Comandante del portaaviones Príncipe de Asturias

Gregorio Bueno: ‘El escenario internacional encierra hoy más riesgos que cuando cayó el muro de Berlín’

 Gregorio Bueno, de frente, con bastón de mando, en un acto oficial de la Armada.
El capitán de navío Gregorio Bueno, tomó en el mes de septiembre el mando del portaaviones ‘Príncipe de Asturias’, el buque más emblemático de la Marina española. El nuevo comandante, que nació en Ourense en 1960, ingresó en la Armada en 1978.
¿Qué implica comandar el Príncipe de Asturias?

Por un lado es una responsabilidad, porque es ahora mismo el segundo barco más grande que tenemos en desplazamiento, y en dotación de combate, el más grande de nuestra Armada. Son casi 600 personas a bordo. Cuando se embarcan aviones y helicópteros, posee una capacidad de combate muy notoria. Pero también hay un componente de reconocimiento a 31 años de servicio dedicados a la Armada y la defensa nacional.

¿Qué tipo de retos asume una persona que toma el mando de este portaaviones?


En la Armada hemos tenido situaciones mejores y peores, hemos pasado crisis de vocaciones. Este barco tiene 20 años de vida y procedimientos, y el reto es que cuando dentro de dos años deje el mando, lo deje mejor de lo que lo he recibido. La dificultad es con qué parámetros se mide eso. Esto no es una empresa, a la que puede aplicarse el parámetro de la facturación, por ejemplo. Aquí el indicador es más subjetivo. En todo caso, intentaré contribuir a la mejor formación profesional de la dotación y a que el barco esté listo para cualquier cometido operativo.

¿Cómo juzga el escenario internacional desde el punto de vista de la estrategia de las fuerzas armadas?

En el año 2009 la situación mundial no es la que había en el 89, cuando cayó el muro de Berlín y se dio por finalizada la Guerra Fría. Yo creo que la situación hoy es más complicada que hace veinte años, cuando existía un enfrentamiento larvado, una guerra fría entre dos bloques. Hoy en día, en el escenario internacional han aparecido muchísimos más actores que a lo mejor no tienen capacidad de dar un golpe tremendo como podría darlo el antiguo Pacto de Varsovia, pero pueden hacer mucho más daño, y de forma más selectiva, que lo que podía hacer el Pacto. Piense que tenemos abierta la guerra de Afganistán, tenemos los estados fallidos de Somalia, Etiopía, Sudán, alguno del sudeste asiático, la República Democrática del Congo... Tenemos actores como Irán, tenemos el terrorismo global. Son actores que no obedecen a dictados de grandes estrategas, y eso hace que el mundo hoy tenga más riesgos que en el año 1989.

¿Y en este escenario cuál es el papel de la Armada?


La Armada contribuye en la cooperación internacional, la prevención de conflictos, la disuasión general. Participa con sus capacidades a las organizaciones multinacionales, desde la OTAN a la UE, y son capacidades que en algunos casos son exclusivas de la Armada. Cuando hay que realizar una operación donde los aviones del ejército del aire no se pueden desplegar porque se precisan permisos diplomáticos complejos, los barcos de la Armada van por aguas internacional, sin pedir permiso a nadie, y ésta se planta con una capacidad de combate y disuasión importante, delante de una zona sobre la que quiere influir. Y eso ha sido así a lo largo de la historia, y creo que seguirá siéndolo mientras la Armada tenga capacidades.

Usted lleva 31 años en este cuerpo, ¿cómo era la Armada entonces, y en qué medida ha cambiado?

En 1978 la Armada tenía un sistema de reclutado obligatorio. Hoy somos profesionales. Antes todos éramos hombres, y hoy la mujer tiene una presencia en las fuerzas armadas del 15%. En aquel entonces, España no pertenecía a la OTAN, los procedimientos eran anticuados, no teníamos capacidad para desarrollar tácticas, vivíamos en una nube de poca eficacia. Y los medios han cambiado muchísimo. Entonces disponíamos lo que los americanos y los franceses nos dejaban construir o nos vendían. Hoy muchas de las cosas que tenemos se hacen aquí, empe zando por los barcos.

Es usted especialista en armas submarinas, táctica naval y guerra naval. Es decir, es un especialista en algo en lo que nunca ha tenido que ponerse a prueba.

La disuasión que producen las fuerzas armadas viene dada no tanto por los medios como por tener a la gente adiestrada para actuar. Yo, afortunadamente, nunca he lanzado un torpedo de combate, muchos ejercicios. Misiles de combate sí he lanzado, pero sobre blancos de ejercicio. ¿Guerra naval? No he estado en ninguna, aunque sí en operaciones, situaciones en las que hay un riesgo de uso de las armas, desde la primera guerra del Golfo, pasando por la segunda en Iraq. No has lanzado las armas, pero estás en un escenario en el que no se descarta su uso.

En esta situación de paz, pero preparados para la eventualidad, ¿usted es partidario de que los presupuestos de Defensa tiendan a crecer o a perder peso?

El debate no es el que se plantea. En 2010 el Gobierno de la nación tiene otros prioridades, y así debe de ser. En este caso, el Ejecutivo debe hacer frente a necesidades perentorias como la atención social, ya que estamos casi en cuatro millones de parados. En otro escenario económico los Presupuestos pueden y deben usarse para fomentar la investigación al desarrollo, la industria nacional.

Un fenómeno tan antiguo como la piratería se ha vuelto un conflicto moderno. ¿Tiene usted una idea clara de cómo debe combatirse?

La realidad es que los piratas actúan porque vivimos en un mundo con más riesgos, con estados fallidos. Pensemos en Somalia, donde no hay un gobierno que imponga la ley en todo el territorio. En el mar es muy difícil combatir la piratería, pues habría que multiplicar por cuatro o por cinco el número de barcos que ya tenemos allí. ¿Conclusión? Es en tierra donde hay que enfrentarla, creando las condiciones para que el Gobierno de Somalia controle todo el territorio.

En un escenario de guerra moderna, o de guerra hipermoderna, lo cual nos situaría en un escenario futuro, ¿hasta qué punto sería relevante la Armada estratégicamente?

Hay un axioma clásico que se estudia en los cursos de guerra: para las guerras cortas, no hacen falta las armadas, pero para las guerras largas, las armadas consiguen un objetivo que sólo ellas pueden lograr, que es el mantener el comercio marítimo mundial. En el caso de España, el 95% del combustible que consumimos llega por vía marítima. El papel de la Armada es contribuir a esos objetivos generales manteniendo abiertas las vías de comunicación marítima, que son vitales para el sostenimiento de la actividad económica e industrial. Pero la armada tiene otra capacidad: proyectar el poder del Estado más allá del territorio.

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