Tribuna

Los hermanos Prieto, tradición y vanguardia en O Carballiño

El año 2021 marca el centenario de la inauguración de una de las construcciones más emblemáticas de O Carballiño… el Nuevo Asilo. 

Aquella impresionante obra, que se inauguraba el 24 de junio de 1921, no sólo se convertía en el símbolo palpable de la solidaridad, en tiempos políticos convulsos, sino que también preconizaba la fiebre de lo que sería el delirium tremens constructivo durante el gobierno de Miguel Primo de Rivera en tierras del Arenteiro. A nadie se le escapa que, a este Hogar de Caridad, financiado con capital privado, le suceden, en apenas unos años, otras edificaciones sufragadas por la administración pública como el grupo escolar, inaugurado por el propio ministro Calvo Sotelo, o la plaza de Abastos, entre otros. Inevitablemente, este tipo de edificios cambia la fisonomía de la villa, en las primeras décadas del siglo XX.

Ya la ilustración alemana había debatido sobre cuál debía de ser el rol del Estado. Wolff pensaba que era una institución que tenía que intervenir en todas las facetas de la vida.

Ahora bien, la realidad histórica, una y otra vez, se imponía. En la mayoría de las ocasiones, no podía afrontar, en soledad, servicios esenciales, como la atención asistencial o la docente, de los grupos más desfavorecidos. Y ningún gobierno se atrevía a obviar ni a los mayores, porque ellos habían construido el presente sobre su pasado, ni a los jóvenes, porque representaban el futuro. Además, atender a unos y a otros, no nos engañemos, suponía rebajar la presión social. Por eso, desde posiciones divergentes, si bien se veían con preocupación los proyectos filantrópicos, en el fondo, de forma latente, se toleraban porque venían a cubrir parcelas a las que el Estado benefactor no podía llegar. Así se entiende que, incluso políticos críticos con la iglesia, celebrasen la Rerum Novarum. Veían en la encíclica de León XIII a un papa "socialista" que con la fórmula Non possumus…-No podemos…-, invitaba a todos a no vivir de espaldas a los demás.

El mensaje no dejaba de ser buena semilla para un campo que ya estaba abonado. Los hermanos Prieto -Adelaida, Severino, Juan María y Leandro-, tenían clara cuál era su misión. Las disposiciones testamentarias redactadas por Adelaida en Santiago, lo ponen de manifiesto. Establece que la casa natal de la familia se convierta en hogar para pobres.

Y sus hermanos le ofrecen la gestión a una congregación nacida hacía poco tiempo en Barbastro, análoga a la que ya existía en Francia con el nombre de "Petites Soeurs des Poubres". Ambas, se asemejan tanto, que la española, en 1882, se ve obligada a adoptar el nombre de Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Desde que la congregación llega a Galicia de la mano del cardenal y arzobispo de Santiago, Miguel Payá y Rico, que le había ofrecido, la gestión de una Casa Asilo, a lo largo del XIX, incrementa la presencia por muchos núcleos urbanos gallegos como Vigo, Pontevedra, Tui, Caldas de Reis, Ourense o Mondoñedo, entre otros. Llega a O Carballiño en 1901, y a Ribadavia en 1904. Incluso, más tarde, en 1910, se asienta en otras localidades, como en Sarria. En 1912, según una estadística que publicaba el Ministerio de la Gobernación, este Instituto atendía a más del 80% de los ancianos que estaban en asilos españoles.

En tierras del Arenteiro, se asienta el 1 de agosto de 1901. En menos de un año, el Ayuntamiento abre la calle Hermanos Prieto en el mismo lugar en el que se ubica su inmueble, y en la que, en 1903, se inaugura la iglesia. Aun así, es después de la muerte de Severino en 1910, cuando se proyecta construir un asilo moderno con capacidad para albergar a 100 personas de ambos sexos. El exmagistrado de las colonias españolas en América lega una fortuna para que se construya una colosal obra en la villa, bajo la supervisión de sus dos hermanos, el franciscano Juan María, residente en Santiago; y Leandro, presidente de la Audiencia de Las Palmas. El 20 de junio de 1915 se coloca la primera piedra. Y, no sin dificultades, en apenas un año, el trabajo de 120 obreros había permitido construir la estructura principal de un edificio que tenía 36 metros de fachada y 70 metros de fondo. La constructora, la familia Cerdeira, para hacer realidad el diseño del arquitecto compostelano López de Rego, tuvo que agudizar el ingenio. Había presupuestado la obra en 400.000 pesetas. Pero, los materiales, las vitrinas, las esculturas de Larrauri y el mobiliario la habían encarecido un tercio más de lo presupuestado.

Al año de inaugurarse aquella espléndida construcción, muere Leandro. Y, al igual que habían hecho sus hermanos, deja parte de sus bienes, esta vez, para que se habilite un colegio para pobres, dando preferencia a que fuese de niñas. En febrero de 1931, el obispo Cerviño, rodeado de su séquito, bendice las instalaciones. Desde ese instante, el Patronato Hermanos Prieto es titular de un asilo en el que vivían 90 ancianos y 16 monjas, y también de un colegio, regentado por el Instituto de las Religiosas Terciarias Franciscanas de la Divina Pastora, que, en 1924, ya disponía de 16 hospitales y 28 colegios en los que un total de 195 religiosas atendían a 7.323 alumnas matriculadas.

Hoy, desde el monumento que la villa, finalmente, le encargó a Larrauri, erigido en honor de sus benefactores, Adelaida, con su mirada, parece seguir protectora, vigilante y pendiente de que sus casas, no olviden cuál es su misión.

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