“Hace ocho años que no paseo por Caracas”, confiesa Amparo González, celanovesa afincada en la capital venezolana

El caso de Juan Soto vuelve a activar las alarmas entre los emigrantes

Hablar de emigrantes en Venezuela es hablar de miedo, de precaución y de silencios. La violencia es un secreto a voces que padecen a diario los miles de gallegos que residen en el país y que, ni tan siquiera a miles de kilómetros de allí, son capaces de hablar abiertamente. José Fernández y Amparo González no tienen miedo.
Llevan más de medio siglo en el país que consideran su casa, pero reconocen que cada día la idea de regresar a su Celanova natal, está cada vez más presente en sus conversaciones. 'Ya estamos jubilados, pero allá esta la familia y si ellos no dan el paso, nosotros tampoco', confiesan en una situación que se repite en el ciclo de la emigración gallega.

La diferencia es que en Venezuela hace mucho que no hay vida. Las reuniones familiares se celebran en la intimidad de las viviendas y las salidas se reducen a los vigilados recintos de las hermandades y demás sociedades gallegas. 'Hace ocho años que no paseo por Caracas', confiesa Amparo González al principio de la conversación. Jóvenes o mayores, ricos o humildes, las costumbres de los emigrantes comienzan a tener el mismo patrón.

'De casa al trabajo y del trabajo quizás a la hermandad, uno de los pocos sitios donde uno está tranquilo', relata José Fernández, quien añade que 'hoy, vas a las once de la noche a un restaurante a cenar y ya hay poca gente, pero es que a las doce, cuando terminas, miras a tu alrededor y ya estas solo'.

Tocan madera cuando cuentan que, personalmente, la familia no ha sufrido ningún secuestro. Pero cada día el cerco se estrecha más en amigos y parientes lejanos. 'A la cuñada de mi sobrina la sorprendieron saliendo de misa. Ella tuvo suerte, la hija de unos amigos portugueses falleció en manos de sus captores y eso que pagaron rescate. Cada caso es un mundo', coinciden.

CIFRAS OFICIALES
El pasado agosto, se hacían públicos los datos oficiales de la 'Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de la Seguridad Ciudadana', elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), y que cifraba en 19.133 asesinatos y 16.917 secuestros en el año 2009. 'Si esos son los oficiales, imagínese aquellos casos, sobretodo en raptos express o programados, que no se entera ni la propia familia', matizaban fuentes de la embajada española en el país, donde extraoficialmente reconocen que el incremento de casos entre la comunidad española (y gallega en particular) comienza a ser preocupante.

'No es que haya un número elevado, pero el goteo de cifras que nos llegan comienza a ser alarmante'.

Precisamente un grupo de ex-socios de la Hermandad Gallega de Caracas, que hace varios años que tienen su domicilio en el valle de Ramirás, comentaban a raíz del caso de Juan Soto Fernández que en el último año y medio, se han producido cinco casos de secuestros en familias de socios de la hermandad. 'Después del revuelo mediático que se creó esta semana, respiramos con la liberación de Chino', confesaban.

Y es que en Venezuela, los secuestros no salen en los medios de comunicación. La primera medida que toma la familia del secuestrado es establecer un pacto de silencio entre todos sus miembros con el objetivo de no enturbiar las negociaciones. 'Allí, si hablas con los medios o si los secuestradores se enteran de que has avisado a la policía, ya no tienes nada que hacer', reconocían.

Aunque el verdadero silencio llega a la hora de buscar la fuente del delito. 'El problema está en el entorno', generalizaban evitando hablar del tema.

Te puede interesar