Una iniciativa solidaria de Ourense ayudará a las pacientes de cáncer de mama

Que el fin último de un cojín es el apoyo, en muchas y variadas formas, nadie lo discute. Pero que, para las pacientes de cáncer de mama, este apoyo se vuelve el doble de significativo e importante, es algo que muchos desconocen. En esa situación se encontraba Montserrat Gómez, dueña de La Moderna, una mercería con presencia en Ourense y O Carballiño, hasta que su clienta y aprendiz de confección, Yolanda Gregorio, le mostró con afecto su corazón. “Yo le dije a Montse que me habían conseguido el último cojín que quedaba en el hospital, después de la pandemia dejaron de hacerlos, fue oírlo y ya se puso manos a la obra”, afirma Yolanda. La modista buscó cómo hacer los cojines, sacó los patrones y organizó tres talleres de confección de cuatro horas. Una de sus clientas “lleva la casa de mayores de San Amaro”, así que, como relata ella misma, Gómez donó el material y empezaron a confeccionar hasta llegar a los 200 cojines en un mes. Incidencia del cáncer de mama en Ourense El cáncer de mama es el más diagnosticado a nivel mundial. Únicamente en España, se esperan catalogar 35.000 casos de esta tipología tumoral a lo largo de 2023, según publica la Sociedad de Oncología Médica. Yolanda Gregorio se realizó una doble mastectomía profiláctica a los 44 años, pero al principio no era lo que estaba planeado: “Yo entré en quirófano con la perspectiva de una prótesis mamaria y no tener que hacer tratamiento. Salí con un expansor, que no es una prótesis definitiva, una linfadelectomía, que no estaba programada, y con seis meses por delante de quimioterapia y otros seis de radioterapia”. Tras la operación, una enfermera llegó con el cojín y le alegró los días a la paciente. Gregorio no sintió únicamente alivio cuando lo usó por primera vez: “A priori es una bobada, es físico, pero el 80% de lo que mejoras con el cojín es psicológico. Estás acompañada”. La forma de corazón, además de simbólica es funcional, sirve para adaptarlo al cuerpo. “Está más hundido en la zona central para separar el brazo del tronco”, asegura Yolanda. Las pacientes tienden a tapar la zona dolorida para protegerla, pero el cojín alivia el dolor y ayuda a prevenir contracturas, que pueden complicarse después. “Que alguien se haya molestado en que recuperes ese brazo, que no tengas dolor en el pecho, es una pasada. No se puede explicar. Sientes que tienes a alguien que sabe por lo que estás pasando y te sientes acompañada”, destaca la paciente. Sacar fuerzas Yolanda tiene ahora 46 años y está recuperada, aunque en seguimiento. Cuenta que su vida no ha vuelto a ser normal, pero sacó agallas por su familia al tener dos hijas pequeñas: “Quiero verlas crecer”. La medicación ha dejado secuelas en su cuerpo como una menopausia prematura, con los dolores de huesos y musculares que acarrea. Tampoco puede usar su brazo izquierdo demasiado -es zurda- porque corre el riesgo de que se inflame y no vuelva a su estado original, después de retirarle los ganglios, encargados de esa función, entre otras. Al hablar de superar la enfermedad, Gregorio se quita méritos: “No es que sea fuerte y una luchadora, sí, yo he puesto de mi parte, pero toda la gente que me ha arropado me ha llevado en volandas”. Para ella recibir amor, “desde el cirujano o la enfermera” hasta la persona que sin conocerla le ha hecho un cojín, ha sido fundamental. “Las amigas te dicen vamos a tomar un café, Montse me mandaba las fotos de cómo iban los cojines, de los talleres que yo no podía hacer de momento, pero los repetiría, te hacen ver que la vida sigue”, relata. Se considera una persona positiva y cree que eso le ha ayudado: “Estás mala, tienes que hacer un descansito y llevar las cosas a otro ritmo, pero la vida sigue, eso pienso yo”.