"Se ha apagado gracias a la lluvia, si no esto podría haber durado hasta la Navidad"

Brigadistas y voluntarios trabajaron durante días para salvar unas llamas muy voraces

"En 12 años que llevo trabajando como brigadista fue lo peor que he vivido, incluso más que en la oleada de incendios de 2006", afirmaba ayer Cristóbal Medeiros, especialista de la Brigada de Refuerzo de Incendios Forestales (Brif) con base en Laza, que formó parte de unas de las miles de personas que se repartieron el domingo y el lunes por la geografía ourensana. "Apagábamos un incendio y, ya había otra al que ir, o se encendía alguno por la zona. Fueron días duros", relataba Medeiros. 

La triste realidad es que todos estaban desbordados. "Se ha acabado de apagar por las lluvias, esa es la verdad, porque con la voracidad de las llamas, unida a la extrema sequía y las altas temperaturas, podríamos estar así hasta la Navidad", afirma Medeiros. 

Y es que ayer volvió a llover, tras un mes de septiembre horrible en cuanto la escasez de las precipitaciones. Los montes volvieron a respirar, aunque sin el agua continuada que necesitan los terrenos abrasados, embalses y ríos. 

Fueron las primeras lluvias de octubre  significativas registradas en las más de 30 estaciones meteorológicas de la provincia. En la ciudad, cayeron 8,6 litros por metro cuadrado, especialmente en la madrugada del lunes al martes y en las primeras horas de la mañana. Las lluvias se repartieron por toda la provincia, en zonas como Boborás, especialmente afectada por los incendios, con carácter tormentoso.  Otras zonas afectadas también recibieron la dosis de lluvia tan esperada. En Baños de Molgas, 9 l/m2, en Maceda, 13,8, en Leiro 12,4 y en la Baixa Limia, en la estación de Entrimo, 13,2 l/m2.

El mes de septiembre fue claramente atípico, con solo tres días de lluvia en la ciudad, en contraste con los cuatro días con precipitaciones de 2016, y los cinco días lluviosos del año 2015. 

Trabajadores del fuego  

Si bien el agua fue la clave en la práctica extinción de las llamas a lo largo de la provincia, como reconocen los trabajadores, no habría que olvidar el incansable trabajo realizado también por voluntarios. La falta de medios ante la oleada de incendios armó a voluntarios y a brigadistas. "Estuvimos solos en algunos incendios, una situación que nos es habitual", señaló Medeiros. 

Los miembros de Protección Civil de Porqueira aseguraron que durante la noche del domingo que las llamas se acercaron a las casas de San Mamede. "Quedou a 100 metros das casas. O vento dificultou moito os labores e era imposible poñerse de cara a el. A nosa principal función era protexer as vivendas, porque había moito fumo e o lume cruzaba pistas e todo a unha gran velocidade", relata Fausto González, responsable del servicio de Protección Civil. "Había veciños que querían axudar, pero mandábamolos marchar porque non era seguro", añade. 

También en la zona de Monterrei, voluntarios como Manuel Lorenzo, se echaron al monte de A Gudiña. "Estabamos alí axudando pero chamounos un home da Mezquita porque ardía cerca da súa granxa e fomos coa motobomba do Concello de A Mezquita para salvar os animais", señala Lorenzo. 

El granjero afectado, Luis Guerra, pudo salvar sus animales. Empezó ayudando en los montes cercanos pero tuvo que pedir ayuda. "Non había ningún medio, fixemos cortalumes con arados e todo de forma rudimentaria para poder salvar os animais, e conseguiuse", apuntó Guerra". 

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