Aquella ciudad no era esta

El valor de las palabras es nulo Es enternecedor leer las últimas opiniones sobre el proyecto de la estación del AVE, pero la ternura se convierte pronto en tedio. Esta semana el Ministerio de Transportes anunció la aprobación del estudio informativo de la terminal, lo que significa que queda tela hasta que ahí se haga algo. Los cargos de esta sinecura descruzan los brazos de vez en cuando para aparentar que hacen algo. En este laberinto de la ignominia nos tienen desde al menos el año 2007, esperando que se aclaren sobre el modelo de integración ferroviaria. Con visionarios así, las pirámides de Egipto estarían hoy sobre el papel. Hubo quien propuso que la estación del AVE se ubicase en Taboadela (sí, sí), hay quien apuesta por mausoleos y el término medio se fue al carajo. Salen los Villarino amagando con capitanear una rebelión socialista contra el proyecto del gobierno de Sánchez mientras en Madrid preguntan y ese quién es. El portavoz del PSOE en el Concello, contagiado de una ourensanía digna de mejor causa, se extraña de que el ministro Ábalos haya dicho una cosa y la contraria con respecto a la estación. Y salen los Jesús Vázquez a sostener el fiel de la balanza como si su partido, el PP, no fuese el de la yenka: ahora exijo que se entierren las vías y una estación de fuste, ahora me valen en superficie y una terminal con tejado de uralita. Y, claro, Jácome también entró a la refriega. Sus palabras, con ser las del alcalde, tienen ya el valor de las de sus colegas del PP y del PSOE, su exsocio de facto y su exsocio interruptus, respectivamente. Ninguno. Algo más que una simple adivinanza Hay una capital de provincia que resolvió el debate de su estación muy rápido. Se hizo una sobria intervención, sin alharacas, buscando la funcionalidad y el respeto a lo construido, y el acuerdo llegó pronto. Y fueron a lo mollar. Su alcalde negoció con Adif los terrenos liberados para crear un asentamiento de empresas tecnológicas. Sus empresarios crearon una entidad que capta inversores y, a la vez, demanda espacios de desarrollo a las instituciones. Los comerciantes se propusieron hacer una marca que identifique la ciudad y reorganizaron su modelo de negocio para captar visitantes, incluso los sábados por la tarde. Los hosteleros protagonizaron una campaña con sus productos endógenos y expandieron por su mercado potencial las bonanzas de sus productos. Los inmobiliarios promovieron bolsas de viviendas con precios competitivos para captar nuevos pobladores. El patronato de turismo tomó todas esas iniciativas y se fue a venderlas a los mercados emisores. Aún no había llegado el AVE y nadie preguntaba cómo serán los alicatados del baño de la estación. Todos se lanzaron a por las ventajas competitivas del AVE, perfilando una estrategia. ¿De qué población hablamos? Les doy una pista: ni el alcalde, ni la organización empresarial, de comercio, de hostelería, de inmobiliaria o de turismo son las de Ourense. Llegan con el dedo índice descansado En alguno de estos colectivos se está para ganar visibilidad en espera de alguna paguiña institucional. Mientras tanto, mi reino por una foto. No hay que culparles. La principal libertad es la del estómago, como hemos defendido en otras ocasiones. Cuando se está pendiente del subsidio no se puede cuestionar que la oportunidad del tren trasciende al diseño de la estación. Lo que sí es difícil de creer es que le vaya bien a una provincia que consiente retrasos en sus proyectos, que no propone iniciativas nuevas para captar inversiones. No puede irle bien a Ourense si un año más es la única provincia gallega en la que cae en inversión pública, en la que la mayoría de las obras previstas son calderilla. Después de unas vacaciones parlamentarias de algo más de un mes sus señorías ourensanas han vuelto al Congreso y al Senado con el dedo índice lustroso para votar amén. Regresan a Santiago probos representantes a interesarse por obras de mantenimiento, no de transformación. Aquí no queda nadie que les ponga los deberes, que haga valer el peso de la representación. Por lo tanto, hacen bien en demostrar que con su concurso, las cosas empeoran. Como en la Ley de Murphy. No hay quorum para otro coche Si a algo está acostumbrada esta provincia es a conformarse con poco. Basta ver cómo en el gobierno municipal de la ciudad es cosa de tres. Llega con percibir cómo hay quien cree que los otros 24 concejales de la corporación sobran. Claro, lo que pasa es que de los tres que gobiernan, uno está enfermo y no se puede celebrar la junta de gobierno porque no hay número mínimo. Y por eso no se pueden pagar las facturas, ni dar licencias, ni firmar contratos, ni resolver reclamaciones... Y lo que es peor, el alcalde no podría contratar otro coche. Peugeot 2008. Azul, como los otros. Para cuando te moleste la mascarilla Desde el fondo de un auditorio una chica se quejaba de las molestias de la mascarilla y que además le restaba libertad. En la mesa del conferenciante una profesional del Complexo Hospitalario le dijo, más o menos, lo siguiente: "He estado esta mañana en la UCI viendo como a un paciente le daban la vuelta para que se esponjasen sus pulmones. A su alrededor un montón de profesionales jugándosela y equipos conectados para salvarle la vida. ¿Y ahora vienes tú y dices que te molesta la mascarilla?" He rememorado de nuevo el episodio al ver esta imagen de la UCI hospitalaria. El portafotos Francisco Rodríguez fue alcalde de Ourense entre 2007 y 2012, "o noso Paco" por su campechanía. Vio como en septiembre del 2012 se cruzó en su vida la jueza De Lara, de cuyas andanzas han corrido ríos de tinta. Imputado en aquella famosa Operación Pokemon, Paco de Palmés tuvo que irse y desde entonces aún espera saber de qué se le acusaba. En días pasados se conoció que otros colegas del exregidor ourensano, casos del exalcalde de Lugo, López Orozco, y del exsecretario de los socialistas gallegos, José Ramón Gómez Besteiro, quedaron "desimputados" por otros casos investigados también por la ínclita magistrada. Dicen que la sombra de Besteiro puede proyectarse de nuevo sobre la sede del PSOE gallego para susto del actual inquilino, Gonzalo Caballero. O noso Paco, decíamos, sigue a lomos de unos pocos fieles mirando al horizonte tratando de adivinar si el desierto tiene fin. El excalde ourensano lleva ya muchos años en una situación que desgasta al más gallardo. Una vez que el castillo de naipes que montó De Lara se viene abajo, un mohín de consuelo se dibuja en el rostro de Paco. Pero no debemos olvidar que quien le laminó, le apartó como un apestado, le cortó la coleta política sin sentencia fue su propio partido, que para pasar a cuchillo algunos socialistas son peores que De Lara.