Cada año, a principios de diciembre, el hogar de Juan Nogueira y Lola López en la Costiña de Canedo se llena de luz. Ella y su padre, Camilo, se encargan de ello. En las circunstancias actuales, esperan al menos "poner un poco de alegría a todo lo que está pasando". López reconoce que "él es el artista". Es su padre quien se sube a las palmeras de cinco metros de altura y enrosca las luces alrededor.
Tienen luces en la piscina, una pequeña bola de discoteca navideña, un reno plateado y otro dorado. Este último mueve la cabeza a los lados como si pastara. Pero la colección crece cada año y este 2020 aún quedan algunas luces por poner. La instalación, que llevó tres días, sufrió un parón por la lluvia, pero aún esperan colocar estrellas y un muñeco de nieve, además de adornar la otra fachada.
"O tren pasa xusto por encima e a xente ten que flipar", añade Nogueira. Ella recalca que "siempre fue una fecha muy especial. Creo que la magia de la Navidad existe y que acaba uniendo los corazones". Curiosamente, Juan nació el 20 de diciembre, Lola el 29 y su padre en enero.
Camilo emigró a Suiza cuando su hija Lola tenía tres años, y volvía cada Navidad. De cinco hermanos, solo dos quedaron en Galicia, y era en estas fechas cuando se reunían todos. "Cada vez que nos vemos, lo celebramos como si fuera el último día de nuestra vida", subrayan. Y siguen disfrutando cada Navidad, a pesar de la falta de personas tan queridas como el tío Pepe: "Era un fiestero, con él no existían las penas".