Jaque al maltrato de animales en Ourense

La presión judicial y policial para evitar el maltrato animal en la provincia está dando resultados a paso lento pero firme. No solo hay más casos judicializados, que hasta hace seis años, antes de la reforma del Código Penal de 2015, eran pura anécdota, sino también sanciones administrativas. Una media de 30 denuncias al mes en el año 2021, según constata el Servicio de Protección a la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil de Ourense, por atentar contra la flora y fauna. En los juzgados ourensanos se sustanciaron 114 delitos de malos tratos a animales domésticos en procedimientos tramitados en juzgados de instrucción de la provincia entre 2014 y 2020, tal como recoge la Fiscalía de Medio Ambiente en sus memorias anuales. No todos llegan a juicio, pero cuando lo hacen, la inmensa mayoría logra una sentencia condenatoria en los juzgados penales. En total, 18 procedimientos solventados con condenas en ese mismo periodo y una absolución. Además, en aquellos casos que provocan una especial contestación social por su crueldad, las fuerzas de seguridad están consiguiendo ponerle nombre y apellido pese a que son investigaciones que se demoran en el tiempo. Reunir pruebas solventes para cercar al infractor no es fácil, máxime para que prospere una condena por maltrato. El requisito fundamental es demostrar que el inculpado quiso causar un padecimiento grave al animal. Tanto por acción como por omisión (falta de cuidados). El asunto de los alfileres Un operativo formado por agentes de la Policía Nacional, Seprona y Policía Local de Ourense detuvo este mes a un hombre sospechoso de sembrar la ciudad con cebos con alfileres, destinados a dañar de forma indiscriminada a los perros que los ingerían. Llevaban tras él desde 2017, cuando los propietarios de dos bares de O Vinteún recibieron amenazas por permitir la entrada de perros en sus locales. Posteriormente, desde 2019 aparecieron trozos cárnicos con alfileres. Pasaban meses sin actuar y pillarlo con las manos en el cebo fue cuestión de paciencia. Pero el maltrato animal es un fenómeno complejo con muchas aristas. Se ataca los animales con los que convivimos, aseguran fuentes policiales, por maldad, pero también por incultura y hasta para hacer caja. “No es políticamente correcto pero tras el maltrato animal también hay un próspero negocio”, subraya un agente policial. "Dinlle pasaporte ó gato" La falta de concienciación social sobre los derechos de los animales suele ser más habitual en el rural, en donde la mascota es un instrumento más, dicen los agentes. Y ejemplos hay para aburrir. En O Irixo, un vecino ahogó a su gato en el pozo. La explicación dada al Seprona fue de lo más elocuente: “Dinlle pasaporte porque comeume o polo que saquei do conxelador para a comida”. En ámbitos más urbanos, el maltrato agrupa a aquellos que odian a un determinado animal (el caso de los cebos) o bien a los bromistas de las redes sociales (los jóvenes de A Ponte que este verano hicieron fumar al gato para grabar un vídeo). Para que un caso de maltrato tenga reproche penal normalmente debe haber un cadáver de por medio así como mucha desatención en el cuidado. Por esa razón hay más sanciones administrativas, que al amparo de la Ley 4/2017, de 3 de octubre, de protección y bienestar de los animales de compañía en Galicia, contemplan multas entre los 100 y los 30.000 euros. En esta normativa tienen encaje la mayor parte de los abandonos de perros cuando la mascota molesta en casa, la falta del microchip, la ausencia de tratamientos veterinarios o incluso la venta por internet, que en Galicia está prohibida. “Nosotros tenemos presentes las dos opciones, la penal y la administrativa, y cuando la primera no prospera se recurre a las administraciones (local y autonómica) que deben velar la protección y defensa de los animales que viven en el entorno humano”, aseguran desde el Seprona. El abandono ha sido acusado en 2020, tal como asegura la fiscal de Medio Ambiente, Carmen Eiró, en la memoria de ese año, la última publicada. Y tiene datos: “En España cada cinco minutos se abandona un perro, casi 300 al día”. La incidencia se disparó un 25% tras la desescalada. Hubo ciudadadanos que adoptaron una mascota para poder salir durante el confinamiento y se deshicieron de ella con la vuelta a la normalidad. Perros, gatos, ovejas y gallinas, los peor parados Perros, gatos, ovejas y hasta gallinas son los animales domésticos que más maltratos delictivos protagonizan en la provincia de Ourense en denuncias que han llegado a juicio, tras su tramitación. En todos los casos, porque había animales muertos de por medio. Las sentencias analizadas imponen entre seis y un año de cárcel, además de la inhabilitación especial para la tenencia de animales. Ovejas y cabras: El ganadero Agustín M.B., con una explotación en Piñor (Barbadás), fue condenado el pasado año por dejar morir a sus reses de hambres y sed. El Seprona halló 38 cráneos de ovejas y cabras junto a otros restos óseos en marzo de 2018. La Audiencia ratificó el fallo del Penal 2. Afrontó otro juicio ese mismo año por dos ovejas que tuvieron que ser sacrificadas en Nogueira de Ramuín para evitar su padecimiento. El juez afeó su “pasividad” pero no apreció pruebas de “desnutrición y que ello fuese la causa del lamentable estado de salud” de las dos ovejas. Gallinas: Olga P.F., de 62 años y vecina de San Cristovo de Cea, aceptó un año de cárcel por privar de alimentos a cinco gallinas -una de ellas murió- y dos perros. Perros: L.G.G. , de 75 años, aceptó en junio de este año seis meses de prisión por matar a golpes a su perro con una azada. Insistió, pese a la conformidad, que había sido un accidente. Un de los casos más sonados fue el del perro Balú, en 2015. Su dueño lo arrojó moribundo al contenedor de basura de la avenida de Buenos Aires de la ciudad tras atacarlo salvajemente con un cincel. El perro se salvó y Carlos F.L. aceptó seis meses de cárcel (se le aplicó atenuante de anomalía psíquica). Gatos: En 2017, el Penal 2 impuso 12 meses de cárcel a Benito F., un vecino de Ribadavia imputado por ahogar cinco gatos recién nacido en un cubo de agua, empleando una manguera. Después, ocultó el cubo en donde los había metido en un bajo de su propiedad, al lado de una tienda agrícola que regenta, colocando sobre él varias cajas y cubos con el fin de dificultar el hallazgo.