La Audiencia juzga a cuatro personas por el robo en el que hirieron al ex dueño de La Coruñesa

El asaltante de un hostelero dice que disparó por accidente

Santiago E.A., de pie, junto con los otros tres acusados, ayer en la Audiencia. (Foto: MIGUEL ÁNGEL)
Cuando Manuel Oliveira, ex propietario de la cafetería La Coruñesa, salió aquella mañana del 12 de mayo de 2009 de su casa para acudir al trabajo, estaba lejos de saber que recibiría un tiro en el costado izquierdo.
Aunque en realidad se hallaba a pocos minutos de que una bala se le alojase en el bazo. Aguardaba al ascensor cuando dos encapuchados, detrás de quienes se ocultaban Santiago E.A. y Rubén S.B. -juzgados ayer en la Audiencia junto a Marta C.C. y Juan José C.G. por el asalto al hostelero-, surgieron de la oscuridad del portal y 'me pegaron con una maza en la cabeza. Comencé a gritar 'auxilio, policía' porque vi el final de mi vida', declaró la víctima. Esos gritos iban a resultar decisivos porque alertarían al vecindario. Pero entretanto la policía no llegaba, Oliveira vivía un calvario. 'Me metieron en casa, me ataron, amordazaron y me pidieron que les dijera dónde guardaba el dinero o si no me pegarían un tiro'. Mientras Rubén S.B. buscaba el dinero por la casa, Santiago E.A. lo encañonaba. La víctima le señaló un bolsillo, del que el asaltante extrajo 935 euros, que le parecieron pocos (si hubiese registrado el otro bolsillo, hallaría otros 5.000), y 'en ese momento me disparó'. Aunque Oliveira consiguió bajarle el pasamontañas, y descubrir en su rostro el de un cliente que hacía dos días había estado en su cafetería. ¿Casualidad? El acusado dijo que sí. La fiscal, en cambio, no dudaba que aquella visita a La Coruñesa formaba parte de la hoja de ruta que iba a desembocar en el robo días después.

El autor del disparo, único de los cuatros acusados que consintió en responder a las preguntas de las acusaciones, hizo otra lectura de los hechos. Antes de dar el golpe, se había reunido con sus compañeros en Santoña. Acababa de salir de prisión y quería hacer un viaje con el dinero ahorrado en la cárcel. Había dos opciones: 'O íbamos a Barcelona o a Ourense, a las termas y a pegarnos una fiesta'. Hubo fiesta... sangrienta. La madrugada del día 12, Santiago aseguró haberse inyectado ocho gramos de cocaína, tomado más de 10 pastillas y fumado heroína. Con este cóctel en el organismo, visitó el barrio chino, donde 'compré una pistola hecha polvo por 200 euros. No pensé que funcionase. Parecía prehistórica'. Ya tenía en mente robar a Manuel Oliveira. En compañía de Rubén E.A., mientras los otros dos acusados dormían en un hotel de la ciudad -Marta C.C. conocía a la víctima y habría facilitado información sobre la misma a los ejecutoras del robo-, se presentaron en su casa. Cuando lo reducían, 'se me disparó la pistola. Fue accidental. Sólo quería intimidarlo'.

En pocos minutos llegó la Policía. Al advertirlo los acusados, según la versión de agentes y la víctima, Santiago E.A. se asomó a la puerta, sacó el brazo y realizó dos disparos. Luego, cerró y se parapetó detrás de la puerta. El policía más veterano de los seis que habían acudido, respondió con otros dos disparos.'Nos gritó -dijo el agente- que nos marchásemos o mataría al rehén. Yo le dije que no tenía prisa, y que sería él quien saldría primero por aquella puerta'. En efecto, pocos minutos después, arrodillados y con las manos en alto, se rindieron. El juicio continúa esta mañana.

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