Historias de un sentimental

Aquellos formidables actores del “Teatro Valle Inclán de Ourense” en el recuerdo

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En la medida que a uno le van cayendo años, y yo acabo de llegar a los 74, felizmente, uno se permite pasar revista a los caminos andados de su propia vida y se para y se detiene en aquellas posadas del recuerdo donde moran las secuencias más queridas. Después de más de treinta años de periodismo y otros veintitrés en la docencia universitaria, luego de haber tenido la suerte de viajar por el mundo, uno recupera la memoria de esos momentos esenciales, y los míos se concentran en aquellos mediados de los años sesenta, en que tuve el honor y el privilegio de formar parte, primero, del Grupo de Teatro Juvenil de la OJE, y después del Teatro Valle Inclán de Ourense, dirigidos con maestría y saber por Segundo Alvarado, quien en su tiempo fue considerado como el mejor director de teatro no profesional de España.

Chéjov, Anouilh, Valle Inclán, Hochwälder y tantos otros, y hablamos de mediados de los años sesenta, eran algunos de los autores de nuestras representaciones. En 1966, ganamos con la obra “Donadieu” de Hochwälder los dos grandes certámenes de teatro juvenil que se celebraban en España, el Premio Nacional en el Teatro Romea de Murcia, y el Galardón del Duero, en Zamora. Era Alvarado un perfeccionista. Para nuestro vestuario hacía venir de Madrid una sastra y los atuendos de nuestros personajes de la casa Peris y Hermanos, la mejor sastrería de teatro y cine de España. Y para preparar una escena en que dos de los personajes nos batíamos a espada, nos estuvo dando clase de esgrima Osorio, que de eso sabía mucho. Y por eso triunfábamos donde fuéramos, ya en Festivales de España en Vigo o en el Certamen de Teatro Clásico en Málaga.

La foto, es en el Losada en la Navidad de 1966, en que a favor de aquella campaña representamos nuestra gran creación, “Donadieu”, basada en las guerras de religión en Francia que es un drama intenso. Pero de esa foto ya faltan Alberto Fernández, Manolo Vidal, José Manuel Blanco Gil, Manolo Sampayo y Mariluz García. Quedamos Dora Espinar, Vicente Losada y yo mismo. De Miguel Angel Gómez hace tiempo que nada sabemos. De aquella, Fernando Gabelo era un chavalito que andaba empezando por allí, con gran entusiasmo, igualmente en el recuerdo. Tenía Alvarado enorme sentido de la tensión teatral: al final de la obra, en que nos batimos Alberto Fernández, que hace de malo, y yo, que era el bueno, salimos de escena, se escucha el batir de las espadas y un grito. Primero sale Alberto y parece que el muerto era el otro, pero cae al suelo y pasados unos segundos sale el bueno, entre los aplausos del público. En una de las escenas, hay una cena, y cenábamos de verdad, un par de pollos que servía el inolvidable Manolo Sampayo. Todo con montaje de “Sheridan”, que era otro genio, con la colaboración del singular tramoyista del Losada, Vicente.

Hace tiempo que los supervivientes de aquel tiempo, Marisa Calvo, yo mismo y otros posteriores, tenemos la intención de reunirnos y ver de montar una selección de teatro leído de nuestros éxitos de aquel tiempo, pero se nos fue Fernando Gabelo, entrañable y entusiasmo animador de la idea, a ver si somos capaces de recuperarla y montar esa función en su honor. Escribo todo esto porque estoy seguro de que entre los lectores de estas historias mías de La Región todavía tienen que quedar muchos de aquellos espectadores que asistieron a nuestras funciones y disfrutaron de aquellas obras de los chicos de Alvarado. Cuando actuamos en Festivales de España en Vigo, un crítico tituló su crónica “La profesionalidad de los aficionados”. Así era. Y les juro que cuando paso por delante donde estuvo el entrañable teatro Losada, cuando cierro los ojos vuelvo a escuchar los aplausos de aquel querido público ourensano que nos acompañó en aquellas lejanas tardes de mi juventud. Y me consuelo pensando que en Ourense se mantiene y ha crecido la afición y el disfrute por el teatro.

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