ECONOMÍA FAMILIAR

El problema es un drama cuando se depende de 
la Risga o de una ONG

Dos mujeres, una sin ingresos y otra beneficiaria de la Risga, explican las díficiles condiciones de vida en sus familias

 

El problema se complica cuando el sueldo desaparece y hay que depender de la renta contra la de exclusión social, la familia o las organizaciones humanitarias. Es el caso de M.C.R. (en la fotografía de la página anterior), una de esas personas que ni tienen trabajo ni cobertura social de ningún tipo. Con 40 años, esta mujer lleva más de "tres meses sin ningún ingreso, antes estuve dos años con la Risga". El último se remonta a 2010, cuando "estuve en una casa, nació el niño pequeño -que hoy tiene seis años- y yo me puse a trabajar a media jornada". También estuvo como ayudante de cocina, dependienta... "lo que me salía". Y es que M.C.R. vive sola -su pareja la abandonó y la dejó con los tres niños a su cargo- y se está arreglando gracias a las ayudas sociales y a los pocos amigos con que cuenta. "Cáritas me pagó el piso un mes, Cruz Roja la luz y el gas, la comida también nos la pasó Cáritas... Voy trampeando. Este mes no sé cómo haré". Cuando se le pregunta por la posible ayuda familiar, señala que "la familia poco puede ayudar, porque tengo mis dos hermanos también en paro, mi madre tiene una pensión pequeña de 500 euros y cuando puede manda 50, pero cuando puede".

Con este panorama no duda en afirmar que "el futuro lo veo negro, estoy harta de echar currículums, de hacer cursillos y nada". Cuando se le pregunta por cómo ven esta situación los niños señala que "la mayor, que tiene 16 años, y la mediana, con 13, se dan cuenta y no piden cosas porque saben que no hay. Para comer me dicen: ‘No te preocupes mamá, cualquier cosa’, porque entienden nuestra situación; al más pequeño intento hacerle la vida lo más llevadera posible".

Con la ayuda de la Risga

Otro caso es el de L. M. P., también mujer, de 40 años y con una niña de 11 a su cargo; ella cobra la renta de integración social de la Xunta (Risga) desde hace más de un año, 239 euros mensuales. "Menos mal que el piso es familiar -un bajo- y sólo tengo que pagar agua y luz, pero para material escolar acudo a Cruz Roja y para la comida a Cáritas, Cruz Roja...".

En este momento está haciendo "un cursillo de ayudante de hostelería que está remunerado" y tiene la esperanza de que la ayude a reintegrarse en el mercado laboral, aunque señala que "ya me dicen que buscan gente más joven, cada vez que voy a una entrevista de trabajo". Como en el caso anterior, matiza que, a pesar de reconocer su desánimo, "sigo luchando por la niña. Es que no queda otra que seguir intentándolo".
 

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