Manuel y Antón exponen juntos su obra, que muestra su dispar concepción de la vida artística

Los Buciños, una familia entregada al arte

 Los ourensanos Manuel y Antón Buciños posan con una de las esculturas que engalanan el jardín y el taller artístico familiar. (Foto: E.D.)
Ambos son artistas. Uno tiene 38 años y el otro 71. El primero se decanta por la pintura y la fotografía, el segundo por la escultura. Uno es el padre y el otro es el hijo. Son Manuel y Antón Buciños, dos ourensanos que no necesitan presentación.
Si Manuel no fuera escultor sería ‘carpintero’ y si Antón no fuese pintor sería ‘campesino’. Lo cierto es que los dos, padre e hijo, son artistas y llevan el mismo sobrenombre, que con el tiempo se ha convertido en apellido, ese es Buciños. Una palabra que al escucharla se le relaciona inmediatamente con el mundo del arte.

Tan parecidos como diferentes, ambos comparten actualmente una exposición en la Sociedad artística ‘La Troya’, aunque su concepción del arte es dispar. La del padre es gallega ‘y de savia ourensana’. La del hijo es más ‘internacional’, su concepto de la pintura y de la escultura no se estanca ni se encierra, en realidad supera fronteras.

Para Manuel, el padre, su primer contacto con el mundo del arte fue el taller de carpintería que funcionaba como negocio familiar, donde según recuerda ‘me ilusionaba tallar la madera e ir creando formas’. Sin embargo, su hijo no mostró tanta iniciativa en la labor de su padre. ‘Antón no era como yo que, desde siempre, quise seguir los pasos de mi padre, a él la vocación le vino de repente’, sentencia Manuel.

El padre del clan Buciños dice que su principal preocupación es ‘comunicarse con la gente de forma directa’, a través de ‘temas eternos’, como ‘el abrazo, la maternidad, el cariño y el amor’. Por el contrario, Antón se define como un artista ‘que parte de la universalidad’.

‘En realidad, no hay tanta diferencia entre mi padre y yo’, dice el hijo, ‘pues lo que buscamos es lo mismo, sólo queremos comunicarnos’. El padre niega cualquier influencia sobre su heredero, aunque afirma que si algo le ha contagiado es el valor de la ‘honestidad’, pues ‘un artista no puede andar por los despachos de los políticos pidiendo espacios para exponer’, puntualiza.

Antón comparte la opinión de su progenitor. ‘Él nunca me ha impuesto sus tendencias’, dice. Pero su influencia es evidente, pues recuerda que cuando era niño por la casa desfilaron literatos, artistas e intelectuales ourensanos de gran nivel, todos amigos de su padre, como José Luis de Dios, Blanco Amor o Celso Emilio Ferreiro, ‘gente a la que yo en el fondo no le daba importancia’, aclara.

Antón rememora que en aquella época, cuando estaba en clase con sus compañeros y ellos se enteraban de que su padre era escultor, ‘se sorprendían, mientras que yo lo veía como algo normal, pues consideraba a mi padre como una persona que trabajaba en casa como cualquier otra’.

Pero... ¿superará el hijo al padre?, pregunta el extraño con grabadora en mano. Antón se lanza a la respuesta con gala de humildad. ‘No busco superar a mi padre, pues ya me pasó eso de querer ser alguien; además, yo soy como él, trabajador y poco ambicioso’.

Por el contrario, Manuel desea que el alumno supere al maestro, incluso vaticina con que Antón lo logrará, ‘pues el listón no está tan alto, por lo que espero que viva del arte como yo, a pesar de que la situación actual es muy complicada’.

Por último, una coincidencia entre ambos, la situación actual del arte está en una ‘encrucijada’. Manuel no duda en señalar a los culpables: ‘La culpa la tienen los gurús de las galerías que quieren imponer sus bases de lo que debe ser el arte, excluyendo el tradicionalismo’, concluye.

EL CARA A CARA

El padre y el hijo de la familia Buciños se encaran en un frente a frente en el que sus secretos más custodiados pueden salir a la luz. Un fuego cruzado en el que Manuel habla sobre Antón, y viceversa. Seis preguntas directas que dejarán al descubierto lo que piensa el procreador sobre su vástago, y el sucesor sobre su progenitor, todo, claro, partiendo de la sinceridad.

¿Cuál es su mayor cualidad como persona?

Antón Buciños: La mejor cualidad de mi padre es el apoyo que siempre da a su familia en cualquier situación que se presente.

Manuel Buciños: Su carácter familiar, pues es un hijo que sabe convivir con los miembros de la familia, y eso me llena de orgullo.

¿Cuál es su mayor defecto?

A.B: Que es una persona muy cascarrabias y siempre busca la perfección. Lo cierto es que tiene un carácter muy fuerte.

M.B: Creo que eso es mejor no contestar (risas). Creo que el mayor, es el hecho de que no tiene defectos que surjan a simple vista.

¿Qué es lo más destacado que observa en su arte?

A.B: La sensibilidad que tiene de las cosas y la manera que posee para poder expresar y darse a entender ante el público.

M.B: El concepto artístico que tiene, pues su arte parte del carácter personal para fundirse en la universalidad.

¿Cuál es la frase o consejo favorito que siempre da?

A.B: Desde niño me ha repetido: ‘Haced las cosas bien, porque cuesta lo mismo hacerlas bien que mal’.

M.B: Más que un consejo, Antón siempre tiene una sonrisa con la que dice: ‘Hola qué tal, espero que todo esté bien’.

¿Qué es lo que más le saca de sus casillas?

A.B: Que la gente sea terca y no esté abierta a distintas opiniones, especialmente si son temas artísticos.

M.B: Que le cambien el vino cuando estamos comiendo en casa o en un restaurante. Es curioso pero eso realmente lo enfurece.

¿Cuál es el valor que más promueve?

A.B: El cariño hacia su familia y hacia la gente que lo rodea y que siempre ha estado junto a él a lo largo de los años.

M.B: La amistad y la buena convivencia. Mi hijo es una persona que siempre promueve el diálogo como medio de aprendizaje.






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