El periodista Fernando Méndez desgrana hoy en una conferencia las investigaciones que ha llevado a cabo en los últimos años a propósito del 'caso Metílico' y las muertes que causó durante el franquismo.

Las heridas del metílico

Hoy se cumplen 43 años desde el final del juicio del 'caso Metílico'.
Aquel día de la Navidad de 1967 se leyó en audiencia pública la sentencia que condenaba a 11 procesados a elevadas penas de cárcel y a pagar millonarias indemnización por haber envenenado el mercado de bebidas adulteradas con alcohol metílico. Fue el mayor envenenamiento masivo ocurrido en España y tuvo especial relación con Ourense. Murieron y quedaron ciegas miles de personas, según aseguró siempre el fiscal Fernando Seoane. Sin embargo, oficialmente sólo se contabilizaron 51 personas fallecidas y 9 ciegas. Los escasos medios de investigación y las responsabilidades eludidas por el Gobierno, hicieron que el 'caso Metílico' se juzgara por un delito contra la salud pública, imputando a nueve bodegueros, a la esposa de uno de ellos y a un abogado, y dejando libre de responsabilidades a la Administración franquista, siquiera como responsable civil subsidiario.

La consecuencia de esta sentencia fue que los acusados permanecieron en prisión un breve período de tiempo y ni las víctimas ni sus familias cobraron jamás las elevadas indemnizaciones a las que obligaba la resolución judicial. Hoy, casi medio siglo después, las heridas siguen abiertas. ¿Es justo lo que ha ocurrido? ¿Puede reabrirse el caso? ¿Merecen, al menos, las víctimas un homenaje, un reconocimiento, para que, al menos, se haga 'justicia social' por esta tragedia? De todo estos temas hablará hoy el periodista y escritor Fernando Méndez en la conferencia que ofrecerá en el Centro Cultural de la Diputación, titulada 'Metílico: medio siglo envenenados'. Méndez investigó durante cinco años el 'caso Metílico', cuyas conclusiones han aparecido recientemente en un libro. Según sus investigaciones, basadas en el sumario, en documentos periciales y en testimonio de las propias víctimas, el mercado de alimentos y bebidas fue inundado por licores envenenados por alcohol metílico en 1963, un envenenamiento que alcanzó a España, Guinea Ecuatorial, El Sahara, Sudamérica, Estados Unidos y algunos países de Europa. Aquella primavera de 1963 algo inexplicable estaba provocando extrañas y masivas muertes en el rural gallego y en la costa canaria, pero nadie era capaz de aventurar su patogenia. Pronto se supo que Casa Lago, de Vigo, compraba la materia prima de sus licores al industrial ourensano Rogelio Aguiar Fernández, propietario de un almacén de aguardientes, quien, a su vez, adquirió a una empresa de Madrid 75.000 litros de alcohol metílico, altamente tóxico, y cuyo empleo estaba prohibido para 'uso de boca'.

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