Pedro Baños: "Los autoritarismos están siendo más eficaces en épocas de grandes crisis"

Pedro Baños es coronel del Ejército de Tierra y diplomado de Estado Mayor, actualmente en situación de reserva. Ha sido jefe de Contrainteligencia y Seguridad del Cuerpo de Ejército Europeo en Estrasburgo. Ha participado en misiones en Bosnia y Herzegovina y es hoy uno de los mayores especialistas en geopolítica, estrategia, defensa, seguridad, terrorismo, inteligencia y relaciones internacionales. Autor de “Así se domina el mundo” o “El dominio mundial”, ahora acaba de publicar “El Poder. Un estratega lee a Maquiavelo”, una obra de la que hablará mañana miércoles, a las 20,00 horas, en el Marcos Valcárcel, en el marco de la Ourense ICC Week. El autor explica cómo la filosofía política de Nicolás Maquiavelo descrita en “El Príncipe”, escrita en 1513, sigue plenamente vigente y traslada su pensamiento al convulso momento geopolítico actual. “Sobre todo, se compara cómo se lideraba la política entonces, cómo se lidera ahora y cómo nos gustaría a los ciudadanos que se nos lidere”. Y Maquiavelo explica esa complejidad de la política y cómo el príncipe tiene que hacer cosas que le disgustan y que van contra su pensamiento por mera utilidad. También habla de las luchas por el poder y su aplicación en los tiempos que corren. ¿Qué se encuentra el lector en esta revisión completa de la obra de Maquiavelo? Es verdad que tiene esa parte maquiavélica en el sentido más peyorativo, pero también tiene esa parte más interesante, que nos habla de la prudencia, la sabiduría y la preocupación de líder por sus ciudadanos. Quizás esto ha pasado más desapercibido, porque ya sabemos que los ciudadanos tendemos a recordar más lo negativo que lo positivo. Muchos atribuyen aquello de “el fin justifica los medios” a su obra. Hay un par de frases suyas que interpreto que se pueden entender con ese significado, pero en realidad nunca lo dijo. Se cree que lo dijo Napoleón en uno de los comentarios a su libro. Lo que vemos es que la naturaleza humana sigue siendo igual, la ambición de poder, tanto en política como en geopolítica, sigue siendo igual. Cambia la tecnología, pero no cambia la naturaleza del ser humano, sus emociones, sentimientos o pecados capitales. Por eso es bueno recurrir a los clásicos, que nos dejan lecciones de vida muy interesantes. ¿La sociedad que describía Maquiavelo y la actual se diferencian? “El Príncipe” fue escrito en 1513 y cuando lo releemos nos damos cuenta de que podría haber sido escrito ayer mismo. Varía el desarrollo tecnológico, pero la evolución como seres humanos ha sido poca. Lo que está sucediendo en el mundo lo ejemplifica. Maquiavelo creía que el gobernante debería tratar a sus “súbditos” como ciudadanos y, como tal, no dilapidar el dinero público. Hoy, vivimos sumidos en la era de la deuda disparada y un gasto social elevado. ¿Hasta qué punto es sostenible? En esta lucha geopolítica de poder, debemos tener en cuenta que el mundo está cambiando muy rápidamente, lo que impide hacer pronósticos por la aceleración de acontecimientos. Vivimos en un mundo que cada vez será más competitivo y agresivo y si no nos ponemos a su altura seremos arrollados. Actualmente, sostener sueldos públicos y pensiones tiene un coste muy elevado. Para mantener este maravilloso sistema social que tenemos hay que producir, no basta con tener a personas empleadas o subsidiadas que no son productivas. Si no, los países antes o después están abocados a un declive absoluto. Esto implica subir más los impuestos a los cada vez menos cotizantes y seguir aumentando la deuda. Eso al final hace que los ciudadanos no dirijan su país sino que se lo dirijan desde el exterior, por parte de los tenedores de esas deudas. La ilusión de muchos jóvenes es ser funcionario, en Ourense es una realidad que se percibe. No es un buen camino. Algunas de las mentes más brillantes prefieren optar por el servicio público y no por emprender y seguir manteniendo el ritmo de producción del país. Esto es muy preocupante. Es una situación cómoda para el político, porque mantiene una falsa estabilidad interna, pero supone un importante declive para el conjunto del país. Hoy hay disparidades tremendas, la media de los sueldos en el sector público se sitúa cerca del doble que en el sector privado. Sucede exactamente lo mismo con un pensionista que tiene pensión máxima y que está percibiendo unos ingresos que son el doble de los que recibe su nieto en un buen trabajo. Esto necesita una vuelta absoluta, es insostenible, sobre todo pensando en el mundo hacia el que vamos, un mundo robotizado, automatizado y digitalizado, con menos trabajo y trabajos diferentes . Debe haber soluciones importantes para seguir disfrutando de la paz social que ha regido hasta ahora. Sobre todo teniendo en cuenta que quien soportaba esa gran carga impositiva, la clase media, está desapareciendo. Los hijos de la clase media ya no van a ser clase media, tienen sueldos más bajos y empleos discontinuos. Y teniendo en cuenta que los ricos de verdad nunca van a pagar los impuestos que les corresponderían, pues las grandes fortunas saben buscar refugios en otros lugares a través de sus grandes ingenieros fiscales. Por ello debemos ser conscientes de que estamos entrando en una etapa muy delicada que requiere de medidas muy diferentes de las aplicadas hasta ahora. La política tradicional está desapareciendo y se están implantando otras medidas , que en algunos casos está aprovechando el populismo, ante el desconcierto y el descrédito de la democracia. Una parte de la juventud no ve satisfechas sus necesidades e intereses, aquello que se les prometió. Hace falta una transformación absoluta de la democracia si no queremos acabar en brazos de algún tipo de autoritarismo. ¿Habría cambiado algo en el sistema político global si Le Pen hubiese ganado en Francia? Los gobiernos, sean del signo que sean, están muy constreñidos por la dinámica internacional. Puede que varíen en pequeños aspectos ideológicos con mucha resonancia social y mediática, pero que en realidad no tienen una gran repercusión en aspectos macroeconómicos. El mundo nos lleva por unas dinámicas de las que es muy difícil salir. La derecha y la izquierda han desaparecido en Francia, lo que nos queda son partidos que no podemos catalogar. En el mundo vamos hacia dinámicas completamente diferentes. ¿Cómo vería Maquiavelo a los líderes mundiales actuales? En algunos casos se quedaría muy asustado, porque uno de los problemas que tenemos en democracia es que nos da miedo tener a verdaderos líderes y creo que es un error. Ante este auge de autoritarismos en el mundo, que en cierto modo se están demostrando más eficaces que las democracias, sobre todo en situaciones de grandes crisis, nos hace falta volver a tener líderes verdaderos. Hacen falta líderes que te apetezca seguir de verdad, y no que como hacen muchas personas acaben votando al menos malo. Hay un déficit de calidad de liderazgo y un déficit de preocupación genuina por el ciudadano. Muchas veces tenemos la sensación de que el político está muchas veces más pendiente de su propia supervivencia que de ejercer una labor para satisfacer necesidades de los ciudadanos. En muchos casos, 500 años más tarde, Maquiavelo se quedaría preocupado de que en muchos casos no solo no hemos evolucionado sino que hemos ido para atrás. ¿El principal déficit de la democracia es que el político siempre vive sumido en una carrera de supervivencia? Una de nuestras vulnerabilidades actuales es la alternancia política. Esa alternancia hace que el político, al día siguiente de ganar las elecciones, su principal preocupación sea a ver cómo va a ganar las siguientes. Hay que romper esa dinámica y pensar en otras fórmulas y poner ese debate en la opinión pública, o en este mundo tan sumamente cambiante el sistema actual es insostenible. ¿Puede ir a peor el desarrollo el conflicto bélico que se vive en Ucrania? Hay que entender que la guerra en Ucrania llevada a cabo por Rusia, que siempre debemos condenar, no es ni más ni menos que consecuencia de causas mucho más profundas. No es una causa, sino una consecuencia. Aunque mañana, ojalá, se cerrase esta conflictividad, la gran problemática va a seguir existiendo y probablemente se cerraría en falso y se abrirían conflictos en otros lugares. Vemos que dentro de ese choque de poder geopolítico nadie está dispuesto a ceder. Ni Estados Unidos, que hasta ahora había mantenido el predominio mundial, ni las otras naciones que quieren, si no quitarle la corona plenamente, sí quitarle una parte de ella y repartirse también el mundo, como China y Rusia. Vivimos constantemente en la era de la propaganda bélica. ¿Hasta qué punto es creíble lo que nos cuentan? La manipulación es constante y permanente. Hay que tener en cuenta que estamos en guerra y, aunque no estemos combatiendo directamente, estamos en una guerra. Hoy en día, las guerras se hacen de muchas maneras y una de las formas de hacerlo es precisamente a través de instrumentos económicos. Por tanto, lo que recibimos permanentemente es propaganda de guerra, en muchos casos alimentada o magnificada por medios de comunicación que viven de esa espectacularidad. Debemos creer lo justo. Ahora mismo la situación es mucho más compleja. Hay un culpable claro, evidentemente, que es Rusia, que ha invadido otro país. Pero a partir de ahí, cuando nos hablan de ciertos incidentes o hechos muy dramáticos debemos ser prudentes a la hora de determinar los causantes. Probablemente, haya más de uno. ¿Saben realmente los europeos cuál es el germen de todo esto o el “vulgo”, que definía Maquiavelo, vive en la ignorancia? Todos los europeos debemos ponernos a favor del pueblo ucraniano, que es el que está siendo instrumentalizado por intereses geopolíticos y económicos. A partir de ahí, a todos nos cuesta entender, en mi caso llevo más de 30 años dedicado a estos temas, la complejidad de lo que está sucediendo. Ahora mismo da mucho trabajo saber qué está sucediendo por parte de unos y otros. ¿Ha fallado la estrategia rusa? Me resulta curioso escuchar a teóricos expertos hablar del fracaso de la estrategia, pues lo primero que tendríamos que saber es cuáles eran sus reales objetivos. Si no lo entendemos, y probablemente ninguno de nosotros lo está entendiendo en su plenitud, es muy difícil posicionarse sobre si se está llevando a cabo con éxito o no. Pero aquí hay muchísimas más cosas en juego que el escenario meramente ucraniano. Y no es tan fácil discriminar hasta qué punto se está alcanzando el éxito.