La nueva ourensanía | Ivett y Francis, pláticas en torno al cabello con dos mujeres latinas

Regentado por Ivett Palencia y Francis Marinelli, Kavak cosmetics, en Jesús Soria, despacha mejunjes de todos los colores para conseguir un cabello de salón de peluquería. Es por esa razón que entre la mayoría de su clientes se encuentran profesionales del sector. No obstante es difícil que aquel que cruza sus puertas, estilista o curioso, no acabe comprando algo. “Hay a personas a la que no les vendo nada porque son muy inventadoras”, comenta entre risas Ivett, más abierta y dicharachera, mientras Francis, más distante -y de reojo desde el ordenador- no pierde el hilo de la conversación. Pasan los minutos y Francis se anima. Detrás de su belleza y juventud, y de una dentadura perfecta que ya podía estar a la venta, se percibe la distancia propia de quien se sabe joven y extranjera, y por esa razón infravalorada por muchos. Licenciada en arquitectura y formada en peluquería aquí en Ourense arranca el relato de sus anécdotas hablando de aquellas señoras que algún día le quisieron hacer de menos, por su origen o por el oficio, y remata quedándose con lo bueno, como aquella vez que una chica le apareció un día por la tienda con el pelo verde pidiendo un tinte, a la que acabó prescribiendo salsa de tomate. “Te la dejas media hora como una mascarilla, y yo te vendo algo después”, y de esta forma comparte sin pudor sus trucos, y de paso se forja una clientela, que semanas después vuelve agradecida. Como reinas de un concurso de belleza mantienen la cabeza bien alta, y muy bien peinada, cuando te hablan de los pormenores del negocio. “Ayudas, ja, eso es bien complicado, aquí ayudan a los chinos”, sostiene Ivett mientras relata las dificultades con las que se toparon para abrir un negocio a pie de calle. Las subvenciones destinadas a mujeres emprendedoras a las que les hubiera gustado acogerse tampoco les otorgaron dinero alguno por una cuestión de distribución de espacios. “Pagas puros impuestos… la ciudad se está muriendo”, se lamenta Francis en una reflexión acerca del pequeño comercio ourensano. “Ay a mí me encanta cuando a la gente les va bien, así es como deben ir las cosas”, redirige Ivett el discurso mientras da la enhorabuena por su establecimiento a un vecino, cuarto latino del día, que acaba de abrir una peluquería. La historia de este negocio arranca con la partida en los ochenta del marido de Ivett, Manuel Agustín Guerra, entonces vecino de Cualedro que, con catorce años, emigra con sus padres y hermanos a Venezuela. Allí un tío materno les ampara y facilita su primer empleo como comercial de electrodos por “zonas foráneas”, áreas de trabajo que nadie quería y muy lejos de las principales ciudades. “Él conoce muy bien el país”, dicen las dos entre muecas y casi al unísono, y nos imaginamos a Manolo en la Amazonia, más venezolano él, más españolas ellas. De ahí monta un negocio de repuestos de motor de coches que funciona a día de hoy y tiempo después conoce a su mujer en una de las celebraciones de la Hermandad Gallega de Valencia, entre gallegos, nativos, choripanes y cerdo asado. Muchos años después sin estar retornado del todo monta con Ivett esta tienda en post pandemia, tras el éxito de la versión online que tuvo lugar primero. Hoy el gallego, que sigue en activo, anda más allá que acá. “Él prefiere aquello”, confiesa Ivett, mientras que aquí ella, coraza gallega y corazón latino comenta “dicen que Ourense atrapa”, y uno ya no sabe si pregunta o afirma.