Emilia Enríquez, ‘Ecos del pasado’

Emilia resuelve los problemas de la forma en la obra de arte, reinventando el Expresionismo de Ensor (la máscara) o Rouault (cloisionista).
Plantea una renovación estética, formal y expresiva, poniendo dicha concepción estética al servicio del concepto, del contenido, como continente de una poética existencial en la que encierra con angustiosa ternura a sus ‘Geishas’. La obra dialoga con el espectador, se magnifica. El bosque de esculturas ‘se presenta’ con una mirada hipnótica e intimidante. Las figuras se distorsionan o se retuercen mostrando desinhibidamente su condición de mujeres con alma, torturadas o no, pero siempre llenas de feminidad (...).

La artista crea un mundo propio de sorprendente imaginación, encontrando en la máscara (maquillaje) los medios expresivos para provocar un arte con implicaciones psicológicas. Abandona situaciones pictóricas caducas sintetizándolo con las nuevas tendencias, mediante bruscas contraposiciones de color en que dominan los rojos intensos, rosas descarnados, y la violencia del blanco y negro, en una paleta extensa de amarillos y terrosos en todos sus matices del siena tostado al marrón oscuro.

Se le podrían buscar ciertas influencias a la obra de la artista: ligeras reminiscencias del Expresionismo alemán de Die Brücke y de Der Blaue Reiter. Otra influencia posible sería la de Marcel Janeo, (Dadaísta, Zurich) ya que este artista ejecutó una serie de máscaras con alambres, cartones, crines de caballo y manchas sanguinolentas.

Las ‘Geishas’ de Emilia Enríquez son esculturas ‘construídas’ en técnica mixta, escuálidas, torturadas, envueltas en trapos y cuerdas, saco, papel, ‘do folello’ hoja interior que protege la mazorca de maíz) materiales reciclados: cáñamo, cuerdas, lino, distintas telas, ...

Una figura reconstruida que es en sí misma un ‘Eco del pasado’, una reminiscencia de lo que fue, de un pasado remoto, tanto como lo aparatoso de su atuen do, empaquetadas como momias pre-incas, en sus rostros deconstruídos en gruesos empastes y colores mortecinos, que nos remite a cierta interpretación fúnebre. Obsérvese la rotundidad y delicadeza de las construcciones, de las esculturas, figuras cerradas, acabadas, plegadas sobre sí, independientes, aisladas, concluidas. Cabe destacar la belleza exquisita de la ‘geisha 2’, la delicadeza de su figura colosal e hipertrofiada, estilizada y deformada, el equilibrio y el silencio sobrecogedor, del recogimiento de la expresión de su rostro. En un podium a modo de tatami, reina en composición ventral de la exposición la ‘Geisha 19’ arrodillada con un gesto servil, de sumisión que contrasta con lo llamativo del pigmento bermellón que la decora. Envuelta en cuerdas y sobre un segundo Tatami, se puede ver a la ‘Geisha 18’ atada, asumiendo su sometimiento, sin rebelarse por su destino. Impactante, colosal, rotunda, intimista, magnífica, de esta ‘persona del arte’ que ha logrado sobrecogernos con su obra.

Tareixa Grande Taboada, Licenciada en Arte Exposición en el Centro Cultural da Deputación, hasta mañana.


Te puede interesar