La nueva ourensanía | José G. González y Karina Ferreira, emisarios de un Dios que trabaja sin intermediarios

Karina Ferreira y José Gabriel González Malavasi, treintañeros, guariqueños, y pastores de la Iglesia evangélica Buenas Noticias Ourense son dos auténticos iluminados. Mucho se puede contar de su historia como mujer y hombre, matrimonio desde la veintena, empresarios aquí y en Venezuela, padres de tres hijos, y con ascendiente ourensano, “ya estuve aquí de niño, crecí en el barrio del Pino”, comenta José Gabriel sobre una parte de su infancia. Y no menos interesante son las anécdotas que les ha brindado la vida. “Cuando a mi hermano lo secuestraron, o cuando le pusieron una pistola en la cabeza…”, comenta el pastor como quien habla de ir a por pipas. Pero al margen de lo terreno, todo lo llena la Iglesia cristiana que, con un tercero, gestionan por “la pasión que Dios sembró en nuestros corazones”, describe José Gabriel. De su casa en el barrio de Santa Teresa conocemos un salón rectangular y acortinado en el que además de hacer vida, reciben a fieles con los que conversan sobre los más y los menos de la existencia. En un primer cruce de miradas una se pregunta si se acaban de echar colirio, porque verdaderamente les lucen las órbitas como un azulejo recién fregado, a la sazón detalles de la clarividencia. Los anfitriones acomodan y dan cancha a toda suerte de cuestiones. Todo bien, no hay vetos, lo que de aquí salga lleva la bendición del Altísimo. José G. González Llegaron en 2019 ya casados, con el porvenir resuelto, él allá una farmacia y una tienda de telefonía, aquí un negocio familiar de cultivo agropecuario que envía plantas aromáticas a toda España. Ella, de familia portuguesa, aquí informática asalariada, allá en la gestión de hoteles familiares, deciden venirse embriagados por la idea de extender la palabra. “Fuimos impactados de tal manera que quisimos compartirlo”, explica Karina al hablar de esa misión voluntaria que es evangelizar. Lo que se dice pastorear No le gusta la palabra ‘convencer’. “Eso solo lo hace Dios”, explica el pastor su descubrimiento allá de la Iglesia evangelista, a través de unos amigos que les invitaron a su casa. Karina añade otros detalles de aquellos encuentros a los que deseaba fervientemente asistir. “Ponían su confianza en Dios, no en ellos”, comenta sobre las maneras de estas gentes. La revelación le hizo a él romper en lágrimas. “No lloras por tristeza, es por alegría”, explica sobre el episodio acontecido hace trece años. Se oyen muchas cosas como “un Dios menos solemne, menos formal”, o “lo material no termina llenándote nunca”. Concluye Karina el capítulo con “aprender a descansar porque hay cosas que te sobrepasan”. Hablan de las señales de lo divino, “las corazonadas”, y por qué no creerlo, lo del formato ya es otra cosa. En esta tierra de supersticiones en la que cristianismo y paganismo tienen cabida, tan pronto recibimos un aviso de Dios como un meigas habelas hailas. Aterrizamos de nuevo entre los mortales, y cuentan Karina y José Gabriel que hace cuatro años, ya en Galicia, su hija mayor, que hoy tiene once, sufrió una enfermedad rara por la que recibió un trasplante. “Aplasia medular muy grave, la médula deja de funcionar”, describen entre ambos. “Teníamos que ser idénticos celularmente, el más parecido era el bebé en un 80%, y tuvimos dos donantes”, narra Karina el milagro de esa exitosa operación. “En nuestro caso no tembló, pero no es fácil”, responde José a las dudas sobre los cimentos de la fe. Treinta mil ourensanos padecen enfermedades clasificadas como raras Karina y José saben que los jóvenes no están familiarizados con el evangelio por lo que calibran muy bien el léxico que utilizan para no ser tachados de dogmáticos. Ellos predican una Iglesia de la apertura en la que la relación es directa con Dios sin que haya intermediarios. Respetan las figuras históricas de la Biblia pero no las adoran, no precisan estatuas bañadas en pan de oro, y reconocen dos sacramentos, bautismo y comunión, que practican lo más parecido al acontecimiento original. “Solo hace falta agua”, sonríen cuando se les pregunta si la inmersión se hace en cauce o bañera. “Las organizamos en verano en el río, en una ceremonia especial”, explican. Vuelve una pregunta logística sobre el vino que todos beben durante la covid-19, y de nuevo una respuesta desprejuiciada. “¡Cada uno tiene una copa!”, aclaran simpáticos. En su Iglesia cantan, suenan pianolas y guitarras y montan un buen jari. Reúnen a gente latina y de otras partes del mundo, “también gallegos, esta Iglesia nació precisamente en Santiago de Compostela hace cuarenta años”, puntualiza él. El pasado mes de enero el Sergas firma un acuerdo con el CEG (Consejo Evangélico de Galicia) para que uno de sus capellanes pueda entrar al CHUO a acompañar a enfermos y familias, y José Gabriel encarnará esta figura. “Dar a estas personas lo que Dios hizo en nosotros”, enlaza Karina el ayer y el hoy. José G. González y Karina Ferreira Opinan Karina Ferreira y José Gabriel González casi lo mismo en una batería de preguntas absurdas, pero como se suele decir, ‘los que duermen en el mismo colchón, se hacen de la misma condición’. A destacar, supo nombrar José Gabriel algún personaje político, “Pontón, Jácome y Baltar”, pero de casarse, solo con Dios. “¡Yo voté!”, duerme el pastor y habla el hombre. Pregunta José Gabriel a modo de despedida si nos ha seducido -que no convencido- con sus palabras. Del literal “¿tú vendrías a mi Iglesia?”, y una no sabe bien qué responder. La gracia, como él mismo explicaba, es una revelación. En una pequeña reunión de creyentes, ateos y espirituales, juntos en una sala acortinada, todos coinciden en que un poco de predisposición también hace falta.