¿Y este experimento cuándo acaba?

ourense 19/04/2020. Diario del coronavirus. Calle Bernardo González Cachamuiña. José Paz
Si cada día tiene su "aquel" dentro de esta realidad distópica en la que andamos metidos, los domingos resultan especialmente señalados. La ciudad pierde el pequeño pulso semanal y todo semeja un vago recuerdo.

El despertador ha perdido sentido, ahora nos despierta el insomnio mal llevado y el trinar de los pájaros de la mañana.   

La ciudad se levanta a trompicones, sin ganas, como si fuera víctima de una gran resaca. El aire dominical es denso, por ratos se va espesando. Las persianas se suben casi solas, ya sin la curiosidad de contemplar la calle. Vivimos los domingos en la memoria, entre lo que toca y lo que nos hubiera gustado que fueran. 

Los coches pasan pero menos, incluso donde uno mora, al pie del CHUO. Ni siquiera la avanzadilla del primer turno, la de las 7h se ha hecho notar. Los domingos imponen. Los buses suben vacíos. Un operario de limpieza baldea la calle; al fondo dos mujeres juntan sus perros.


Un experimento


En el trigésimo octavo día de confinamiento todo semeja un déjà vu, un experimento cansino en el que nos tiene atrapados. ¿Hasta cuándo? Se oye una conversación intramuros, las ventanas y balcones andan abiertos para ventilar. Un vecino desde un balcón tose, carraspea, fruto del tabaco. Un grafiti representa un niño enfurecido y rabioso; nunca realidad más atinada. Algo está cambiando: “Hay mascarillas”, reza en la puerta de una ortopedia. 

En una tienda de ultramarinos un señor recoge fruta, de un gran cajón, con el mismo esmero de quien lo hiciera en el campo. En nada se hace una gran cola a la puerta. “Habas con almejas, los miércoles; los viernes, callos”, se lee tras la persiana de un bar. En un balcón de la calle Coruña, una gran bandera de España luce un crespón negro. A pocos metros, otros han transformado su balcón en una especie de resort terraza, anuncio de Coca-Cola incluido, eso es más que nostalgia. Hay muchos balcones cuidados, se valoran de otra manera ya. De seguir así vamos a acabar convocando un concurso. 

En Peña Trevinca un peatón y un ciclista que va a la compra compiten por todo el protagonismo. Hay colas hasta para despachar prensa, una librería atiende a los clientes en la puerta. Las colas no son como las de antes, ahora semejan “equidistantes”, en un complicado equilibrio. El Auditorio mantiene los carteles del último espectáculo, del 12 de marzo. Encima, un rotundo cancelado. “¿Hasta cuándo?”. Uno piensa cuántas cosas en la vida de un domingo normal haría: café, periódicos, una caminata por el bosque. Hoy toca una a lo Hamish Fulton, urbana, de circunstancias, para hilvanar esta crónica confinada.

La nota de color en la calle Bernardo González Cachamuiña, toda ella entrelazada de banderines de colores, como si estuviéramos en fiestas. Los artífices Naique y Iago, de balcón a balcón. Si en Semana Santa se atrevieron con una procesión en altura, ahora quieren apuntarse a la Feria de Abril sevillana. No en vano ella es cordobesa. 

Ya de vuelta, un grupo de gaviotas discrepan con otro de palomas por la comida, sobra decir quién gana. Justo al lado una mano sostiene un pitillo sobre una ventana. Así, ¿hasta cuándo?. Pues eso. 

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