No está en Ourense, aunque debería estarlo, si no éste, uno parecido, por lo que supone como elemento dinamizador de la economía de la comarca. Hay muchos ourensanos que lo siguen con regularidad y es, al margen de la economía, un espectáculo p

El espejo del sector agrario ourensano

Es curioso que teniendo Galicia en general, y Ourense en particular, sus principales recursos en el sector primario, hayan dado la espalda a las posibilidades económicas que ofrece. La capacidad de explotación es mínima y las dificultades máximas, por culpa de una política desafortunada desde hace más de medio siglo. Las soluciones a los problemas que aquejaban a la economía agraria gallega en la mitad del siglo pasado, sobre todo la atomización de la propiedad y la necesidad de modernización a base de la incorporación de maquinaria, han sido suplidas por la emigración a Centroeuropa y el subsiguiente abandono del campo.
De aquellos vientos, vinieron luego los lodos actuales. La crisis que se nos ha echado encima hizo que muchos expertos y estudiosos de las posibilidades del sector agrario, como el italiano Alberto Magnaghi, considerado como una de las grandes autoridades en la materia, se hartan de decir que la solución mundial a la crisis vendrá por el campo, como ya ocurrió en Estados Unidos con motivo de la debacle del Veintinueve. La profecía de Magnaghi es más una propuesta o un deseo que una realidad, ya que aquí nada hace vaticinar movimientos en este sentido.

El caso es que a poco más de un tiro de ballesta de Ourense se encuentra la demostración práctica de que ello puede ser así. Cada jueves, el mercado de Barcelos, que se celebra en esa ciudad portuguesa, llena decenas de hectáreas de suelo con un espectacular negocio de venta de productos de la tierra, y de otros vinculados a ella.

Se trata del más importante de Portugal, del que no está clara su antigüedad, pero sí que se celebra desde tiempo inmemorial. Es un verdadero emblema, del que consta que existía, al menos quincenalmente, en el siglo XIII. Dura desde primera hora de la mañana hasta bien estirada la tarde y en él se compra y vende de casi todo.

En la parte occidental de la ciudad tiene lugar la feria de ganado; al norte, la feria mayorista y de reventa y en el centro de la ciudad se registra la feria tradicional, que incluye la cerámica, con el famoso gallo de Barcelos como protagonista principal. (El popular animal tiene una historia singular, que la leyenda sitúa en el siglo XIII, cuando un peregrino de camino a Compostela fue acusado y sentenciado a la horca por robo, pese a que el reo defendía de forma vehemente su inocencia. Situado ante el juez, que estaba a punto de comerse un pollo asado, el condenado afirmó que si era inocente, el gallo cantaría... y cantó, con lo cual el administrador de justicia no tuvo más remedio que poner en libertad al caminante. Desde entonces, el gallo de Barcelos es el símbolo de la ciudad.)

Nadie sabe con certeza a cuánto asciende el movimiento económico de cada cita semanal, pero es indudable que se eleva a muchos miles de euros. Algunos asiduos se atreven a hablar de en torno a 200.000 euros, contando también el negocio que realizan los establecimientos de la localidad con motivo del mercado.

La oferta va de todo tipo de ropa o calzado, a productos de cocina, aperos de labranza, ferretería, productos del hogar, aseo, y, sobre todo, frutos del campo, de tubérculos a frutas, plantas, árboles para plantar, gallinas, huevos y pollos caseros; una amplísima gama de cantidad y calidad.


REFERENCIA DEL SUR DE GALICIA

La actividad derivada del mercado permite dar salida a buena parte de la producción de la comarca. Hay que tener en cuenta que se trata del mercado más importante de Portugal, referencia en todo el país y en muchos puntos del sur de Galicia.

Más allá del negocio puro y duro, el mercado de Barcelos constituye un acontecimiento social, al que muchos de los que por allí se pierden acuden sólo para pasear, mirar, disfrutar y, si acaso, comer -o no-, antes de retornar a casa. Tampoco los expertos aventuran una cifra cerrada, pero coinciden al hablar de más de diez mil personas cada jueves, sobre todo entre primavera y otoño, por el clima y la abundancia de productos de huerta.

El mercado ha traspasado sus propios límites, ya que los turistas extranjeros que se acercan a esta zona de Portugal, traen marcado en sus guías el nombre de Barcelos en cualquier jueves, para comprobar in situ este fenómeno.

Lina, Maribel y Aurora, se desplazaron desde Vigo, aprovechando el periodo de vacaciones. Llegaron pronto y han recorrido más o menos la mitad. Se detienen ante uno y otro puestos de venta, pese a que no necesitan comprar nada y ni siquiera habían hecho propósito de hacerlo. Aurora, sin embargo, ha adquirido unos tapetes, porque le gustan 'y por que hace tiempo que los buscaba y no los había encontrado hasta ahora'. Maribel, por su pare, compró un CD de música andina interpretada con zampoña por Sergio, un ecuatoriano que desde hace cinco años está asentado en Portugal y acude regularmente a las ferias para vender sus discos, en las que actúa como reclamo de la mercancía. Es un virtuoso y, además, accede a hacerse fotos con cuantas admiradoras, mayores y chicas, se le acercan. Antes de afincarse en Portugal probó suerte en Galicia, 'pero no nos fue bien; no conseguimos afianzarnos', cosa que logró en Portugal, donde vive 'bien, con nuestro trabajo, pero no podemos quejarnos'.

Jurgens, Angela y su pequeña Marlene vienen de Stutgartt. No han comprado todavía, pero confiesan que probablemente lo harán 'por la tarde, puesto que todavía queda mucho por ver'.

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