ganen dinero a costa de su sufrimiento.

Estoy convencido de que la Iniciativa que acaba de nacer en Cataluña va a ser efectiva y que durante el próximo año veremos el final – y ya era hora – de festejos basados en torturar y matar a un toro en una Plaza o en las calles de un pueblo. Pero sobre todo, lo que me llena de esperanza es pensar que a partir de ese momento el movimiento abolicionista va a contar con un referente fundamental y que como tal, se va a ir extendiendo al resto del País, si es que antes no viene dictaminado desde el Parlamento Europeo. Lo cierto es que a los defensores de esta violencia infame y sañuda les escuece la realidad porque van perdiendo terreno y son conscientes de ello; hace mucho que se quejan de que las plazas no se llenan, de que escasea cada vez más la afición, de que los medios de comunicación van dejando de retransmitir esta salvajada y ahora, utilizando como símil un artilugio que a ellos tanto les gusta, les llega la “puntilla” de la previsible erradicación de esta atrocidad en Cataluña. Nos esperan meses en los que podremos comprobar hasta qué punto estos individuos desprecian la voluntad de la mayor parte de los ciudadanos y al final, como siempre, nos dirán: “Pues al que no le gusten que no vaya pero que nos dejen en paz con nuestra Fiesta”, y es que todavía no han asimilado que en su Fiesta se tortura y se mata y ante eso la Sociedad no puede permanecer callada y consentir, porque se convertiría en cómplice de lo que dentro de poco va a ser considerado como lo que siempre ha sido: un crimen.

Julio Ortega Fraile

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