Gallardón, que presidió el acto, dice que le enseñó a 'amar la música'

La Academia de Bellas Artes recuerda a Antonio Iglesias

Mesa presidencial, durante el acto de homenaje a Iglesias. (Foto: BAFFYPRESS)
La Academia de Bellas Artes de San Fernando tributó ayer un cálido homenaje al compositor y musicólogo ourensano Antonio Iglesias, fallecido el pasado 8 de octubre en Madrid.
En el acto estuvieron presentes sus hijas -María Antonia y Ana Iglesias- y estuvo presidido por el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, quien explicó que gracias a él aprendió a descubrir la música. 'Iglesias, con su carácter severo y su generosidad infinita, nos acogió y escuchó a todos. Y hoy muchos tenemos que agradecerle nuestro amor a la música, porque si él no nos hubiera abierto el camino, probablemente no hubiéramos llegado a entender a esos dioses de la creación', relató.

Pero fue el académico Tomás Marco el encargado de glosar la figura del musicólogo ourensano con una intervención en la que repasó su biografía, pero en la que también dejó traslucir el respeto y la admiración por el maestro de toda una generación de músicos. Recordó que siempre había ejercido de ourensano y gallego e ironizó con el día de fuertes lluvias que se vivió ayer en Madrid: 'hasta para celebrar su homenaje eligió una tarde como ésta'. Tomás Marco explicó ante un auditorio compuesto por más de un centenar de personas que Antonio Iglesias había sido un músico precoz, que había protagonizado su primera intervención musical con tan sólo 16 años y que la Guerra Civil fue un parón obligado en su formación como en la de tantos otros artistas de la época. Después se volcaría en su carrera de concertista, aunque lo dejaría todo cuando le ofrecieron dirigir el Conservatorio de Música de Ourense. Marco explicó que su actividad fue incesante y que muchos de sus proyectos continúan en vigor en la actualidad, como los cursos de Música en Compostela o la Semana de Música Religiosa de Cuenca.

El director de la Academia, el coruñés Antonio Bonet, cerró el acto relatando el lado más íntimo del pianista ourensano, destacando su profunda amistad, las conversaciones que siempre mantenían en gallego y su fidelidad a La Región, que leía diariamente.

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