Proteger a la fauna de tanta escopeta

Los cazadores andan desasosegados por O Salnés: no tienen ni liebres, ni conejos ni perdices que cazar; además deben extremar sus precauciones porque su hábitat natural depredatorio empiezan a colonizarlo montañeros y otros de la especie incordiando o espantando las piezas de caza e impidiéndoles el descuidado ejercicio de la caza, que por ello siempre se cobra alguna víctima entre ellos. En estos tiempos de epidemia los humanos tendemos a expandirnos por el monte, que por O Salnés deben hacerlo, porque lo que es aquí no se ha notado en mis salidas al medio natural incremento alguno de montañeros. Las veces que por este verano caminé por las más altas sierras ni un montañero cruzamos los pocos que íbamos de marcha. Así que para nosotros solos el disfrute de altas cumbres del sistema Central o de las Trevincas. La población de jabalíes se dispara de tal modo que se ha convertido en la mayor causa de accidentes, pero observo que ni por esas se disminuye la velocidad en las carreteras nacionales, provinciales o locales. Aquí donde me hallo han arrasado las “fozadas del xabarín”, un espacio intermareal o mejor dicho lo han arado tras las dunas. Por la sierra do Xistral donde arranca la llamada dorsal gallega de norte a sur, la población lupina y otra de buitres leonados, que por acá han colonizado hace unos cuantos años, se encargan de eliminar los restos de reses muertas o de potrillos que no superan el primer año de vida; la sierra aun copada por un enorme parque eólico, donde destaca el pico Cuadramón que aventaja en unos metros al Xistral, ambos ligeramente por encima de los 1.000 metros, y no deja de extrañar que el pico más alto no haya dado nombre a la cordillera. Por cierto que salió en los medios que una manada de lobos, o acaso perros asilvestrados que por acá vagan, produjeron una mortandad numerosa entre un rebaño de ovejas, lo que podría propiciar el que se de luz verde para una cacería de los tales. El enemigo es el jabalí, por plaga de sembrados y praderías, además de su implicación en tantos accidentes de carretera, como arriba dije, algunos de ellos mortales, y reitero, porque en alguna ocasión pedaleando por esas térreas pistas hube de esquivar en la bajada a más de uno, en plena luz, aunque de hábitos nocturnos. En una de mis frecuentes incursiones en estos bellísimos valles de Naseiro, el inmediato de Landrove y el de Galdo-Bravos, fui como casi un minuto tras un elegante corzo que no se apercibía de mi presencia, hasta que con un rápido trote y un prodigioso salto se zambulló entre una maleza de tojos, helechos, zarzas, en una vegetación arbórea dominada por el eucalipto, entre los que emergen algún carballo o castaño, que antes de la explotación y colonización del árbol australiano, abundantes. Valles éstos donde cada propietario de finca tiene los manzanos por docenas, cuyos frutos un poco antes de estas fechas son recogidos por cuadrillas enviadas por intermediarios o asentadores que luego se amontonan para que se carguen en grandes tráiler rumbo a las sidreras astures, mercancía que fue comprada en su totalidad a pesar de la crisis de un sector que ya no puede “tirarla” por el cierre de la hostelería. Nadie quiso decirme el precio de compra en el manzano, pero sospecho que muy bajo, algo así como la leche en origen. La cosecha este año parece que no fue muy buena, aunque observaba que los manzanos llenos, pero es que la indefinición por bandera y el “asegún” de nuestros paisanos te sumergen en la duda de si buena o mala cosecha. Y no se diga del precio.