REPORTAJE

Cuadros en la pared para leer la historia de la ciudad

OURENSE 22/03/2018 .- Reportaje pinacoteca del Liceo. José Paz
photo_camera Los murales del patio de columnas -de 1886- aportan estética del XIX.

Desde su constitución en 1850 las iniciativas artísticas están en el ADN del Liceo. Su colección de pinturas, junto a los murales y la decoración en sí del edificio, son un ejercicio de lectura también histórica. 

OURENSE 22/03/2018 .- Reportaje pinacoteca del Liceo. José PazJunto a la barbería del Liceo, un gaitero de mirada serena pintado sobre cartón nos saluda. El pastel está incompleto, al instrumento le falta parte del ronco; así, desde hace 40 años. El barbero en faena, no depara en nada raro, ni siquiera en el deambular del personal escaleras arriba. Según horas, una planta bulliciosa, no por la exposición “permanente", de la que formaría parte el gaitero, con cuadros, algunos en gran formato, desplegados por las paredes: es la hora de la partida.

En los años setenta el edificio del Liceo, un palacete renacentista del siglo XVI adquirido en 1957, como reza vistoso en una de las placas, acordó una nueva reforma. La sociedad, a la que nunca faltó una querencia artística y cultural, no dudó para la apertura de la nueva planta recurrir al entente de artistiñas locales. Voluntariamente puestos en nómina, a cambio, una indicación en cafetería de “que no les faltase nada”, y un reparto del espacio para la gloria posterior que ahora vemos. El más generoso para Quessada y Ánxel Huete; después Virxilio, Buciños, Alexandro; luego, los demás. Allí están todos, bajo una luminosa vidriera plomada, a estilo de las de las instituciones locales y provinciales.


Mucha vida


En las paredes del Liceo está escrito el relato de una ciudad a destiempo. Hablamos de una institución -1850- con más de siglo y medio de vida. Allí se celebra todo, por celebrar, y es un ejemplo, se celebró hasta la llegada de la luz a Ourense, en marzo de 1895. Aquí los socios lo deciden todo, como cuando en 1957 decidieron comprar el singular edificio, originariamente del linaje de los Oca Valladares, y entonces propiedad de Francisco Villanueva.

Cuando un socio muere, un crespón negro sobre un manto rojo preside el balcón de la fachada principal, con balaustres de piedra tallados a modo de mascarones que destacan abolengo. El argumento, muchos de ellos son personajes conocidos, marca el ritmo de la calle.

Se respira aún un aroma decimonónico, el de la estirpe de comerciantes e industriales perseverante en la puesta en marcha de la sociedad. Ecos de tertulias, que seguro se hacían eternas al calor de un quinqué de gas. Entonces, en Ourense había 10.775 habitantes,

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“Unha das primeiras decisións que se tomaron foi a creación dunha academia de debuxo e outra de música; máis tarde viría a de declamación”, comenta José Luis Troitiña, gerente del Liceo. De aquella academia inicial no quedan pruebas, al menos artísticas, todo es posterior; lo más antiguo son los murales del patio de columnas, adjudicados en 1884 –según relato de Anselmo López Morais- al pintor vigués de origen catalán Ramón Buch, que sufrieron variaciones y tardanzas, hasta llegar a ponerlo en duda. Otros, en realidad, lo que ponen en duda es la autoría del trabajo. Sea como fuere el proyecto fue rematado en enero de 1886, se abonaron 34.388 pesetas. Los murales reflejan un costumbrismo de época, de querencia romántica, con escenas marinas y paisajes de corte bucólico, pintoresco todo hasta en el vestir. Ocho murales restaurados en numerosas ocasiones que han sufrido mucho, el patio de columnas antes “Era o sitio de xogar ás cartas –apunta Troitiña-, a xente fumaba, e até a chegada da luz estaba iluminado cuns quinqués. Algún deles estaba tan oscuro que non se apreciaba case nada".


Parada Justel, socio


Uno de los espacios donde el tiempo se detiene aún más es la biblioteca. Lo preside un retrato al óleo de Parada Justel, del Padre Feijóo, de 1895. Al pintor, según cuentan las actas de la institución se le abonaron 28,35 pesetas, para el lienzo y la pintura. El autor se lo regala a la institución, y a cambio, ésta, lo hace socio de honor.

El Liceo es mezcolanza de estilos. El vestíbulo y la escalera principal lucen unas esculturas en bronce inspiradas en el mundo griego y su elegancia evanescente; los medallones de escayola, también en la escalera principal, de Jesús Soria, e inspiración también clásica, les aportan una compañía extraña pero armoniosa. Imponente el Salón Noble, lugar habitual de la sociedad ourensana; allí lucen los frisos en escayola del maestro marmolista Francisco Piñeiro sobre dibujos de Jesús Soria, apegados a un regusto por el arte griego y su ideal de belleza de épocas tardías.

La sociedad ha albergado cientos de exposiciones a lo largo de los años, la mayoría de aficionados, parte del resultado está en las paredes llenas de obras de inspiración dudosa. Otras, de mayor valía, están recogidas en despachos, cinco acuarelas de inspiración romántica de Prego de Oliver; un cuadro de José Luis de Dios; una escultura de Arturo Baltar, entre otras que insisten en parecerse a ella y alguna acuarela de Quessada. Troitiña las custodia con orgullo.

OURENSE 22/03/2018 .- Reportaje pinacoteca del Liceo. José PazAlgunas estancias del palacio han tenido varios usos y sustentos para la sociedad, como el antiguo bingo “Cando aínda non existía a lei do xogo, que deu moitos cartos a sociedade”. Esto fue en los años 70 y 80; el bingo perduró hasta 1993. 

En los años 70 se habilitó la segunda planta. “Todo aquello era un faiado”. Allí, obras de Quessada, Ánxel Huete, Alexandro, Acisclo, Virxilio, Buciños. “Eses señores de aí arriba, que consuman o que queiran”, di Troitiña que les decían desde la directiva. Era la forma de pago entre los “artistiñas” que vivían en la pujanza del momento. La ensoñación del Quessada más constumbrista fue protegida con un enorme cristal; la luz y el tiempo la ha apagado, también al de Huete, que resiste bien el paso del tiempo. Los dos hacen un diálogo extraño, de viejos conocidos que pasaron por allí. Hasta la entrada al baño tiene presencia, una imagen femenina que destila candidez y desnudo. Escaleras abajo una singular escultura de Acisclo. Al salir nos topamos nuevamente con el gaitero, de Carlos Viejo, inconcluso, como decíamos. “Sempre que vén por eiquí, di que o ten que rematar”. Algún día, lo acaba; seguro que sí. 

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