“El aislamiento y la incertidumbre de los enfermos ha sido lo peor de esta crisis"

El primer caso de coronavirus en la provincia se diagnosticó el 8 de marzo. Más de dos meses después, Dolores Díaz, médica de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del CHUO, analiza la evolución de la respuesta sanitaria y recomienda no bajar la guardia. "Las medidas de prevención son la única arma que tenemos para contener el virus", asegura. Tras dos meses, ¿ha evolucionado el tratamiento? Todavía falta conocer el resultado de todos los estudios que se están realizando. Aún no sabemos si los fármacos que damos están influyendo en algo o esos enfermos evolucionan bien o mal independientemente del tratamiento. No tenemos un antiviral eficaz, de momento. Lo ideal sería tener un fármaco antiviral que le pudiéramos dar a todo paciente diagnosticado, tuviera pocos o muchos síntomas, para frenar la replicación del virus, evitar que desarrollara la enfermedad y también el riesgo de trasmisión. Pero la situación global sí ha mejorado. Menos ingresados, menos pacientes en UCI... Tenemos más conocimiento sobre la enfermedad, podemos identificar precozmente qué pacientes pueden ir mal y prevenir las complicaciones. Hay parámetros analíticos que cuando lo diagnosticamos o lo seguimos nos pueden indicar que tiene bastante riesgo. Es decir, vemos que la persona tiene un poco de insuficiencia respiratoria y los parámetros un poco alterados, pues podemos sospechar que ese va a ir mal. Ahí sí que se ha visto que si le damos un tratamiento que disminuya esa cascada de inflamación, en general, no desarrollan insuficiencia respiratoria y no requieren ir a la UCI. Eso es en lo que hemos mejorado, en saber en qué momento hay que dar qué tratamiento, aunque no sea del todo eficaz pero sí disminuye la capacidad de replicación viral. ¿Qué pacientes continúan graves? En general los pacientes que están ahora en la UCI son pacientes que están desde el principio y han tenido muchas complicaciones, ahora es muy raro que entren directamente en críticos, salvo que llegue muy malito y sea imposible frenar la cascada. Conocer la enfermedad y saber qué cosas podemos prevenir ha sido muy importante para disminuir la mortalidad, por ejemplo. La mayoría de pacientes que se está muriendo es porque tuvieron alguna complicación o son pacientes mayores que se descompensan fácilmente. Hace mucho que ya no vemos pacientes jóvenes que desarrollen la enfermedad grave. ¿Cómo se enfrentó el servicio a la epidemia al inicio? Al principio no sabíamos las complicaciones que tenían los pacientes, de repente estaban bien un día y al día siguiente estaban muy mal. No sabíamos porque unos se curaban y otros, con los mismos factores de riesgo, se ponían muy malitos y tenían que irse a la UCI, o por qué había personas jóvenes asintomáticas y otras desarrollaban una enfermedad grave. ¿Ha sido la época más dura de su trayectoria profesional? Esta época fue muy impactante, porque fueron muchos enfermos de repente. Pero yo viví la época inicial del VIH, fue muy dura, afectaba a gente muy joven, tenían una complicación tras otra... Tú sabías que si a alguien le diagnosticabas el VIH se iba a morir, sí o sí. El coronavirus no, afortunadamente el 80% de los casos han sido leves y la gente se ha curado, aunque con muchas secuelas, más de las que deberían. Lo peor de esto ha sido el contexto social en el que los pacientes han tenido que estar, el aislamiento. Aunque no sea una enfermedad grave la han tenido que vivir solos, tuvieses lo que tuvieses te tenías que enfrentar tú solo. La incertidumbre. Claro, de no saber si evolucionaré bien, evolucionaré mal, si me voy a la UCI me voy a despertar... Ahora nos queda mucha labor de revisar a la gente, de ver si está bien, si le han quedado secuelas… Es necesario que la gente se vaya olvidando de esta situación que ha vivido dramática, tanto para los pacientes y para nosotros, que no podíamos ayudarles muchas veces porque no podíamos visitarlos cuando queríamos. Podíamos entrar en la habitación, como mucho, dos veces al día.