Un vecino de Melón guarda en su casa un gallo de Barcelos que le cayó literalmente del cielo. Un globo de helio elevó a la estratosfera este símbolo portugués, que recorrió 130 kilómetros para caer en plena Serra do Faro.

De Barcelos a la higuera de José

José Solleiro con el gallo que vino de Barcelos (Foto: Martiño Pinal)
Aunque parezca increíble, un joven emprendedor portugués y sus colaboradores recuperaron un gallo de Barcelos que habían lanzado al espacio y que tras un recorrido de casi dos horas por la estratosfera fue a parar a la higuera de José Soalleiro, un vecino de la aldea de Vivenzo, situada en la Serra do Faro, en el municipio de Melón.
Eran las tres de la tarde de un día de finales de julio cuando José escuchó un ruido y su perra ladró, no se imaginaba lo que estaba a punto de descubrir: un globo con una caja colgando se había enredado en la higuera de su patio. No sabía lo que era, pero no se asustó en absoluto a la vista del artilugio, que recogió y examinó con detenimiento, comprobando que contenía dos cámaras, pilas y antenas.

'Enseguida me din conta que debía ter algo que ver cunha universidade portuguesa e algún experimento', indicaba el vecino, que intentó contactar vía telefónica con un número que figuraba en el interior de la caja, sin conseguirlo.

Un pariente suyo, Delfín Soalleiro, fue el primero en ver a los cinco forasteros que 'non tardaron nin dúas horas en chegar, levaban un aparato cunhas antenas e xa me din conta que andaban a buscar o galo'. Y así fue como José salía a su encuentro y les entregaba el material que había guardado.

La iniciativa fue de Marco Neiva, que contó con varios colaboradores, incluidos ingenieros aeroespaciales de Lisboa y artesanos que utilizaron un metal ligero para hacer el gallo de Barcelos, todo un símbolo nacional en Portugal.

Gracias a un globo de helio, el gallo subió a más de 33.000 metros de altitud y recorrió 130 kilómetros desde Barcelos a Vivenzo. La casualidad le hizo caer en la propiedad de este vecino y no en cualquier lugar escondido de la gran Serra do Faro, como sería lo lógico.

A José Soalleiro le queda un grato recuerdo de la experiencia y también el gallo de Barcelos, que le regaló el equipo.

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