LEY DE DEPENDENCIA: QUIÉN CUIDA AL CUIDADOR

Cuidadores: Vidas entrelazadas

2019102707243627304
photo_camera Susana Varela y Felipe Fraile posan el jueves en el centro de día de Cruz Roja en la ciudad. (Foto: José Paz)
El alzhéimer del marido de Susana Varela no les ha truncado su maravillosa historia. Dos ictus lleva la madre de V.C, que se confiesa "desbordada". Son dos rostros de la realidad de las cuidadoras, un pilar vital de la dependencia.

Los cuidadores son esqueleto y corazón de la atención a los dependientes. Ahí están siempre, entre burocracia, trámites, papeleos, retrasos, idas y vueltas. La gran mayoría son mujeres y casi todas no profesionales –si el IGE decía que en 2017 había casi 20.000 personas cuidando a un familiar en Ourense, apenas 300 cotizan a la Seguridad Social–. Parejas, hermanas, hijas, nietas o sobrinas. Susana Varela y V.C. son dos de ellas. Ambas emplean el centro de día de Cruz Roja en Ourense, que les ofrece apoyo y un respiro. Ambas son dos rostros de la misma historia. En etapas y circunstancias completamente diferentes.

Varela viene con Felipe Fraile, su marido. Con alzhéimer desde hace 5 años. Continúan su historia de amor iniciada en unas vacaciones en Benidorm hace dos décadas. V.C. tiene los síntomas del síndrome del cuidador quemado. Se jubiló y al poco su madre se fue a vivir con ella. Desde entonces, dos ictus y ahora la carta encima de la mesa con una libranza de la Xunta para ingresarla, o no, en una residencia privada. "Mi historia no es tan bonita como la de ellos".

Susana y Felipe se conocieron por culpa de unas medusas. "Hubo una invasión y me picaron. Me tuve que quedar en la piscina del hotel con mi hermano y mi cuñada. Él, viudo como yo, no quería estar solo. Había llevado a una amiga para que le hiciera de Celestina. 'Oye, me gusta a mí esa chica que anda ahí –yo tenía 51 años de aquella–'. Le dijo que ya me tenía el ojo echado. Eso fue a finales de agosto. Me volví a Ourense y él a Madrid. Pero el teléfono ya no paraba. En septiembre vino a visitarme. La primera foto tras el parto de una nieta mía la hizo él. Y en diciembre nos casamos. Un cuento de hadas", define Varela, que de momento no ha pedido la dependencia. "Hablé con la trabajadora social. Me apaño en Cruz Roja, son formidables". 

Mientras habla su mujer, Felipe le mira con una sonrisa y le propina una patadita por debajo de la mesa. Coge mi móvil. Fue profesor de informática toda su vida. "Un cerebrito. Me tocó la lotería con esta gran persona". Salta Felipe:

-"¿Te tocó la lotería?"

-"Sí, contigo" 

-"¿El gordo o un reintegro?". 

Arrecian las risas. "Te partes con él. Las pullitas le siguen quedando...", explica Susana mientras se despide de su marido. Como todos los días, Felipe le da dos besos en la mejilla. Y de postre, uno en la nariz.



Teleasistencia, un cuidador al otro lado de la línea

Los actores implicados acentúan la importancia del servicio de teleasistencia, erigido como apoyo clave  para las personas dependientes, que en muchas ocasiones viven solas. También como un respiro para sus cuidadores familiares. Cruz Roja da este servicio en la provincia a personas dependientes a través de un convenio con la Xunta.

Fuera del sistema de dependencia -ya sea por estar esperando por la evaluación o la adjudicación del servicio, o bien por no cumplir los criterios autonómicos- la Diputación ofrece un servicio propio . En estos momentos atiende a 1.953 usuarios. De ellas, el 80,6 por ciento son mujeres. La institución provincial sufraga los gastos íntegros del servicio, disponible en todos los concellos excepto la ciudad.

Te puede interesar