Historias de un sentimental

Conversaciones con Gutiérrez Mellado cuando vino por aquí tras el 23-F

Al conmemorarse el Día de la Constitución tras el 23-F de 1981, el Gobierno consideró que, tras aquel episodio, era preciso dar especial realce a la fecha del seis de diciembre, porque era conveniente intentar borrar de la memoria colectiva de los españoles el mal sabor de boca dejado por el intento de golpe de Estado, y por ello dispuso que alguno de los personajes relevantes que defendieron la legalidad constitucional en aquel episodio hicieran una gira por diversas ciudades de España para celebrar actos públicos o reuniones privadas con representaciones de la sociedad para conmemorar la defensa de la libertad y la democracia. A Galicia vino, entre otros, el general Gutiérrez Mellado, quien de forma tan gallarda y a pecho descubierto trató de parar a los golpistas de Tejero.

Tuve ocasión de pasar una mañana con él y realizar una larga entrevista sobre su vida y sobre los acontecimientos de los que fuera involuntario protagonista. Me llamó la atención su enorme afecto y apego a Adolfo Suárez y lo orgulloso que estaba de haber colaborado con él. Pero lo más interesante de aquella entrevista fue cuando le pregunté qué pensaba o sentía cuando, a pecho descubierto, se enfrentó a las bocas de los subfusiles de los rebeldes y la pistola de Tejero. “Lo único que pensaba –me dijo- es que por nada del mundo volviera a haber una guerra civil, un enfrentamiento entre españoles, de lo que aquel acto podría ser el inicio”. Me dejó impresionado. Recuerdo la enorme modestia con que me respondía cuando yo insistía en la emoción que nos produjera haber visto cómo un hombre de setenta años de poca envergadura se enfrentaba a los golpistas y cómo fue capaz de resistir el intento de derribarlo, y que, al no lograrlo, abrieron fuego hacia el techo, mientras el general se mostraba sereno con los brazos en jarra. Gracias a una cámara encendida que los rebeldes no detectaron el mundo asistió a su impresionante gesto.

Fumador empedernido, empalmaba un pitillo tras otro. Tenía esa sencilla cordialidad de las personas mayores, vividas, y que quieren dejar su testimonio para la convivencia, después de haber conocido en primera persona la propia tragedia de la guerra civil. Venía Gutiérrez Mellado acompañado de su esposa, que era una dama de enorme sencillez en todos los sentidos. Mandar a Galicia a Gutiérrez Mellado fue una inteligente decisión del Gobierno porque sin duda era un símbolo personal que sería bien recibido y respetado, de ahí que fue una buena iniciativa que se reuniera con personalidades de la vida social, cultural y política. No recuerdo que, salvo en Vigo, estuviera presente como invitado en una fiesta popular celebrada en el Ayuntamiento para conmemorar la Constitución. Precisamente estos días en que se celebran 41 de aquel 23-F, he rememorado aquella entrevista y las cosas que me contó. Tenía un gran afecto hacia Galicia y los gallegos, y alababa el espíritu de trabajo y amor a la tierra de nuestros paisanos. Destacaba su enorme fe en el futuro y en que la clase política supiera preservar el patrimonio que se les legaba.

Aquel día que yo hablé con él aprovechando su estancia en Galicia, me dijo que su gran preocupación eran ahora los jóvenes. Tras abandonar los cargos diversos que ocupó en el estado, repartiría su tiempo dando conferencias en universidades (iba a dar una en Cataluña, cuando perdió la vida en un desafortunado accidente de tráfico el 15 de diciembre de 1995) y en la lucha contra la droga. Hasta su fallecimiento presidió la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción. Entendía que, aparte de la lucha contra el narcotráfico, era preciso afrontar los efectos sobre sus víctimas, especialmente los jóvenes. Todavía hoy recuerdo la enorme sencillez y naturalidad de aquel hombre que tanto representaba y sigue representando para millones de españoles.

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