DEAMBULANDO

La mar da abasto, se cree erróneamente, en una imparable autodestrucción

La flotilla pesquera desapareció en la noche como por ensalmo, una vez calmada la mar.
photo_camera La flotilla pesquera desapareció en la noche como por ensalmo, una vez calmada la mar.

El amarre de una impresionante flota de casi una cincuentena de grandes pesqueros dedicados al atún, en temporada, en el Mar Cantábrico, como enlazados más que anclados a los muelles del puerto de Celeiro-Viveiro a la espera de que la mar se calmase, fue un espectáculo sin precedentes por esta costa. Nunca uno había visto un despliegue de barcos pesqueros de tal calibre y envergadura obligados a refugiarse por las condiciones de una mar dura y no apta para la pesca de túnidos, con un riesgo añadido que hizo que los barcos por docenas recalasen en el puerto como adosados unos a otros, de cinco en fondo. Un espectáculo ver la flotilla de Hondarroa y Getaria, sobre todo, amarrada al puerto donde los motores no dejaron de funcionar para alimentar luces, frigoríficos… con una marinería en su mayor parte procedente del África ecuatorial que entretenía su espera con sus teléfonos móviles, mientras otros se desparramaban aquí y allá, y los bares cercanos eran desbordados, aunque para comer se iban a las cocinas de sus barcos. Las impresionantes pértigas provistas de pinchos para agarrar a los atunes, ejercicio que precisa de fuertes brazos que prestan esta marinería de fuerte constitución procedente del África ecuatorial porque la otra que se ve, de cargueros, compuesta por nativos del sureste de Asia: indonesios, filipinos, a los que no hallarás enrolándose en estos menesteres de tan trabajosos y expuestos que uno nunca estimará que el pescado caro, a tenor de lo iiiuuen el mar atrapan.

Los atunes y bonitos del Cantábrico que se enlatan para proveer los mercados de las más exquisitas bocas y que irán a parar a los fogones más renombrados, son los del llamado género thunnus alalungo, que es la que se pesca por estos grandes barcos desde los que vascos y cántabros lanzan cebo vivo como atractivo extrayendo los grandes atunes con sus pértigas, mientras que galaicos y astures lo hacen al janzuelo con señuelos artificiales, lo que se conoce por curricán. Por acá se caen irlandeses y franceses que lo pescan al arrastre limpiando los fondos y cogiendo todo lo que la gran red atrapa.

Hablando con marinero vasco que me dice que en 15 años nunca había tenido que recalar por tempestad en este puerto, y otro curtido y que se dice tan enganchado a este oficio en el que más de tres décadas, nos diría a nuestra pregunta de que era un trabajo muy duro, contestaría que no, que lo duro era abrir la cartera y no tener dinero en ella. Y que la pesca era para él como una droga a pesar de los sinsabores de las velas en las cubiertas, del trabajo bajo la lluvia, del oleaje o la que venga.

Normalmente estas temporadas se acaban a finales de agosto pero ésta durará hasta las postrimerías septembrinas cuando más de 18 millones de kilos pasen por las lonjas de las que la de Burela, el gran puerto pesquero de túnidos, principalmente, que se dice uno de los grandes de Europa en estas artes mientras el de Celeiro-Viveiro de solo 95.000 kg de atunes pero millonario en merluzas.

Esto hace meditar en los recursos de un mar que parecen ilimitados o más bien en la ruina marium que dirían los latinos, porque no parece que los recursos sean ilimitados, mas al contemplar estos bichos de embarcaciones, estos predadores marinos que piensan que los recursos son ilimitados, alimentados por esos consumidores voraces e infatigables que somos la sociedad humana.

La Tierra, mientras tanto, seguirá girando alrededor del Sol en su movimiento de traslación y rotando sobre si misma para ofrecernos el dia y la noche, ajena a este esquilme al que la ha sometido una especie de primates desarrollados que está cavando la tumba de su desaparición como especie, lo que inexorablemente sucederá miles de millones de años antes de cuando la estrella máxima del sistema solar se convierta en una enana gigante. Para largo me lo fiais, diremos.

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