Obituario | Willy

Willy.
Foto: Xesús Fariñas
photo_camera Willy. Foto: Xesús Fariñas
Moncho Conde-Corbal comparte unas palabras de cariño para José García-Calvo, Willy, fallecido el pasado día de Navidad

No hacen falta más letras que cinco para llenar todo un mundo. Un completo mundo de afecto, alegría, compañía, valor, simpatía, solidaridad, amor, amistad, familia y mil epítetos más que, al perder el día de Navidad -paradójico día para su despedida- su sustantivo, proyectan negra sombra a esta Navidad. Mundo que hoy ya es Círculo de Divina Comedia, concretamente Cielo de Venus, donde se hallan los enamorados que hicieron de su amor motivo de nobleza fecunda. Porque ¡Cuánto amaba la vida Willy! ¡Y cuánto a Montse, hijas, yernos y nietos! ¡Cuán orgulloso estaba de todos ellos!

Fue Willy, seguramente, el ourensano -de Zamora- más vitalista que haya conocido nunca, el ser humano más animoso; sólo él podía irrumpir en un grupo reunido de amigos como un ciclón incontenible; no solo no se contenía, sino que se divertía al hacerlo, como también nos divertía a los interrumpidos, para lo que hace falta tener verdadero talento. Incluso cuando le tocó la infumable lotería de la enfermedad maldita, vino el primer día a contárnoslo a unos amigos con cierta chulería, pues lo había aceptado como el reto de echarle un pulso a la Parca. Indudablemente, al destino no se le puede vencer, pero bien difícil se lo puso gracias a su arrojo y valentía, decisión y fortaleza, por sus ganas de vivir y falta de temor al sufrimiento y a la misma muerte. ¡Admirable Willy!, aunque su faceta aventurera a lo largo de muchos años de viajes imposibles -nunca iban, Montse y él, de turistas clásicos-, nos había presagiado este espíritu increíble. 

Conversador impenitente, durante inolvidables años compartimos tertulia matinal, y sí, claro que sí, discutíamos vivamente a veces, pero ni una sola de ellas nos distanció mínimamente, porque siempre el mutuo afecto y una exquisita relación humana se elevaba por encima de cualquier otra consideración, idea intelectual o política. Además, pocas personas he conocido tan generosas como él; a todo proyecto, sugerencia, petición que se le hiciera se sumaba sin ningún problema, incluso en aquella donde se le demandaba gran compromiso y dedicación; y todo sin nada a cambio, daba su trabajo y además regalaba una agradable alegría adosada. ¡Cuánto disfruté de los cientos de kilómetros caminados a su lado abriendo O Noso Camiño entre Ourense y San Andrés de Teixido junto a su fiel Antonio Vázquez y a Santiago Lamas!; ¡qué maravilla las comidas llenas de endorfinas con la etapa acabada y en esta compañía! 

Guardaré como un tesoro la cinta de la entrevista que le hice en Telemiño hace casi un cuarto de siglo, donde conocí verdaderamente a la persona que daba forma al personaje que me había motivado la curiosidad de saber de él; desde el mismo momento de aquella tarde en que nos reunimos en su preciosa casa para documentarme al respecto, descubrí al amigo leal y ser humano que, por mucho que su voz mandase bien alto y fuerte, atronadora incluso -su profesión lo había acostumbrado-, resultaba ser un ángel, ángel protector de almas más débiles, como la mía. Multidisciplinar, todoterreno singular, podía organizar una marcha, correr maratones especiales como el de las Arenas, moderar un coloquio, dar una charla, desfilar como modelo de AD, enseñar a nadar a los niños, presidir una comida, correr monte a través con sus nietos, reírse a rabiar de sí mismo, amar hasta las lágrimas a su compañera de existencia, querida Montse, abrazar a los amigos; sabía caminar por nuestras calles sin que nadie obviase su presencia física, potente, luminosa, la que llena espacios de una ciudad como la nuestra, haciendo su intrahistoria, y que hoy ya nota cierto vacío, el que él nos deja. Fue ayer, pero algunos ya lo echamos hoy mucho de menos, y menos que mañana. Sólo quedar desear que el bueno de Willy esté en ese Cielo de Venus y allí nos espere. Hasta siempre, amigo, siempre en mi corazón. 

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