La banca excluye a los mayores: "No tenemos por qué mendigar atención"

photo_camera Una pensionista ourensana denuncia los problemas que se encuentran en los bancos para ser atendidos. Señalan que se "ha perdido el contacto humano" y que les piden hora para poder ser atendidos.
Estampas tan cotidianas como ver sufrir a un anciano que se pelea con su libreta para realizar una gestión bancaria en el cajero, mientras nadie le atiende ni le presta ayuda, indignan a los ourensanos. Reclaman una atención más “humana”.

La petición de Carlos San Juan, valenciano jubilado, a entidades como Banco Santander, BBVA, Banco Sabadell o el propio Banco de España, a los que acusa de “olvidarse de las personas mayores”, acumula medio millón de firmas en Change.org, y ya consiguió que el Ministerio de Economía contactara con él. Muchos ourensanos concuerdan con San Juan en su crítica al cierre de oficinas, las dificultades de uso de los cajeros y la escasez de trabajadores en las sucursales. Están de acuerdo también con el eslogan de la campaña, “Soy mayor pero no idiota”, para criticar la reducción de la atención. Las personas mayores solo consiguen capear el temporal si cuentan con algún familiar que les asista.

La ourensana Maricarmen Martínez, economista jubilada, añade que “hay muchísima gente de mi edad que no disfrutó de la oportunidad de aprender a usar las nuevas tecnologías, y no tiene por qué mendigar atención en un banco y solo recibir desprecio. Donde había tres empleados, ahora hay uno. Estamos desatendidos. Me indigna cuando veo un anciano peleándose con una libreta en el cajero”. 

David González asegura que “el trato es muy malo. Esta mañana tuve que acudir a varias oficinas en la ciudad para solicitar una gestión. Ni me imagino lo que sufren los pobres abuelos. Se está deshumanizando todo, con una falta de personal que obliga a esperar en la cola. Mientras, puedes comprobar las ganancias que tienen los bancos. Y, como guardar el dinero en el colchón es peligroso, tenemos que adaptarnos”, lamenta. 

Nelson Carballo explica antes de entrar en una oficina bancaria que  “ahora todo es más complicado”, así que ayuda a sus familiares de mayor edad. “Me llaman, por ejemplo, para hacer un ingreso, porque está todo informatizado y no se entienden con los aparatos”, precisa. Carballo pertenece de una generación  más joven y familiarizada con tecnologías que le permiten “agilizar los trámites”. 

Roberto Fernández es autónomo. Concretamente, profesor de autoescuela. Aunque realiza casi todas las gestiones por internet, en esta ocasión acudió presencialmente a una de las sucursales del centro de la ciudad. “Hay cierta deshumanización”, reconoce, dentro de un proceso en el que “las personas mayores van desapareciendo y muriendo y quedan las generaciones más jóvenes, que sí controlan las nuevas tecnologías”

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