CRÓNICA

El día de los muertos con los vivos

Santa Mariña (Ourense). 01/11/17. Reportaxe sobre o día de Tódolos Santos no campo santo de Santa Mariña.
Foto: Xesús Fariñas

Los cementerios de la ciudad repitieron la estampa del Día de Todos los Santos. Conversaciones frente a las tumbas, rezos en solitario y un continuo trasiego de gente con sus centros de flores. La tradición "manda". 

"Hai que vir porque toca, é obligatorio". Lo dice una familia en el cementerio de San Francisco, en el Día de Todos los Santos, cumpliendo con una tradición que se siente diferente frente a cada lápida. Como si un mismo cuadro fuese obra de varios pintores, la estampa a primera hora de la mañana en el camposanto retrata a un hombre pidiendo un selfie con su centro de flores, a varios rezando en la única intimidad posible en una jornada como la de ayer y una pareja con cubo y escoba limpiando el lugar de descanso de sus seres queridos. Todos, a muy pocos metros de distancia. "¡Maribeliña!", exclama un epitafio entre las incripciones más comunes.

Cámara en mano van Sonia y su familia por el camposanto: "Somos de Castro Urdiales. Estamos de vacaciones en Ourense porque las niñas tenían esta semana entera. Teníamos ganas de ver el cementerio de San Francisco y los mausoleos. Qué mejor día para hacerlo que hoy. Es muy bonito". Las pequeñas asienten y sonríen en el relato más atípico de la jornada. El "turismo necrológico" también aprovecha el Día de Todos los Santos.

En la Catedral, el obispo, Leonardo Lemos, preside la celebración de la misa por los difuntos. Mientras, en el camposanto de Santa Mariña, se agolpan los coches que llegan a misa de 12. Allí está Juan González, el enterrador que lleva "veintipico" años compartiendo el dolor ajeno. Inmunizado frente a las penas de los ourensanos. Para él, un día más "en la oficina", que ayer se vivió con más intensidad de lo habitual.

La tradición manda. El mismo trasiego de gente y de flores antes de la eucaristía, las mismas ganas de soledad y el mismo motivo: "A historia é ben sinxela, hai que rezarlle á familia", dice una mujer frente al panteón de su familia. Los números que señalan las tumbas parecen destacar por encima de los epitafios, en una necrópolis mucho más grande que la de San Francisco. Encontrar intimidad es más complicado. Niños correteando con el "traje de domingo" por el cementerio llenan de vida el mundo de los muertos.

"Si vivimos, vivimos para Dios. Si morimos, morimos para Dios. En la vida y en la muerte, somos de Dios", cantan los fieles que siguen la procesión en Santa Mariña tras la misa matutina. Hasta la fosa común, al final del camposanto, la gente sigue el responso y los rezos del párroco. Otros, aprovechan el acto para hallar esa difícil intimidad frente a la tumba en el Día en el que los ourensanos acuden a los panteones para recordar a sus seres queridos.

"Nuestras vidas son del Señor, en sus manos descansarán: el que cree y vive en Él, no morirá", continúa el coro de la procesión.

Y frente a la "muerte", un anciano aprieta la mano a su mujer para ayudarle a bajar del panteón que acaban de limpiar. El cuidado de los vivos a los "muertos", otra tarea "obligada" por la tradición. "Hai que vir, hai que vir". 

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