Historias de un sentimental

Aquella curiosa polémica sobre si Ourense era ciudad más beata que Lugo

Ona de Echave y Temiño.
photo_camera Ona de Echave y Temiño.
Fernando Ramos habla sobre si Ourense era más beata que Lugo en su columna "Historias de un sentimental"

Hace ya muchos años, recuerdo que, dentro del contexto posible entonces, el comentario en una conferencia, si no recuerdo mal de Cunqueiro, se desató una cierta polémica en medios periodísticos o intelectuales sobre qué ciudad de Galicia era más beata, si bien la cuestión no se planteó de modo tan crudo, sino en qué ciudad era mayor la influencia de la Iglesia, Lugo o Ourense. En realidad, el asunto pasaba por la influencia de sus respectivos obispos: el de Lugo era el navarro Ona de Echave y el de Ourense el burgalés Temiño. El pueblo más o menos soberano había rebautizado a sus respectivos prelados con un hipocorístico crítico singular que circuló mucho, en cada caso. Al monseñor de Lugo lo llamaban, jugando con su apellido, “Cona de Chave” y al de Ourense “las tres B” (O sea, Bestia Brava Burgalesa). Y eso es historia. Pero es bien cierto que el acervo popular lo decía.

No es menos verdad que en una y otra ciudad se tomaban este asunto con humor. Los de Ourense decían que en Lugo había muchas más beatas por ser la Ciudad del Sacramento, y que en Ourense había muchos más pecadores. Pero los de la ciudad de la muralla argumentaban que eso no era cierto, y que pese a la influencia de la Iglesia ellos pecaban más, mientras que en Ourense la impronta del obispado en todos los órdenes era mucho más evidente. En la perspectiva de nuestro tiempo, yo creo que la cosa era parecida, como corresponde a la realidad social de aquel tiempo y a la influencia de la Iglesia en todos los casos. Las anécdotas son numerosas.

Hace poco, al recordar aquella polémica, me preguntaron qué pensaba yo, ya que me declaro y soy lucense de nacimiento y ourensano de corazón. Y desde mi perspectiva no había diferencias. Entonces como ahora, Lugo y Ourense eran y son ciudades de gente simpática, parrandera. Y en cierto sentido, hay historias divertidas del modo de entenderla. En algunas cosas ganaba Lugo. En lejanos años, por ejemplo, una conocida asociación profesional de la amurallada ciudad celebraba la festividad de su patrono con el programa de tradicionales actividades y algo más. Veamos: primero, santa misa, con asistencia de autoridades y representaciones. Luego, refrigerio abundante, con abundantes discursos. Si acaso, entrega de distinciones. Y, por fin, comida de confraternidad con repetición de peroratas. Pero lo mejor venía después. A la media tarde, bien comidos, bebidos y contentos, los miembros todos de la repetida corporación se dejaban caer en comitiva en una de las más reputadas -y nunca mejor dicho- casas de lenocinio de la ciudad, donde la madame (que siempre se llamaba Doña María o Doña Manolita o Doña Angustias) había dispuesto lo necesario para atender adecuadamente a sus visitantes. En Ourense nunca se tuvo noticia de nada parecido. En ese sentido, parece que eran más serios.

Ya hemos contado alguna vez que en todas las capitales de provincia existían las llamadas “Casas de mala nota” que, en el fondo, era un modo peculiar de denominar a estos lugares tan conocidos y concurridos. No sé por qué lo de mala nota, si todos los que las conocieron se la hubieran puesto buenísima. Tampoco es necesario comparar el grado de piedad cristiana de una ciudad en función de otras realidades fuera del ámbito propio de la Iglesia, sobre todo cuando ha habido tantos hipócritas que por la mañana iban a misa y por la tarde a pecar. Pero es injusto que se diga, y me refiero especialmente a Ourense, que ésta fue en aquel tiempo una ciudad de beatas. Las había como en todas partes, si bien era más visible que ahora en determinados actos públicos su presencia, sobre todo en determinadas fechas. Pero Ourense fue siempre una ciudad alegre, y alegre es el lugar donde corra generoso el vino, que dijeron los poetas. Cierto que hubo un tiempo en que la Iglesia se excedía en lo que creía sus competencias y se metía en la vida civil. Ya he contado que en tiempos de Temiño, llegó a suspenderse una ofrenda municipal a San Roque, porque el prelado no estaba de acuerdo que en esa misma fecha se celebrara una verbena en el Posío. Pero el alcalde David Ferrer no pasó por el aro. Y hubo verbena. Como debe ser.

Te puede interesar