CRÓNICA

Con el dedo índice

Noche cálida en el Café Latino para escuchar el regreso del pianista Harold Mabern con su amigo y alumno Eric Alexander.

No es la primera vez que el pianista Harold Mabern pisa el Café Latino dentro del Festival de Jazz, lo hizo ya hace tres años, esta vez con una formación bien diferente en formato trío, si bien nunca lo habíamos visto con su inseparable amigo y alumno Eric Alexander, otro ilustre de la sala.

En una noche cálida, sin medias tintas,  las melodías resuenan de fondo con un poso de nostalgia, evocando un universo en el que el debe, el legado de todos los maestros que han representado a esta música centenaria debieran está de alguna manera presentes, y así fue. Harold es un pianista maravilloso, rotundo pero con mucho swing y con momentos dulces como la miel, de esos en los que cualquiera se enamora, sobre todo de su música. Eric es un saxo que se complementa a la perfección con su maestro, que traslada su intención un punto más allá de lo pretendido, aunque uno tiene la impresión, viéndolo tocar, que Harold sería quien de llevarse bien – hablando en términos de jazz- con el mismísimo diablo. El cuarteto lo completaban Tom Warburton, al bajo, y Berd Reiter, a la batería, un tipo nervioso, cuyas formas  se acoplaban maravillosamente en los paseos hacia el hard bop, las baladas románticas, o los momentos más vibrantes con fundamentos de rhythm and blues, predicamentos afro, o los más bailables alrededor de sonidos funky.

Harold es desde su atalaya de los 80 años un pianista nervioso, pleno de vida sobre el instrumento, que no pierde de vista a sus músicos ni al respetable en la sala, sin apenas alzar la vista, con el entrecejo ladeado igual que su propio cuerpo sobre el taburete al piano. Consciente de su pasado y de su pasión por el jazz y por su mezcolanza de sonidos y procedencias, el concierto fue un homenaje a muchos, empezando por Antonio Carlos Jobim, en el arranque, y también a Frank Strozier, Benny Golson, o Max Roach, a quienes en más de una ocasión invocó con el índice mirando al cielo, es lo que tiene una música con historia

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