Ourense no tempo | Dando color a la vida: Pastor Fábrega Santamaría

La entrega de esta jornada de Ourense no tempo, ahora en vídeo

Uno de mis muchos defectos es el de que soy incapaz de hacer buenas fotografías, y por mucho que lo intento, tampoco hago buenos trabajos de edición. Esas carencias suelen generar admiración por los trabajos de otros en los que ves unos resultados espectaculares.

Fotografías cedidas por Isabel Fábrega, su hija, a la que agradezco su generosidad y amistad.
Fotografías cedidas por Isabel Fábrega, su hija, a la que agradezco su generosidad y amistad.

A día de hoy, amigos como Ana Iglesias o Santiago Rodríguez, por no hablar del maestro Fernando del Río, son de lo mejorcito que conozco tanto editando como fotografiando. Sin duda que ellos se aprovechan de los avances tecnológicos para su trabajo, pero aun así, desde mi humilde opinión, en la fotografía como en todos los campos del arte existe gente con un don especial. Eso es tal vez lo que impedirá que la tan de moda inteligencia artificial desbanque al arte; seguramente una máquina y sus algoritmos puedan hacer cosas fantásticas, pero o mucho me equivoco o jamás podrán dotar a sus obras de “alma”.

Forja.
Forja.

Hoy tengo la intención de recordar a una de esas personas: Pastor Fábrega Santamaría. O para ser más preciso, mostraros alguno de sus fantásticos trabajos. Nunca quiso dedicarse al tema de manera profesional, pero bien podría haberlo hecho. Su sensibilidad al disparar la cámara o enfocar era excelente, pero con estas fotografías queda claro que también dominaba las técnicas de coloreado y seguramente también de revelado. Pero vayamos por orden.

Bodegón.
Bodegón.

Las fotografías que hoy os muestro están coloreadas, pero no con técnica fotográfica, sino artística o, lo que es lo mismo, el color se ha dado de manera manual utilizando anilinas o acuarelas. Esa fue durante mucho tiempo la manera de dar color a las instantáneas por quienes no tenían acceso a técnicas costosas y complicadas. Cierto que en algunos países, como Japón, se coloreaban habitualmente las copias con albúmina para su venta a extranjeros. De esa época era el artista Kusakabe Kimbei, uno de los pioneros en el coloreado fotográfico, estábamos aún en 1912.

Pastor Fábrega.
Pastor Fábrega.

No fue hasta mediados de la década de los 60 que se popularizó el color en la fotografía. Agfa y Kodak la pusieron al alcance de “casi” todo el mundo. Perdonadme por ese “casi”, pero es que aunque los precios habían bajado, no todo el mundo podía permitirse cámaras, carretes, revelados y ya no hablo de objetivos, flash, etc. De hecho os recuerdo que Luis Sanjurjo, personaje adelantado a su tiempo, entre sus ideas de márquetin puso de moda el alquiler de cámaras (si comprabas carretes y le encargabas el revelado, te salía gratis o casi). 

En esa tesitura fue cuando Pastor Fábrega se adentró en el mundo de la fotografía. En ciertos aspectos tenía ventaja: por un lado, contar con la amistad de artistas como Prego de Oliver en el mundo de la pintura y Augusto Pacheco en el de la fotografía ayudaban, pero es que su padre, Luis Fábrega Coello, en su farmacia se convirtió en uno de los primeros distribuidores de Kodak en la provincia, y ya, desde hacía tiempo, en su rebotica se elaboraban productos magistrales para los fotógrafos: reveladores, fijadores, etc. Fórmulas que poco a poco se fueron convirtiendo en productos comerciales y con las que Pastor se familiarizó desde muy joven, incluso elaboró sus propias variaciones de las fórmulas 

Su hijo Pastor, coloreada.
Su hijo Pastor, coloreada.

La fórmula de revelado de Fábrega era muy parecida a la que después se comercializó por los grandes laboratorios.

Pero, como os comentaba antes, tener una buena máquina, papel y productos no era ni es suficiente, ni siquiera tener la paciencia o dedicar el tiempo necesario. En la fotografía, como en cualquier rama del arte, existe lo que unos llaman duende, otros sensibilidad, que no es más que ese toque maestro que separa lo normal de lo extraordinario. Fijaos en la colección de imágenes que hoy os muestro y quizás coincidáis conmigo en que es necesario fijarse para ver que están coloreadas a mano.

Su hija Isabel, coloreada.
Su hija Isabel, coloreada.

Me cuenta su familia que pasaba horas en su estudio, trabajando con meticulosidad, y el resultado demuestra que así era. También habría que recordar que el trabajo con anilinas no era nada sencillo, y con facilidad se podría caer en un excesivo uso del color. En el caso de Pastor, como veis, él intentaba que el color fuera lo más real posible, incluso en ocasiones podría pasar desapercibido. Por ello quizás también creo interesante comentar que Pastor, además de ser un muy buen fotógrafo, tenía gran habilidad con la pintura y el dibujo. De hecho, de sus “lápices o pinceles” tenemos aún hoy una de las mejores colecciones de caricaturas de personajes del Ourense de su época. Gracias a su hijo Pastor Fábrega Carballo se conservan y fueron objeto de una exposición en la IV Bienal de Caricatura de 1998. Pero ese tema será objeto de otro artículo en unos días.

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