Deambulando

Un paseo a la vera del río dos Muíños rememorando su gran riada

Río dos Muiños riada
photo_camera Quebraron bancos, parrilla y panel e A Bouteira, a la vera del río Pontón.
Hace días el río apenas fluía; ahora con las lluvias se hace su discurrir notorio, sobre todo en los rápidos con ese sonido del agua que se queja en cada rabión

Un atardecer pluvioso me voy a orillas de ese río que nosotros de pequeños llamábamos Barbaña, pero que realmente era un afluente de éste, llamado río dos Muíños, como prefiere Adolfo Rego, pero que en muchos mapas aparece como río de Pontón, Barbadás, Valenzá o incluso Vilaescusa. ¿Con cuál nos quedamos? Hace días apenas fluía; ahora con las lluvias intensas pero no torrenciales se hace su discurrir notorio, sobre todo en los rápidos con ese sonido del agua que se queja en cada rabión. La pista forestal de la ribera derecha, desde Pontón, con molino en esqueleto desde la riada del 45, está en el concello de San Cibrao, que ha compactado con un firme jabre (sábrego) dejándolo en peatonal, aunque unas cuantas huellas de automóviles lo profanen.

Yendo, paraguas en ristre, cuando sobrepasamos a una caminante, ésta a nuestra instancia hubo de agarrar por el collar a uno de sus perros, un rotweiler, al que libremente dejaba vagar por el camino por esa atávica costumbre de soltar a los canes de las correas cuando se camina por espacios públicos, con riesgos para paseantes, en contra de lo que marca la ley, creo que correa, y bozal, para las especies peligrosas. Amarrados los canes que furiosos, no por nosotros sino por la oliente carne de un jabalí abatido yaciendo fuera de la vista  en la cuneta, ignoro si tiroteado por el cazador o muerto de otra forma, porque del carnívoro, en este caso lobo, ni huellas.

Proseguimos, después de la incidencia cuando una montañera bici baja casi a tumba abierta, y nos acercamos al área recreativa de A Boutureira para ver los desperfectos causados por esos indeseables destructores de la cosa pública. Lo primero que vemos es el gran panel de entrada, aserrado en sus dos postes de madera que lo sostienen y el panel apedreado; más abajo, mesas y bancos de labrado granito quebrados por el medio sin visibles martillazos de mazo; las parrillas, desmontadas en sus piedras; el puente de madera, con mas que huella, conato de sierra en su barandal. Estas acciones sobrepasan la gamberrada, y la impunidad está así garantizada porque las fuerzas de seguridad más gastarían investigando que reparando los daños causados al municipio.

Cuando a punto de salir del recinto, una pareja de guardias civiles llegan en todo terreno. Entablamos breve diálogo del porqué de esta destrucción sin sentido. Los atentados tienen esa visibilidad que por otra parte no tienen los todoterreno que se adentren por esta gratísima pista o los destructivos quads o cuadriciclos  o cuando quieran convertir la pista en una de carreras, que entonces pista despídete, aunque la erosión pluvial en una dura invernía causará más estragos en forma de surcos.

Llamado el alcalde de San Cibrao para darle cuenta más que del acto vandálico, de la pista que nos parecía que como preparada para ser asfaltada, se pondría al teléfono inmediatamente y sin preguntar quien le llamaba ni para qué. Esto se llama eficacia, atender a las demandas sin acorazarse tras una telefonista,una secretaria, escurrir el bulto, simular una ausencia y tantos subterfugios que usan los políticos para no ser removidos de su zona de confort.

En fin, sorprendente lo de este munícipe, por inhabitual y eficaz, del que muchos deberían tomar ejemplo. Porque no solo informó de que aquello era peatonal y que muy lejos de ser asfaltado, agradeciendo además la preocupación de unos casi habituales de aquel paseo da Boutureira. Lo de muy lejos de ser asfaltado debe interpretarse con un por ahora, porque la tentación de asfaltar esa mas que pista es un tanto fuerte y nadie podría asegurarnos de que el llamado progreso y su avance urbanístico no cometa un desaguisado.

Nosotros continuaríamos rumbo a esos núcleos llamados genéricamente Loiro de Abaixo que son Outeiro, Laxe, que por el sur cerrados por Soutopenedo, que dos son:  Souto y Penedo, aunque habituados a llamarle todo junto desde siempre.

Remontando desde esta misma área el río de Pontón o de todos esos nombres antedichos(amén de los que en su nacimiento tienen todos los ríos; como caso paradigmático el Navea, que cuando remontamos su curso puede llamarse Chandrexa, Edreira…), se bifurca el ramal  de la izquierda mirando a la desembocadura y se va mansamente por esa llanura hasta brotar a la vera misma de A Manchica, pero el ramal de la derecha toma el nombre de regato de Soutopenedo que un poco más bravo y largo se desprende en sus fuentes de las escorrentías de los montes de A Rañoá, a 635 m. donde un castro tal vez, no excavado, y el monte Castrelo a 654.

Desde aquí en el  pasado siglo, en un tormentoso agosto se desplomaría en la nocturnidad el cielo causando la gran riada de 1.945 de la que se cuenta que unas costureras allá por las más próximas aldeas de Campo y Compostela vieron en riego sus vidas, o no sé si se cuenta que las perdieron, al producirse un embalsamiento de las aguas que a menos de un kilómetro más arriba se precipitaban y que más abajo cuando encajonado el río a partir de Pontón y Os Muíños dejarían en la primera repisa hasta su desembocadura enormes bolos, alguno que aún recuerdo más grande que una casa de campo de dos plantas. La más cruda realidad superaba lo increíble. 

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