Por segunda semana consecutiva el ocio nocturno abrió sus puertas y el botellón estuvo a punto de volver. Más allá de las 3 de la madrugada -la hora de cierre- numerosos grupos se dirigían, bolsa en mano, en busca de un “after” al aire libre donde poder seguir bebiendo. Sin embargo, hallar una zona para ello fue misión imposible. Patrullas de la Policía Local, Nacional y Autonómica situadas en varias plazas del centro y otros puntos críticos observaban los movimientos de la gente. No dudaban en lanzarles flashes disuasorios con los faros o incluso bajarse del coche si la cosa “se ponía fea”. Pero, sin duda, la medida más eficaz, la que acabó de un plumazo con rezagados o fiesteros ansiosos de más fue el camión de los servicios municipales de la limpieza.
Así, a las 3,05 horas del sábado, Vinos se convirtió en una pequeña Venecia. Calle arriba, calle abajo, el camión “disparaba” agua sin discriminar. Se mojaron incluso los que esperaban en la cola para comer algo antes de llegar a casa.
Patrullas policiales vigilaron las plazas y lanzaban flashes ante cualquier comportamiento reprobable
Con esto y los efectivos de vigilancia, el botellón no consiguió volver a la ciudad. No se pudo evitar, sin embargo, que se celebrasen fiestas privadas en los edificios, por lo que se registraron algunas llamadas por ruidos.
Momentos previos al desalojo de las calles, cuando todavía se podía entrar en los locales, había mucho movimiento. La mayoría de pubs hicieron pleno, el conteo de gente en el interior para dejar entrar a la que llegaba nueva era incesante. La mascarilla no quedó en el olvido: algunos establecimientos tenían personal que cada poco comprobaba que estuviesen bien puestas.