Razones para creer (poco) en el 2022

Entre los primeros propósitos a tener Acaba de entrar el 2022, todavía cabe el feliz año en los saludos y los buenos propósitos están de estrena. De este año no pasa, dicen todos: ir al gimnasio, estudiar inglés, dejar de fumar, dedicar más tiempo a lo que merece la pena, sacar más jugo a la vida, preocuparse por lo importante e ignorar a los gilipollas. Buenos propósitos también para esta tierra, que se lo merece, porque condiciones tiene, aunque esté plagada de dirigentes necios. Esta es una provincia dejada a la voluntad de las individualidades, con poco espíritu de cooperación que hace los deberes, sin más. Elige en las urnas entre un catálogo cada vez más pobre, poblado por incapaces, a los que se suman los maniquíes de los llamados agentes sociales que solo imploran una foto al lado del gran timonel. El saldo demográfico es una bomba imposible de desactivar y lo de la llamada del rural para escapar del covid se está quedando, como no espabilemos, en tener una casa con porche para tomar el aire y una jardinera para seis tomateras. Pero arranca el año, decíamos, vamos al gimnasio, a la academia de inglés y a tirar la cajetilla de tabaco. No sea que empecemos el 2022 como acabamos el 2021: prestando atención a gilipolleces. Algunos recursos que ya tenemos La condición geográfica de Ourense nos sitúa en una posición envidiable. Estamos conectados por AVE con mercados potenciales impensables hace una década. Somos la puerta de entrada a Galicia, el norte de Portugal podría ser nuestro aliado a nada que superásemos recelos de pueblerinos, tenemos el polo industrial más importante de Galicia a 50 minutos por carretera tirando hacia Vigo. Los polígonos del área periurbana concentran más de 700 empresas que emplean a más de 13.000 trabajadores, aunque la provincia se esté quedando sin suelo industrial libre. La competitividad de las actividades económicas permite exportar este año más de 800 millones de euros pese a lo endemoniado del ejercicio. Tenemos una quincena de empresas que fabrican piezas para la automoción, con más de 3.000 empleos directos, aun cuando la producción sufre la crisis de los microchips. El textil aguanta a pesar de que rompen las costuras de alguna de sus firmas más reconocibles. Las actividades del sector primario nos hacen reconciliar con un gremio abandonado desde los años 60 pero asentado sobre su enorme potencial. La tierra, fértil y generosa, solo espera inteligencia que la trabaje, ni siquiera manos. La agroindustria se está especializando y solo ella puede dar vida al rural. El agua, incluso termal, es un regalo divino que antes de que venga la siguiente glaciación debería ser aprovechada. Los recursos paisajísticos y monumentales deberían de valer para algo más que para ir a Fitur una vez al año a decir que esta es la provincia y ciudad termal que no tiene un solo balneario. Así, como si los turistas fuesen gilipollas. La conclusión sobre lo que pasa En Ourense trabajan cerca de 20.000 empleados públicos con nómina asegurada e impiden que las dificultades económicas atraviesen el felpudo de casa. Los ingresos de los pensionistas superan cada año los mil millones de euros en la provincia. Un tercio de la población tiene más de 65 años pero la alta tasa de longevidad se toma como una condena, ignorando que abre un sinfín de oportunidades vitales y de negocio. El ahorro de los ourensanos no deja de crecer y pese a los recortes y la guadaña del covid los bancos arraciman 9.200 millones de euros pese a no primar el ahorro, cobrar comisiones y cerrar sucursales. El talento se ha modelado en centros formativos de calidad con una generación a la que, precisamente por falta de oportunidades, no somos capaces de retener o de conseguir que regrese. El ritmo de creación de empresas es aceptable, aunque se enfocan a actividades muy volátiles y que se quedan en formato micro, poblando un ecosistema de negocio que difícilmente gana tamaño. Los genes ourensanos están llenos de ejemplos de capacidad y talento en todas las actividades, no hay un mal fario que nos persiga. A lo mejor es que teniendo tanto y haciendo tan poco somos algo gilipollas. Acabar con eso también puede ser un buen propósito de año nuevo. Al poner la lupa | No había motivo para rendir homenajes Foto: Xesús Fariñas Al 2021 le ha pasado como a esos tipos indeseables, que mueren en silencio y son enterrados en soledad. Solo los muy devotos y plañideras varias han guardado un minuto de silencio en el óbito y pese haber iniciado el nuevo ejercicio aún había ganas de celebrar no se sabe muy bien lo qué. Los contagios siguen cabalgando desbocados y el virus estará dando sus últimos estertores, pero aún sigue dando la lata. Tuvo que venir la administración a decir nuevamente que la cosa pintaba mal y que era mejor guardar casa, lo de cama ya era a voluntad. Pero hubo algún que otro botellón, fiestas ilegales en pisos y agentes de policía que tuvieron que doblar turno para atender eventuales desmanes. Una sociedad tan paternalista como la nuestra siempre espera por una Administración que nos tiene que decir qué es bueno y qué no, y una Policía que nos recuerda que en casa estábamos mejor. Como si fuesen papá y mamá cuando nos decían a las diez en casa. El portafotos Alfredo Laudelino García Rodríguez, en lo sucesivo Alfredo, es alcalde de O Barco de Valdeorras desde 1999, una mili. Nació en el año 1953 en la leonesa localidad de Oblanca de Luna. Es uno de los pesos pesados del PSOE, un hombre respetado en el partido pero, sobre todo, con virtudes suficientes como para ser elegido varias veces como regidor de la capitalidad de la comarca de Valdeorras. Esta semana anunció su intención de liderar el partido en la provincia, disputándole el cargo a Rafael Rodríguez Villarino, que opta a quedarse un poco más. En la decisión de Alfredo habrá pesado su voluntad, queda por averiguar qué porcentaje ha sido una voluntad inducida, es decir, empujado por eso que se llama “el aparato” o “las corrientes” o “las familias”, del socialismo gallego y provincial, muy promiscuo a la hora de los enredos. Si gana las primarias tendrá el reto de conciliar los intereses siempre cruzados del partido en la provincia. Los socialistas son, sobre todo, gente con suerte. En Ourense se han dado de palos, se han dividido, se distraen en enredos haciendo caso omiso a sus compromisos públicos y siempre están prestos para las zancadillas. Y aun así, los ourensanos esperan por ellos, que acaben sus batallitas para seguir votándolos.