Está sentado en un portal de la rúa da Paz de Ourense. Cuenta que viene de Benavente. Lleva seis meses en la ciudad. Se queja de las reglas del Fogar do Transeúnte y del sistema en general. Y ahora, explica, el coronavirus le ha dado el último estocazo. "Estoy en la calle. Está todo cerrado. Le pido a la gente que me ayude... y la gente ni por humanidad, me cago en dios. Qué les cuesta veinte céntimos, cincuenta céntimos, un euro. Qué les cuesta joder".
Juan explica que lleva en la calle diez años. Antes heredó una empresa de fontanería y con la crisis se fue al garete. "Tenía chalé, terrenos... ni me imaginaba esto. Vivía como un rey. Ahora no sé qué va a ser de mí. Nadie me da nada. Nadie se me acerca. Se separan de mí por las pintas. E igual el bicho lo tienen antes que yo. A un hombre le pedí por la mañana y marchó corriendo por la otra acera. Hostia, a mí me ofende eso, me siento mal. Joder tío, ¿qué soy, un monstruo o algo? Estoy en la calle y no tengo culpa".
Ya antes del coronavirus la cosa estaba mala, explica. "Pero antes iba a un bar y me daban algo de comer. Ahora es límite. Me acaban de dar un pastel en la pastelería. Llevaba este domingo –por el sábado– sin comer". Cuenta que no debería pasar frío."Tuve líquido en los pulmones. Si junto 15 euros, una mujer alquila habitaciones en O Couto. después de dormir dos semanas en un cajero –voy cambiando cuando me echan–, un colchón es oro. Oro".
"Esto es un putadón. Pides a la gente y te dicen todos que no. Por humanidad, hostia. O dejar el dinero ahí que voy a por él. Yo qué sé. Estoy acojonado. Acojonado. Me veo solo, tío. No tengo a nadie. Estoy muy jodido. Las estoy pasando muy putas. Hago un llamamiento para que nos metan en un pabellón o algo. Así no podemos estar".
