Los investigadores tuvieron conocimiento del sicario cuando Alberto Vázquez les confesó que lo contrató en Chaves

La Guardia Civil dice que mujer e hija tenían motivos para matar a Pousa

Uno de los agentes que compareció ayer en el juicio mira a los inculpados antes de abandonar la sala de vistas. (Foto: XESÚS FARIÑAS)

Para los tres agentes de la Policía Judicial de la Guardia Civil que asumieron durante seis meses la investigación del crimen que le costó la vida a Bernardino Pousa, la esposa de éste, Dolores Álvarez; su hija, Ángeles Pousa, y la pareja de ésta, Alberto Vázquez, siempre estuvieron en sus pensamientos. Fueron, desde un principio, sus principales y casi únicos sospechosos.

El rápido descarte de otras opciones les puso enseguida sobre la pista del círculo familiar y el móvil económico-sentimental. El robo quedó desechado porque la víctima, cuando apareció muerta en la cochera de Autocares Guerra en Verín el 11 de septiembre de 2011, conservaba 192 euros en el bolsillo. Y el ajuste de cuentas se contempló casi al tiempo que se excluyó: Bernardino Pousa tenía un posible enemigo (una persona con la que mantenía malas relaciones), pero el día de autos tenía coartada. Así pues, la investigación gravitó pronto única y exclusivamente sobre los allegados .

El sargento que la dirigió confesó ayer, en el segundo día de juicio con jurado popular en la Audiencia , que tanto 'Dolores como su hija -acusadas en este proceso- tenían motivos suficientes para darle muerte'. La primera, según la información que recabó la Guardia Civil, mantenía una relación tensa con su esposo porque éste salía con otra mujer así como por la decisión del fallecido de repartir los bienes acumulados durante tres décadas de matrimonio (valorados en más de un millón de euros) y divorciarse.


EL DIVORCIO

El agente aseguró ayer en el juicio, en el que también se juzga a Alberto Vázquez y al supuesto sicario, Ilidio Magalhaes, que el asesinato de Bernardino, a su juicio, la catapultó el hecho de que comunicara a su esposa que el día 12 iba a interponer la demanda de divorcio (ella lo niega). Abundó en la mala relación paterno-filial, porque la hija tomó partido por la madre. 'En este caldo de cultivo es cuando decidieron dar una solución rápida y eficaz al problema', explicó el responsable de las diligencias.

Los investigadores también comenzaron a sospechar de los imputados por las contradicciones en las declaraciones de Ángeles y Alberto antes de ser detenidos (cinco veces fue interrogado el último y dos la primera). Pero también los delató la falta de interés por el devenir de las investigaciones cuando uno de los suyos había muerto trágicamente.

Por las intervenciones telefónicas y los micrófonos ocultos en sus coches -la primera vez que la Guardia Civil los empleaba en Ourense- supieron de forma muy vaga que podía haber un tercero al que aludían como 'el inglés'.

Además, una llamada anónima el 26 de febrero de 2012 desde un cabina cerca del hospital de Verín alertó a los agentes de que Alberto, en la tarde-noche del crimen, había estado dando vueltas alrededor de la nave, mientras que un testigo vio una furgoneta como la del sospechoso con una persona con tatuajes en los brazos. A partir de ahí, la Guardia Civil tomó en consideración la participación de una cuarta persona en el asesinato, un extremo que sólo corroboró cuando detuvieron a Vázquez el día 27 y les habló que había contratado a 'el Cobra', quien trabajaba en una empresa de San Cibrao das Viñas. Según los investigadores, 'la confesión de Alberto cuadraba al milímetro'.

Los guardias civiles aseguraron que el novio declaró de forma abierta y sincera, pese a que su abogado le aconsejó lo contrario, porque, a su entender, 'le pesaba la conciencia'.


LA VÍCTIMA SE AHOGÓ EN SU PROPIA SANGRE TRAS SER GOLPEADO

Bernardino Pousa murió a consecuencia de los 21 golpes que recibió en la cabeza. Según explicaron los forenses en la sesión de tarde, las múltiples hemorragias originadas llegaron a su boca y nariz e inundaron de sangre las vías respiratorias, por lo que la causa inmediata de su muerte fue la asfixia. Los técnicos del Instituto Médico Legal de Galicia detectaron también diez golpes en los brazos y otro más en el pecho, ocasionados con una barra de hierro de 72 centímetros de largo por tres centímetros de ancho.

Dijeron, además, tener la 'certeza' de que el chófer se defendió al ser atacado ante la puerta de salida del autobús que acababa de conducir desde Samil (Vigo), pues su cuerpo, encontrado en el interior de la cochera de la empresa Guerra en Verín, tenía 'heridas de defensa'. Hasta seis, entre ellas una producida detrás de la oreja al intentar proteger su cabeza con la mano.

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