Obituario | Alfonso Cid Sabucedo, Entregado a la enseñanza

Todavía le quedaba cuerda para seguir ligado a la investigación y para escribir libros sobre una docencia universitaria, que por ley, apuraría hasta los 70 años. Pasó sin hacer ruido, con esa medida de lo justo de la que solo capaces los calmosos inteligentes. A Alfonso, un vecino que en los últimos tiempos iba a callejear y a pasear por el campus, era habitual, ya jubilado sin alejarse de la docencia del Magisterio universitario, verle también caminando con su hermano Pepe, que desde hace años por mi más conocido, pero al que menos veía. En casuales encuentros de vecinos, breves conversas trababa con Alfonso, ese portaestandarte de la buena educación y la cordialidad, que esa delicadeza tenía de pararse lo justo para intercambiar algo más que un saludo al paso. A Alfonso, ya titulado, lo hallamos impartiendo aulas en la Escuela Normal del Magisterio y después dirigiendo la escuela Universitaria del Magisterio en A Ponte para luego integrarse a la disciplina en el Campus de la Universidade de Vigo en la ciudad, que él impulsó; una serie de libros avalan su trayectoria como profesor y dejan memoria de si: entre otros, “El clima en la escuela”, “El Practicum” (coescrito con otros colegas), “Proyecto de dirección, geografía didáctica de la Universidad”, “Macroorganización escolar” y otros a los que se unen numerosos artículos y ensayos en revistas especializadas, así como sus trabajos en equipo con otros colegas. En tiempos de la alcaldía de Veiga Pombo, comienzos de los 90, fue su concejal de Hacienda, al que más por servicio a la sociedad que por vocación, encontramos ejerciendo con solvencia el cargo. Fueron pocos años, como a modo de lapsus en una vida que iba por otros derroteros, porque el mismo insistía en que no había que aferrarse a un cargo público, por electivo. En las tierras de la Ribeira Sacra, por O Pinto, en el cementerio en torno a la parroquial de Vilar de Ordelles, deudos y amigos dispensaron la última despedida a este hombre bueno, sabio, comunicador, que a sus cualidades unía, además, la de la suma discreción, ese arte de pasar por la vida sin hacer otro ruido que el legado que tras de si dejan, que es mucho. Si vacantes dejaste a tus alumnos cuando jubilado, hallo que también a los que saludabas dispensando esa palabra que destilaba calma y bonhomía. Sapiente Alfonso, no solo la familia te echará de menos, también aquellos a los que dispensabas la palabra justa acompañada de una sonrisa en los ocasionales encuentros de tus constantes y breves periplos urbanos.

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