Las galerías de la provincia tienen menos de la mitad de locales abiertos

El exceso de oferta y el abandono lastran un modelo de negocio que tuvo su bum en los 70 y 80 y que busca cómo reinventarse

Las galerías comerciales vivieron su auge en los 70, cuando aparecieron pasajes como las Unión Progreso, las Sol o las Santo Domingo. Solo en la ciudad se abrieron casi una treintena de estos espacios, de los cuales ahora quedan, a duras penas, 26 abiertos. Con la llegada de la crisis del 2008, el fenómeno de las tiendas online y la crisis de la pequeña empresa, estos lugares han ido perdiendo atractivo para los consumidores.

Según datos  recogidos en las galerías de toda la provincia, de media, este tipo de comercios no llegan a  ocupar la mitad de sus establecimientos.

En el centro de la ciudad, las galerías con accesos en las calles más transitadas, son las que gozan de más actividad: las Dorzán en la calle Lamas Carvajal, las Santo Domingo en a la vía homónima, las Viacambre en pleno Paseo, y las Proyflem en el Progreso.

Por el lado contrario, la situación en los barrios es más crítica: en las galerías San Francisco solo están abiertos tres locales, con dos pisos totalmente desiertos. Al otro lado del Barbaña, el centro comercial Couto, en su momento muy ambicioso, contiene 84 establecimientos vacíos de un total de 112.

Los negocios más antiguos han podido mantenerse hasta hoy gracias a una clientela fiel. No obstante, ven un obstáculo inminente: no hay un relevo generacional que asegure su continuidad. Julio Gutiérrez, de los más veteranos de las Proyflem, ha visto cómo “la gente se va jubilando y sus hijos no se ponen al frente de la tienda”.

Los emprendedores lo tienen más difícil a la hora de instalarse, ya que una posición y una visibilidad buenas son esenciales, así como una potente cartera de clientes. Un nuevo empresario necesita trabajar durante varios años hasta alcanzar la estabilidad, una meta difícil de cruzar comerciando en las galerías. Los locales exteriores son más visibles, pero los alquileres son menos asequibles.

Dentro de las galerías, el precio de los arrendamientos es bajo (desde los 250 euros). Presentan una alternativa a hacer negocio en el exterior (con mensualidades entre los 600 y los 5.000 euros en las zonas más solicitadas), pero, a la larga, renunciar a ser visibles en el exterior podría no compensar a nuevos comerciantes.

El factor decisivo de la visibilidad no es una garantía en el interior de estos comercios, normalmente dispuestos a lo largo de pasillos, a veces muy profundos,  y con una distribución que no permite reconocer la oferta de escaparates de un vistazo. 

Además, la arquitectura presenta otro impedimento: las barreras físicas que dificultan el acceso de personas con movilidad reducida. Las galerías se construyeron cuando aún no se habían aprobado normativa,  Solo las Proyflem salvan este obstáculo, ya que son las únicas que ofrecen ascensor y escaleras mecánicas.

Así, la falta de atractivos ha provocado una decadencia paulatina que, a su vez, disuade a propietarios y comerciantes de cuidar y renovar el aspecto y los materiales de las galerías. De este modo, las infraestructuras se deterioran y, con el paso del tiempo, el descuido crea un espacio que los potenciales clientes prefieren evitar.

Poco a poco, las galerías se van llenando de oficinas (bufetes, corredurías y gestorías), almacenes y servicios sin escaparate. Los tradicionales establecimientos de alimentación, peluquerías, costurería, zapateros y librerías sobreviven a duras penas, con la esperanza de que, uniendo fuerzas, puedan revitalizar los recintos que las vieron nacer.

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