"La publicidad que me ha llegado a casa la he tirado a la basura. Me parece un gasto prescindible", asegura Loli Cuesta
Su simpatía no pasa desapercibida para los trabajadores del Polígono de San Cibrao que acuden a repostar en la gasolinera Staroil. Loli Cuesta nació en Almadén (Ciudad Real), localidad Patrimonio Mundial de la Unesco desde 2012, a la vez que Idrija en Eslovenia, por contar con las minas de mercurio más importantes del planeta y ser ejemplo de explotación desde los romanos.
Llegó a Ourense hace 13 años por el traslado de su marido, con plaza de funcionario de la Administración local en propiedad. "No me vine por amor, porque lo conocí cuando yo estudiaba COU en Madrid, pero sí siguiendo al amor", comenta con una gran sonrisa. "Y ya no me muevo más". No sólo está convencida de su ourensanía, aunque sea de adopción, sino que su hija de 28 años "se ha casado con un gallego". Y tiene otro hijo de 23 años para incrementar el vínculo con la tierra que acogió a su familia y en la que ha decidido quedarse.
Loli Cuesta confiesa que sigue poco la evolución de la campaña electoral, le llega con lo que lee en la letra grande de los periódicos y las ráfagas que ve en la televisión porque abstraerse resulta imposible y más cuando se acera el día de acudir a votar. "La publicidad que me ha llegado a casa la he tirado a la basura. Me parece un gasto prescindible". Sobre todo para el electorado que no duda sobre el partido al que confiar su voto.
Pero que no se atiborre de discursos y proclamas de los candidatos, no quiere decir que no tenga un mensaje claro para los que aspiran a gobernar el país. "A los políticos les pido que sean un poco más sensatos y coherentes, con eso ganaríamos todos mucho".
