Deambulando

Destrozos de una riada

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photo_camera El navegante de las pozas de Outariz y aeronauta do Larouco en su lancha termal.
Un paseo por las riberas del Miño deja al descubierto los efectos de la riada, que, afortunadamente, no sucede cada año

Un paseo por las riberas del Miño deja al descubierto los efectos de la riada, que, afortunadamente, no sucede cada año. Pocos álamos, chopos en este caso, abatidos por las aguas en la margen izquierda, al lado del Pabellón dos Remedios donde cabe imaginar los miedos de los que tenían que pasar de una a otra orilla con estas crecidas en aquellas barcazas, en este llamado Portus Auriensis, bien por reparaciones en el Puente Viejo o por desplomes, y aún operativo, como había que pagar un canon, resultaba más barato montarse en la barcaza que pasar sobre el Puente; previa encomienda, para los embarcados, de ruegos en la anexa capilla de Os Remedios. Siguiendo este paseo del Miño, que escasos paseantes vencido el mediodía, nos encontramos en el puente Ribeiriño, bajo cuyo arco subsistía en vivienda, por él construida en terreno público, un vecino que hubo de abandonarla después de un incendio provocado, pero que ahora parece reparada. Más adelante, a ras de río pasan volando dos rapidísimos cormoranes,o corvos mariños, que ahora en aguas dulces, que tanto planean a escasos centímetros del agua como aletean en un aprovechamiento dinámico sorprendente. Como en los arrabales del campo de Reza, la pista descarnada en algunos centenares de metros. Pasa un maratoniano, de esos punteros que se para y nos pregunta si vimos a Abascal, que había sido medalla de plata en los juegos olímpicos de Los Ángeles, quien al parecer andaba corriendo por este paseo aprovechando una visita a su hermana residente por acá. Recordamos una conferencia, aquí impartida, por este medallista olímpico de 1.500.

Varios patos, de esos que por tan exitosos ocupan todos los nichos de los ánades en la provincia, el alabanco o azulón o ánsar real, nadan tranquilos en los remansos de las contracorrientes. Apenas daños en el camino miñoto, porque más adelante las aguas lamieron la estación depuradora nueva, demolida la antigua, convertida en parque con árboles tan jóvenes que aun deben pasar años para que aquello un bosque. Al paso por la incendiada Bull, antes restaurante de estilo, ahora impresentable esqueleto de requemadas maderas aún con techo. Sobre el puente de Outariz o pasarela, la parte más abajo de las pozas, intacta, pero las anteriores, llenas de arena las piscinas y descarnadas los accesos. Más adelante las piscinas de pago aún con restos restos de troncos y ramajes, que no afectaron a las piscinas exteriores. 

Ya en Muíño da Veiga ,todo bajo las aguas, y el que sobre ellas en inflable lancha, Roberto Quintas, cual tarzán de los ríos, del cual se dice que ha trocado alas por aletas como refiriéndose a quien volador en parapente, ahora diario visitante de humedales sobre los que navega o más bien amarrado puerto permanece, no sea que arrastrado por las corrientes aparezca en Castrelo o si esta presa y la de Arbo  no existiesen, en las aguas miñotas que se pierden entre Caminha y Camposancos. Cada hora vacía su lancha y repone agua caliente que más arriba recoge. Si el río bajase su nivel se le verá metido en el Miño, en el vecino coiñal haciéndose una poza bajo la influencia de cálido manantial.

O Tinteiro a salvo de reparaciones, a Chavasqueira de pocas, mientras se está a la espera de la reconstrucción de las termas de pago. Ya fuera de la influencia, por su nivel, apenas daños en el paseo que prolongándose bajo cinco puentes alcanza la Peña de Francia, antaño imprescindible referencia de bañistas, porque debajo del peñasco había la poza más profunda del ciudadano Miño, que enfrente tiene el coiñal, amplísima playa de cantos rodados frecuentada por nadadoras ciudadanas para estar un poco a cubierto de curiosos, como esa eremita que construido había una cabaña de la que ni rastro ahora. Donde antes una presa, la del Muíño, con los Caños enfrente y la playa de la Concha nos acercamos a Oira; por su pasarela curva accedemos a las cercanías del Loña al que trabajo cuesta verter en el Miño cuando hinchado. Al paso por a capela de Portovello difícil imaginar otra barcaza que casi rivalizaba con la del Portus Auriensis para transportar a gentes de a Loña, Lagoas y O Bamio a la orilla opuesta. De estos Portus aurienses tiene un trabajo documentado, publicado en el Boletín Auriense de Museo Arqueológico, Juan Carlos Rivas.

La pregunta cuando ves los destrozos del agua es si trasladamos las pozas termales a un nivel superior; pero, ¿compensará el coste del traslado y nueva construcción los destrozos causados que se repiten, afortunadamente, no cada año?

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