entrevista

Carlos Ramos: "Durante muchos años no tuvimos vacaciones, pero mereció la pena"

Javier Ramos y Carlos Ramos
photo_camera Javier Ramos y Carlos Ramos, frente a la nave de Cristalería Ramos y Ramos.

La Cristalería Ramos y Ramos celebra su trigésimo quinto aniversario en una celebración en la que no faltarán clientes, amigos, así como sus 50 empleados

La Cristalería Ramos y Ramos celebra este viernes su trigésimo quinto aniversario en una celebración en la que no faltarán clientes, amigos, autoridades y, cómo no, sus 50 empleados. Aunque no ha sido un camino sencillo -"nada se consigue sin mucho trabajo detrás"-, los socios de la empresa, Carlos y Javier Ramos, aseguran que "ha merecido mucho la pena" la aventura. Carlos Ramos recuerda los momentos duros, pero reconoce que está muy orgulloso del trecho recorrido, en el que tomó el relevo al oficio de cristalero de su padre, Elías Ramos.

Antes de Cristalería Ramos y Ramos, su padre había empezado el negocio, 15 años antes.

Mi padre empezó a trabajar con el vidrio en 1969, era cristalero. De aquella época recuerdo que las medidas de seguridad, comparadas con las de ahora, asustan. La gente subía los cristales por una escalera, se usaba masilla que congelaba las manos cuando hacía mucho frío, se descargaba todo a mano... Vamos, lo que hoy, de verlo en televisión pensarías "¿esta película de dónde es?".

¿Cuándo tomaron el relevo su primo, Javier Ramos, y usted?

Javier ya trabajaba con mi padre, pero cuando él se jubiló en 1984 nos vimos en la situación de cerrar o continuar. Yo trabajaba entonces en el banco, y mi madre no quería que lo dejase, así que mantuve el puesto pero también empecé con Javier, y los dos juntos trabajábamos sábados, domingos y fiestas de guardar. 

No había muchas vacaciones... 

Durante muchos años no tuvimos vacaciones, pero mereció la pena. Lo hubiera repetido, a pesar de algunas cosas tristes, pero estoy muy orgulloso de cómo fue y de cómo salió todo. Esto es como un equipo de fútbol: está el portero, pero tiene que haber una buena defensa, un buen medio y una buena delantera. 

La empresa creció exponencialmente, al principio eran tres empleados en un bajo de O Couto.

Sí, de allí nos movimos a una nave en Cachamuíña y de allí al polígono de Pereiro, donde seguimos ahora, con más de 50 empleados. Tuvimos a gente extraordinaria en el camino; ahora me acuerdo de un momento en el que Javier y yo estábamos cansados y queríamos dejarlo, y un empleado nos dijo 'diso nada, hai que terminar este traballo'. 

¿Qué retos se encontraron?

Muchos. Al principio, sobrevivir, porque había dos cristalerías gigantes a nivel gallego y teníamos que trabajar mucho. Al principio solo hacíamos la colocación, pero cuando llegó el Climalit -tipo de vidrio- comenzamos a fabricarlo y nos convertimos en distribuidores. Incluso cuando llegó la crisis de la construcción, el sector al que vamos ligado, seguimos creciendo. La tarta era menor, en Ourense bajó la actividad, pero se compensaba en Vigo, Pontevedra, Coruña o Santiago.

¿Se esperaban llegar a este punto cuando empezaron?

Nunca pensé llegar a este punto, jamás. Avanzamos sin grandes sobresaltos, poco a poco, trabajando mucho, esa es la clave.

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