MATERIAL FALSIFICADO

La policía lusa declara la guerra a la ropa falsificada

Intervino durante este año siete millones de euros en prendas con etiquetas de conocidas marcas

La Guardia Nacional Republicana portuguesa declaró la "guerra" a los talleres de textil que confeccionan pantalones, polos, camisas, jerséis, chaquetas y camisetas, entre otras prendas de vestir, bajo etiquetas falsificadas de conocidas marcas. Los agentes mantienen abierta una amplia investigación, que desarrollan en colaboración con la Guardia Civil, con el objetivo de acabar con un negocio ilegal que, según los datos que maneja el cuerpo de seguridad, mueve cada año cifras millonarias.

Y la mayor parte de la producción de ropa falsificada tiene como destino el mercado español: es vendida en tiendas pero también en los mercados y ferias.

Los agentes estiman que en el norte de Portugal aún quedan unos 20 talleres de los múltiples que abrieron sus puertas en los años noventa para cortar, rematar y coser prendas para conocidas firmas de textil y modistos, parte de ellos asentados en Galicia. "Estas conocidas empresas trasladaron hace años la producción a países asiáticos para ahorrar costes, pero dejaron en los talleres portugueses muchas etiquetas y patrones que los dueños de los talleres continúan utilizando", apuntaron fuentes del cuerpo de seguridad, puntualizando que muchas personas encontraron en los talleres de costura una forma de ganarse la vida y "ahora se resisten a dejar la profesión y continúan fabricando prendas", añadieron.

La investigación está dando frutos, dado que los agentes llevan incautadas prendas de vestir con etiquetas de conocidas marcas falsas por valor de 7.200.000 euros durante este año. La última operación fue el pasado día 29 de septiembre con el decomiso de más de 196.000 prendas, que fueron valoradas en 4,5 millones de euros.

Joao Antonio C.S. (45 años) es en la actualidad constructor, pero entre los años 1997 y 2003, fue encargado en un taller de confección en los alrededores de Guimaraes, que recibía encargos de conocidas firmas. "Había mucho trabajo, pero con el inicio del siglo comenzaron a reducirse los encargos. Hubo un tiempo que aún continuamos cosiendo, aprovechando las telas que teníamos, pero la venta era muy arriesgada, porque nos podían denunciar", explica.

Este hombre conoce perfectamente los canales para distribuir la ropa falsificada. "La puedes mandar por una empresa de transporte urgente o hacer el transporte con tu propio coche, burlando los controles policiales en carretera", añade, puntualizando que también se puede distribuir en los mercados. "Hay vendedores ambulantes que te la quitan de las manos porque la ropa tiene venta fácil". 

"No es solamente el daño económico, también es el de la imagen de la marca"

Las incautaciones de ropa falsificada son bien acogidas por las distintas firmas comerciales afectadas. Joaquín Rodrigues es abogado y ya hizo valer los intereses de varias empresas perjudicadas en procesos judiciales por delitos contra la propiedad industrial en los tribunales de justicia de Fafe, Chaves y Guimaraes (Portugal). "No es solamente el daño económico que ocasionan, también es el que ocasionan a la imagen de la marca, porque una prenda falsificada no pueda dar el resultado de una auténtica", argumentó, recordando que este negocio cada vez va a menos porque "hay mucha presión tanto en España como en Portugal contra los talleres de confección clandestinos en los que se etiqueta la ropa con marcas falsificadas", asegura el letrado.

El auge

El auge de los talleres también se vivió en la provincia de Ourense a finales del siglo pasado, sobre todo en las comarcas de Monterrei, Celanova, Allariz-Maceda y el extrarradio de la ciudad. 

Josefa González regentó uno de ellos y reconoce que hubo un tiempo en que había mucha tarea. "Había encargos, incluso de la Administración, pero el negocio cayó al trasladar las empresas la producción a otros países con mano de obra muy barata. Entonces hubo que cerrar, no merecía la pena continuar y menos realizando un trabajo ilegal", valora esta modista. 

Algunos de los talleres aún sobreviven pero la mayoría  realizan confección para particulares, trabajan para organismos oficiales e incluso para alguna conocida firma a modo de subcontrata. 

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